"El lío de Carlos" es una novela inspirada en una historieta escolar que narra las aventuras de Carlos, un joven carismático, despreocupado y amante de la diversión. Con su espíritu libre, disfruta explorando sus relaciones, coqueteando sin límites tanto con las chicas, pero tal parece que el destino cambiara el rumbo de su vida.
Por otro lado, se encuentra Janeth una joven trabajadora y determinada que enfrenta una lucha personal por encontrar una cura para su abuelo. En medio de los enredos y dramas que rodean la vida de Carlos y Janeth, sus caminos se cruzarán de formas inesperadas. ¿Logrará el amor triunfar entre tantas dificultades? Acompaña a estos personajes en una historia llena de emociones, retos y descubrimientos.
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Capítulo 21: Confesiones silenciosas
Los días se deslizaban como agua entre las manos de Janeth. Con la boda cada vez más cerca, los preparativos parecían consumir todo su tiempo y energía. Sin embargo, lo que realmente pesaba sobre ella era la sensación de estar atrapada en un destino que no había elegido.
Un día, mientras tomaban café en la sala de descanso de la empresa, Valeria notó la mirada perdida de Janeth.
—¿Hasta cuándo vas a dejar que esta boda te consuma? —preguntó, dejando su taza sobre la mesa.
Janeth sonrió débilmente.
—No es la boda, Valeria. Es todo… la presión, las expectativas, el no tener control sobre mi propia vida.
Valeria frunció el ceño y tomó su mano.
—Entonces necesitamos hacer algo al respecto. Este fin de semana salimos. Sin excusas.
Antes de que Janeth pudiera negarse, Sebastián entró a la sala. Su mirada se detuvo en ambas, curioso.
—¿Qué pasa? ¿Por qué esas caras tan serias?
—Intento convencer a Janeth de que salga conmigo este fin de semana. Necesita distraerse.
Sebastián sonrió y, con un tono despreocupado, dijo:
—Si necesita distraerse, más vale hacerlo en grupo. ¿Qué les parece si me uno? Les prometo que será divertido.
Janeth lo miró con escepticismo, pero Valeria no le dio tiempo para negarse.
—Perfecto. Entonces seremos los tres. No hay vuelta atrás, Janeth.
Janeth suspiró, resignada.
—Está bien. Pero nada complicado, por favor.
El sábado llegó más rápido de lo que Janeth esperaba. Sebastián las pasó a buscar a ambas en su auto. Valeria, siempre animada, no paraba de hablar sobre lo emocionada que estaba por la salida, mientras Janeth intentaba relajarse.
Sebastián las llevó a un restaurante pequeño y acogedor, iluminado con luces cálidas y decorado con plantas que colgaban del techo. La mesa que les asignaron estaba junto a una ventana, desde donde se veía la calle iluminada con los faroles de la noche.
La conversación empezó ligera, con Valeria contando anécdotas graciosas del trabajo. Sebastián añadía comentarios ingeniosos que arrancaban risas de ambas. Janeth, por momentos, olvidaba sus preocupaciones.
En medio de la cena, Sebastián notó que Janeth se quedaba en silencio más de lo usual.
—¿En qué piensas? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella.
Janeth parpadeó, volviendo al presente.
—Nada importante. Solo… estaba disfrutando el momento.
Sebastián sonrió, pero no insistió. Valeria, con su instinto protector, decidió cambiar el tema.
—Después de esto, deberíamos dar un paseo. El parque que está cerca es precioso por la noche.
El parque estaba tranquilo, iluminado por los faroles que proyectaban sombras largas sobre el césped. El aire fresco de la noche era un contraste agradable con el bullicio del restaurante.
Valeria caminaba un poco más adelante, dándoles espacio, mientras Sebastián y Janeth seguían el sendero juntos.
—Gracias por esto —dijo Janeth, rompiendo el silencio—. Necesitaba despejarme más de lo que pensaba.
Sebastián la miró con una leve sonrisa.
—Todos necesitamos un respiro de vez en cuando. No puedes cargar con todo tú sola.
Janeth sintió un nudo en la garganta. Aunque Sebastián no lo sabía, sus palabras habían tocado una fibra sensible.
—Es más fácil decirlo que hacerlo.
Sebastián se detuvo y la miró fijamente.
—Entonces aprende a soltar. No estás sola, Janeth. Tienes a Valeria, y también me tienes a mí.
Sus palabras la desarmaron, pero antes de que pudiera responder, Valeria regresó corriendo hacia ellos.
—¡Miren qué vista! —dijo señalando un pequeño lago donde las luces de los faroles se reflejaban en el agua.
Janeth suspiró y dejó que la conversación ligera volviera a llenar el aire.
Después del paseo, Sebastián las llevó de regreso a sus casas. Fue el primero en despedirse de Valeria, quien no perdió la oportunidad de susurrarle a Janeth:
—¿Verdad que necesitabas esto?
Janeth asintió con una pequeña sonrisa. Cuando llegaron a su casa, Sebastián bajó del auto para abrirle la puerta.
—Espero que esta noche te haya ayudado a olvidarte, aunque sea por un rato, de lo que te preocupa.
Janeth lo miró, agradecida.
—Lo hizo. Gracias, Sebastián.
Ambos se despidieron con un apretón de manos, pero mientras Janeth entraba a su casa, una sensación extraña se instaló en su pecho. Por primera vez en mucho tiempo, había sentido algo cercano a la paz.
Sebastián la observó entrar antes de volver al auto. Mientras conducía de regreso, no podía dejar de pensar en cómo su corazón se aceleraba cada vez que Janeth sonreía.
¿Será que Sebastián le confesará lo que siente por Janeth? ¿Complicará esto aún más los sentimientos que Janeth guarda en silencio?