En un mundo donde las jerarquías de alfas, omegas y betas determinan el destino de cada individuo, Hwan, un omega atrapado en un torbellino de enfermedad y sufrimiento, se enfrenta a la dura realidad de su existencia. Tras un diagnóstico devastador, su vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir mientras su esposo, Sung-min, y su hija, Soo-min, enfrentan el dolor y la incertidumbre que su condición acarrea.
A medida que los años avanzan, Hwan cae en un profundo coma, dejando a su familia en un limbo de angustia. A pesar de los desafíos, Sung-min no se rinde, buscando incansablemente nuevas esperanzas y tratamientos en el extranjero. Sin embargo, la vida tiene planes oscuros, y la familia deberá enfrentar pérdidas irreparables que pondrán a prueba el amor que se tienen.
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Deseo
Y así, el peso de la intimidad entre ambos se hizo evidente, pero no en una explosión abrupta, sino en la sutileza de cada movimiento, en el ritmo pausado de sus caricias, en la manera en que sus cuerpos parecían encajar perfectamente, como si siempre hubieran estado destinados a encontrarse de esa manera.
Los pensamientos de Lee eran un torbellino, pero una certeza se mantenía clara: este momento no era solo físico, era algo más, algo que trascendía la simple atracción. Cada gesto, cada susurro compartido, lo hacía sentir más conectado a Ryu, como si estuvieran desentrañando algo más profundo en el interior del otro.
"No voy a olvidarlo," susurró Lee al oído de Ryu, mientras ambos se sumergían en esa intimidad compartida, en ese espacio en el que nada más existía, solo ellos dos, enredados en un momento que parecía eterno.
Los ojos de Lee recorrieron lentamente el cuerpo de Ryu, como si cada detalle fuera una obra de arte que necesitara ser admirada, saboreada. "Tan perfecto," pensó, casi incapaz de creer lo que estaba sucediendo. "Un cabello negro, brillante, con un sutil reflejo azulado bajo la luz tenue... cómo algo tan oscuro puede parecer tan suave, tan seductor." Su mirada se detuvo en el rostro de Ryu, en esos ojos grandes y afilados, tan profundamente azul cielo que parecían contener un universo dentro de ellos. "Esos ojos... me miran como si estuvieran exigiendo más, como si no pudieran saciarse."
El cuello de Ryu, largo, blanco y delicado, se extendía ante él como una invitación. Cada vez que Lee rozaba su piel, sentía el estremecimiento de Ryu bajo sus dedos, como si ese simple toque fuera suficiente para encender algo más profundo. "Es tan frágil y fuerte al mismo tiempo," pensó Lee, maravillado por esa combinación en Ryu, por la contradicción que lo hacía tan fascinante.
Mientras sus manos exploraban, sus ojos seguían ese recorrido, deteniéndose en la esbeltez de su cuerpo. "Un cuerpo tan elegante, pero lleno de fuerza oculta," pensó, mientras admiraba las líneas de sus piernas largas y blancas, perfectamente proporcionadas, que parecían extenderse infinitamente. "Cada curva, cada músculo, es un recordatorio de lo increíble que es tenerlo aquí, bajo mi control."
Lee sintió cómo el ritmo de su propio cuerpo comenzaba a sincronizarse con el de Ryu. Cada movimiento era como una coreografía silenciosa, una danza de deseo. "Este cuerpo... tan bello, tan sumiso bajo el mío, y esos gemidos... esos gemidos cargados de placer son mi perdición." Cada sonido que escapaba de los labios de Ryu era como una nota perfecta en una melodía que solo ellos dos podían escuchar, y cada vez que sus ojos se encontraban, Lee podía sentir la urgencia, la petición de más en esa mirada azul.
"Está pidiéndome más... su cintura se mueve al mismo ritmo que la mía, como si ambos estuviéramos en una lucha silenciosa para alcanzar algo más profundo, más intenso." Lee se dejó llevar por esa sensación, por la certeza de que en ese momento, no existía nada más que el cuerpo de Ryu bajo el suyo, el calor de su piel y el eco de sus gemidos resonando en la habitación.
Cada caricia, cada roce, cada mirada era una confirmación de lo que ambos sentían: una atracción abrumadora que los había llevado a ese momento, donde las palabras ya no eran necesarias, solo el lenguaje de sus cuerpos, entrelazados en una conexión que parecía infinita.
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