En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Una petición especial
Los rayos del sol invernal iluminaban la sala de estar, donde Emma jugaba junto al árbol de Navidad que había decorado con su padre unas noches atrás. Las luces titilantes reflejaban en sus ojos llenos de entusiasmo, y su risa llenaba el ambiente con una calidez especial. Jasón, sentado en el sofá, hojeaba unos papeles de la oficina mientras disfrutaba del momento tranquilo con su hija.
—Papá— llamó Emma, dejando de lado el peluche con el que jugaba y dirigiéndose hacia él. Su tono tenía un toque de timidez mezclado con determinación.
—Dime, pequeña— respondió Jasón, dejando los papeles a un lado y enfocándose completamente en ella.
Emma subió al sofá y se sentó junto a él. Sus manitas se entrelazaron mientras miraba fijamente a su padre.
—Quiero pedirte algo muy importante— dijo con seriedad.
Él alzó una ceja, intrigado.
—Claro, princesa. Dime, ¿qué necesitas?
Emma respiró hondo antes de hablar.
— Quiero que invites a Abby a pasar la Navidad con nosotros.
La sorpresa cruzó el rostro de Jasón por un momento antes de que una sonrisa suave apareciera.
—¿Quieres que Abby venga a casa para Navidad?
Emma asintió con energía.
— Sí, papá. Ella es muy buena y siempre me hace reír. Y creo que también te hace feliz a ti.
Jasón soltó una carcajada baja, divertido por la sinceridad de su hija.
— Es verdad, Abby nos hace felices a los dos— admitió. Luego, miró a Emma con curiosidad— ¿Por qué quieres que venga en Navidad?
Emma se encogió de hombros y bajó la mirada.
— No lo sé— dijo la niña y titubeó antes de seguir hablando— Yo no quiero que esté sola. Navidad es para estar con la gente que quieres, ¿verdad?
Jasón sintió un nudo en la garganta ante las palabras de su hija. Su inocencia y empatía siempre lo dejaban sin palabras. Se inclinó hacia ella y le acarició el cabello con ternura.
— Tienes razón, pequeña. Navidad es para compartir con quienes queremos. Y me parece una excelente idea invitar a Abby.
Emma sonrió ampliamente, lanzándose a abrazar a su padre.
— ¡Gracias, papá! ¡Va a ser la mejor Navidad de todas!”
Jasón no pudo evitar reír. La energía de Emma era contagiosa. Mientras la pequeña regresaba a jugar junto al árbol, él se quedó sentado, reflexionando sobre la petición de su hija.
Si bien unos días atrás, la empresa de Jasón había celebrado su tradicional fiesta de Navidad, un evento que se organizaba anualmente un par de semanas antes de las fechas festivas. Era una ocasión para que los empleados disfrutaran, celebraran juntos y compartieran momentos fuera del entorno laboral.
Cada año, tras la fiesta, la empresa daba dos días libres a sus empleados para que pudieran prepararse y pasar las fiestas con sus familias. Era una tradición que Jasón valoraba profundamente y que ahora adquiría un significado especial si Abby aceptaba su invitación.
Esa misma noche, mientras Emma dormía profundamente, Jasón se sentó frente a su escritorio, tomando su teléfono. Miró la pantalla durante unos segundos antes de marcar el número de Abby. Al tercer tono, su voz suave respondió al otro lado de la línea.
"¡Hola, Jasón! ¿Todo bien?”
“Hola, Abby. Sí, todo bien. Solo quería hablar contigo sobre algo”— comenzó, sintiendo un leve nerviosismo— Emma me ha pedido que te invite a pasar la Navidad con nosotros en casa. Ella realmente quiere que estés aquí ese día”.
Un silencio breve se hizo al otro lado. Luego, Abby respondió con un tono cargado de sorpresa y ternura.
—"¿En serio? No esperaba algo así. Es un gesto muy bonito…”.
— “Emma insiste en que la Navidad es para estar con las personas que queremos”— dijo Jasón con una leve sonrisa— "Y estoy de acuerdo con ella. Nos encantaría que estuvieras con nosotros”.
Abby tardó un momento en responder. Finalmente, su voz llegó, cargada de emoción.
— “Gracias, Jasón. No sé qué decir. Claro que me gustaría pasar la Navidad con ustedes”.
Jasón sonrió, aliviado y feliz por su respuesta. — “Perfecto. Entonces, te esperamos. Emma estará encantada cuando se lo diga”.
Al colgar, Jasón se quedó mirando el árbol de Navidad en la sala. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que esta Navidad sería diferente, especial. Y todo gracias a la muchacha que había traído de vuelta la alegría a su vida.
El amanecer trajo consigo un aire fresco que llenaba la casa con la promesa de un nuevo día. Las luces de Navidad, que durante la noche habían parpadeado suavemente, seguían iluminando el hogar con su brillo cálido y acogedor. Jasón se despertó temprano, y se quedó un momento sentado en la cama, observando la luz que entraba por la ventana y pintaba sombras doradas en las paredes.
Había pasado una noche en paz, una paz que había sido extraña y desconocida desde que la pérdida de su esposa se había instalado en su corazón. Pero ahora, al mirar hacia el futuro, podía sentir una chispa de esperanza que lo animaba. Abby había logado sin siquiera quererlo que su corazón se abriera, y en ella había encontrado la fuerza para enfrentar las sombras del pasado.
Bajó a la cocina y preparó un café, disfrutando del aroma que se esparcía por la casa. La mesa del comedor estaba cubierta con papeles de regalo, cintas y tarjetas, y el arbolito de Navidad, adornado con estrellas y bolas de colores, reflejaba un aire de anticipación. Logan sonrió para sí mismo; no había estado tan emocionado por la Navidad en años.
De pronto, un ruido en la puerta lo hizo girarse. Era el timbre, y al abrir, se encontró con Abby que llegaba con un paquete envuelto con esmero y una sonrisa nerviosa.
—Buenos días— dijo, su voz suave como siempre. —Qué tal si hoy pasamos el día juntos, haciendo algo especial para Emma.
Él la miró, con el corazón latiendo más rápido. Era cierto, esta Navidad necesitaban algo más que los regalos y los adornos; necesitaban una memoria que los uniera aún más.
—Me encanta la idea— dijo, sonriendo mientras la invitaba a entrar. —Pasemos un día mágico.
El día se llenó de risas y momentos compartidos.
Jugaron en el jardín, haciendo figuras de nieve y organizando una pequeña bóveda de Navidad con las huellas de Emma, Abby y Jasón. La niña reía a carcajadas, mientras sus ojos brillaban de felicidad.
Ya por la tarde, Jasón y Abby se sentaron en la sala, rodeados de luces y la música suave de villancicos. Emma dormía en el sillón, envuelta en una manta, con una sonrisa de paz en el rostro. Abby observó a Jasón y luego bajó la vista hacia sus manos.
—Quisiera darte algo— dijo, sacando de su bolso el paquete que había traído esa mañana.
Él la miró sorprendido, y con un gesto delicado, aceptó el regalo y lo desenvolvió con cuidado. Era un marco de madera tallado a mano, con grabados de estrellas y corazones. Dentro, había una foto de Emma y Abby riendo juntas en el parque, un recuerdo que había sido capturado por un fotógrafo callejero.
Jasón sintió una oleada de gratitud y amor. Colocó el marco sobre la mesa, junto a las luces, y miró a la muchacha.
—No hay regalo más especial que este— murmuró, y en ese momento, supo que la Navidad ya había traído su milagro: la promesa de una nueva oportunidad, llena de amor, esperanza y la posibilidad de construir algo hermoso juntos
Emma...
Abby.
Jasón