Adrián, un joven creativo lleno de entusiasmo, comienza a trabajar en una agencia publicitaria donde conoce a Héctor, su exigente y distante director creativo. Lo que comienza como una relación profesional llena de tensiones se transforma en un vínculo inesperado cuando Adrián descubre la vulnerabilidad detrás de la fría fachada de Héctor. Juntos, enfrentarán prejuicios y sus propios miedos mientras intentan encontrar el amor en medio del caos .
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cap:14
Los días posteriores al enfrentamiento con Héctor se sintieron como un vacío interminable para Adrián. Intentó refugiarse en el trabajo, pero cada vez que cerraba los ojos, las palabras de Héctor y Clara resonaban en su mente. Su vida había dado un giro que no había pedido, y ahora no sabía en quién confiar.
Una tarde, mientras revisaba unos correos en la oficina, recibió una llamada inesperada. Era un número desconocido, y por un momento, dudó en responder. Finalmente, deslizó el dedo por la pantalla.
—¿Adrián García? —preguntó una voz grave al otro lado de la línea.
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Ignacio Mendoza. Trabajo en la agencia donde estabas antes. Necesito hablar contigo sobre algo importante.
El corazón de Adrián se detuvo un momento. ¿Por qué alguien de su antigua agencia lo buscaba ahora?
—¿Qué sucede?
—Es sobre tu despido. Hay cosas que no sabes. ¿Podemos vernos?
La curiosidad pudo más que el recelo, así que Adrián aceptó. Se encontraron en un bar discreto al anochecer. Ignacio era un hombre de aspecto serio, con gafas y una expresión que reflejaba preocupación.
—Gracias por venir —dijo Ignacio mientras le ofrecía una mano firme.
Adrián se sentó frente a él, todavía desconfiado.
—¿De qué se trata esto?
Ignacio suspiró y sacó una carpeta de su maletín, colocándola sobre la mesa.
—No sé cómo decirte esto, así que seré directo. Tu despido no fue solo una decisión de Recursos Humanos. Fue manipulado desde dentro, y no solo por Clara.
Adrián sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué quieres decir?
Ignacio abrió la carpeta y le mostró varios documentos. Entre ellos había correos electrónicos y reportes internos que mencionaban su nombre.
—Héctor no fue el único involucrado. Hubo alguien más que estuvo detrás de esto desde el principio.
Adrián tomó los papeles con manos temblorosas, leyendo los correos que detallaban cómo se había planeado su despido. Pero lo que más lo impactó fue un nombre que no esperaba ver: Gabriel López.
—¿Gabriel? —susurró, incrédulo.
Gabriel había sido uno de sus colegas más cercanos en la agencia, alguien con quien había compartido confidencias y risas. Jamás imaginó que pudiera estar involucrado en algo así.
—Él fue quien inició los rumores sobre ti y Clara —continuó Ignacio, con voz sombría—. Y también filtró información a Recursos Humanos para asegurarse de que todo saliera como estaba planeado.
Adrián sintió como si el mundo se desmoronara bajo sus pies. No solo había sido traicionado por Héctor y Clara, sino también por alguien a quien consideraba un amigo.
—¿Por qué haría algo así? —preguntó, sin poder comprender.
Ignacio dudó antes de responder.
—Según lo que sé, Gabriel siempre sintió que tú le quitabas las oportunidades. Que tu éxito opacaba el suyo. Supongo que vio tu caída como una forma de vengarse.
La rabia comenzó a bullir dentro de Adrián, mezclada con una tristeza profunda. Había confiado en Gabriel, lo había apoyado en más de una ocasión. Y ahora descubría que todo ese tiempo había estado siendo apuñalado por la espalda.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —preguntó finalmente, mirando a Ignacio con desconfianza.
—Porque no es justo lo que te hicieron —respondió Ignacio, con firmeza—. Y porque creo que mereces saber la verdad, incluso si es dolorosa.
Adrián asintió lentamente, guardando los documentos en su mochila.
—Gracias por decírmelo.
Ignacio le ofreció una sonrisa débil.
—Espero que encuentres una forma de seguir adelante, Adrián. Nadie merece pasar por esto.
Cuando Adrián salió del bar, su mente era un torbellino. Ahora tenía una verdad que lo consumía por dentro, una traición más que añadir a la lista. ¿Qué debía hacer? ¿Enfrentar a Gabriel? ¿Cortar todos los lazos y seguir adelante?
Esa noche, mientras miraba los documentos en la soledad de su departamento, tomó una decisión. Si Gabriel había jugado sucio, entonces él no se quedaría de brazos cruzados. Era hora de devolver el golpe, pero lo haría de manera calculada.
Adrián levantó el teléfono y marcó un número que no había usado en mucho tiempo. Cuando la voz de la otra persona respondió, dijo con firmeza:
—Necesito tu ayuda.
Del otro lado de la línea, la persona respondió con calma:
—Dime qué necesitas, y veremos qué podemos hacer.
Adrián sabía que la guerra apenas comenzaba.