En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
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Rastros del abismo
El sonido de las llaves girando en la cerradura del apartamento rompió el silencio. Nicolás empujó la puerta y dejó caer su maletín en el suelo de madera. Desde la cocina, Samuel apareció con una sonrisa, una copa de vino en la mano.
—Llegas tarde, —dijo Samuel, apoyándose contra el marco de la puerta.
—Reuniones interminables, —respondió Nicolás, sin mirarlo.
La tensión en el aire era palpable. Nicolás se acercó al bar para servirse un whisky, evitando el contacto visual. Samuel notó su incomodidad.
—¿Algo te preocupa? —preguntó Samuel, acercándose.
Nicolás se giró, finalmente enfrentándolo. —¿Dónde estuviste esta tarde?
Samuel parpadeó, desconcertado. —¿Qué?
—Te vi. Con un hombre, cerca del viejo almacén en el distrito industrial. —Nicolás dio un paso al frente, su voz afilada. —¿Quién es él?
Samuel permaneció en silencio por un instante demasiado largo antes de responder. —Solo un viejo amigo. Nada importante.
—No mientas, Samuel, —espetó Nicolás, su tono subiendo. —¿Qué está pasando?
—¡No es lo que piensas! —gritó Samuel, dejando su copa sobre la mesa con fuerza. —Hay cosas que no puedes entender.
Nicolás lo miró con incredulidad. —¿No puedo entender? ¿De qué demonios estás hablando?
Samuel retrocedió, como si sus propios pensamientos lo estuvieran atrapando. Finalmente, dejó escapar un suspiro pesado. —Hay cosas de mi vida que... preferiría mantener en el pasado.
—Pues parece que ese pasado está alcanzándote, —respondió Nicolás con frialdad.
El descubrimiento
Esa noche, mientras Samuel dormía profundamente, Nicolás no podía conciliar el sueño. Cada palabra de Samuel resonaba en su cabeza. Incapaz de contener su curiosidad, tomó el teléfono de Samuel del buró y comenzó a buscar.
La galería estaba llena de fotos comunes, pero un archivo encriptado llamó su atención. Después de varios intentos fallidos, logró abrirlo usando una combinación que recordaba haber visto en una vieja libreta de Samuel.
Lo que encontró lo dejó sin aliento: transferencias bancarias sospechosas, fotos de reuniones con hombres desconocidos y correos electrónicos cifrados que hablaban de "entregas" y "silencio garantizado".
—¿Qué demonios has estado haciendo? —murmuró Nicolás.
Un mensaje nuevo apareció en la pantalla:
"El tiempo se acaba. Nos veremos mañana a las 10. No traigas compañía."
Nicolás sintió un escalofrío recorrer su espalda. ¿En qué estaba metido Samuel?
La sombra de Marina
Al mismo tiempo, Marina caminaba por un sendero oscuro en el parque. Las pesadillas seguían acechándola, y el relicario que llevaba colgado al cuello parecía pesar cada vez más. Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro del hombre de sus sueños, sus advertencias resonando en su mente.
—“Lo que buscas podría destruirte.”
Marina se detuvo frente a una fuente, observando el agua reflejar la luz de la luna. Sentía como si alguien la estuviera observando. Miró a su alrededor, pero el parque estaba vacío.
—Estás paranoica, —se dijo en voz baja.
Sin embargo, la sensación persistió. Sacó el relicario de debajo de su abrigo y lo sostuvo en sus manos. Su superficie fría vibró ligeramente, y un susurro inaudible pareció escapar de su interior.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó al aire, su voz quebrada.
El susurro cesó, pero Marina sintió una presencia detrás de ella. Giró rápidamente, pero no había nadie.
—Basta, Marina. Solo son tus nervios, —se dijo a sí misma, aunque el nudo en su estómago sugería lo contrario.
El enfrentamiento
A la mañana siguiente, Nicolás enfrentó a Samuel en el desayuno.
—Sabes que no puedo ignorar esto, —dijo, dejando caer el teléfono sobre la mesa con los mensajes abiertos.
Samuel palideció al ver la pantalla. —¿Qué hiciste?
—Deberías preguntarte qué hiciste tú, —respondió Nicolás, cruzando los brazos. —Quiero la verdad, Samuel. Ahora.
Samuel miró a Nicolás con una mezcla de rabia y miedo. —No es tan simple.
—Hazlo simple, —exigió Nicolás.
Samuel apretó los puños y finalmente habló. —Estoy en deuda con gente peligrosa. Gente que no perdona errores.
—¿Deudas? ¿Qué clase de deudas? —preguntó Nicolás, incrédulo.
—Dinero. Información. Mi pasado está lleno de cosas que prefiero olvidar, pero esas cosas no me dejan ir, —confesó Samuel, su voz apenas un susurro.
Nicolás lo miró con una mezcla de compasión y repulsión. —¿Y qué piensas hacer ahora?
—Lo que siempre hago, —respondió Samuel con un tono sombrío. —Sobrevivir.
Esa noche, Nicolás no pudo quedarse en el apartamento. Necesitaba espacio para pensar, así que caminó sin rumbo fijo por la ciudad, las palabras de Samuel resonando en su mente.
Se detuvo en un puente, mirando las luces reflejadas en el río. En ese momento, escuchó un sonido detrás de él. Al girarse, vio a un hombre vestido de negro, con una capucha que cubría su rostro.
—¿Nicolás? —preguntó el hombre, su voz baja y amenazante.
Nicolás retrocedió un paso. —¿Quién eres?
—Eso no importa, —respondió el hombre, acercándose lentamente. —Lo que importa es que te mantengas fuera de esto.
—¿De qué estás hablando? —exigió Nicolás, sintiendo su pulso acelerarse.
El hombre no respondió. En cambio, dejó caer un sobre en el suelo frente a Nicolás antes de desaparecer en la oscuridad.
Con manos temblorosas, Nicolás recogió el sobre y lo abrió. Dentro había una foto de Marina sosteniendo el relicario y un mensaje escrito con tinta roja:
"Todo está conectado. Incluso las sombras tienen un precio."
Nicolás, sigue sosteniendo el sobre, mira fijamente al horizonte, con los ecos de la advertencia resonando en su mente.