Sipnosis
En la cosmopolita ciudad de Busan, tres vidas se entrelazan en un inesperado triángulo de emociones. Joon-Ho, un humilde maestro de matemáticas, lucha por equilibrar su pasión por la enseñanza con las limitaciones de su origen. Durante una conferencia, su vida da un vuelco al conocer a Han Soo-Yeon, una encantadora profesora de arte y dueña de una acogedora biblioteca. La conexión entre ellos es instantánea, aunque sus mundos parecen demasiado lejanos para unirse.
Mientras Joon-Ho intenta conquistar el corazón de Soo-Yeon, no se percata de los sentimientos de Mi-Ra, una de sus estudiantes, hija de una familia adinerada y atrapada en un amor no correspondido por su maestro. Desde hace meses, Mi-Ra guarda en secreto lo que siente, pero la creciente cercanía entre Joon-Ho y Soo-Yeon pone a prueba su paciencia y valentía.
Entre las lecciones de la vida y las barreras que impone la sociedad, "Oh, ¡Maestro! Quiéreme" explora los conflictos del amor prohibido, las
NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Un momento embarazoso.
Joon-Ho apenas había recuperado algo de compostura, Al escuchar que sella ya se iba, cuando escuchó los pasos de su hermano, Min-Ho, subiendo las escaleras. Antes de que pudiera pensar en lo que estaba sucediendo, Min-Ho abrió la puerta de su habitación y dijo con voz despreocupada:
—Hyung, llegó alguien más.
Joon-Ho, sentado en el borde de la cama, se pasó una mano por el cabello, exhausto. —Si es algún amigo mío, dile que estoy ocupado y que vuelva más tarde.
—No es un amigo. —Min-Ho sonrió con picardía. —Es la maestra Soo-Yeon.
El corazón de Joon-Ho se detuvo un instante. Sintió cómo el color abandonaba su rostro mientras su mirada se dirigía automáticamente a Mi-Ra, quien, aún en su provocador babydoll, lo miraba con una sonrisa burlona escondida detrás de la puerta.
—¿Qué? —balbuceó Joon-Ho, sin saber si lo que escuchaba era real.
Min-Ho, aparentemente ajeno al caos que acababa de desatarse, continuó: —Sí, está abajo. Me preguntó si estabas aquí. Le dije que sí, así que subió conmigo.
Joon-Ho saltó de la cama, su mente girando a toda velocidad. Soo-Yeon estaba en su casa. Su prometida. En ese momento. Mientras Mi-Ra estaba en su habitación, vestida de esa manera.
—¡Hyung, parece que no te importó que viniera! —gritó Min-Ho desde el pasillo, antes de bajar las escaleras para atenderla.
Joon-Ho cerró la puerta de su habitación de un golpe, girándose hacia Mi-Ra, quien seguía disfrutando de la situación como si fuera un espectáculo especialmente entretenido.
—Tienes que vestirte. Ahora. —Su voz sonaba casi desesperada, pero Mi-Ra no parecía tomarlo en serio.
—¿Por qué? —preguntó, con aire despreocupado, mientras jugaba con la delgada tira de su babydoll. —¿Acaso no quieres que tu querida Soo-Yeon se entere de que tienes otra visita más interesante?
—Mi-Ra, por favor. —Joon-Ho bajó la voz, intentando sonar más convincente. —Si ella te ve aquí…
—¿Qué? —Lo interrumpió Mi-Ra, acercándose a él con pasos calculados. —¿Qué pasará, Joon-Ho? ¿Qué vas a hacer?
Él tragó saliva, sintiendo que el tiempo se le escapaba. Las escaleras crujieron ligeramente, indicando que Soo-Yeon ya estaba subiendo. Sin más opciones, se apresuró a tomar a Mi-Ra por los hombros y la guió hacia el baño.
—Por favor, entra y cámbiate rápido. —Su voz era un susurro apurado. —Prometo que haré lo que quieras, lo que sea, pero por favor, quédate aquí y no salgas.
Los ojos de Mi-Ra brillaron con triunfo. —¿Lo que sea?
—Sí, lo que sea. —repitió Joon-Ho, sin detenerse a pensar en lo que acababa de prometer.
Mi-Ra sonrió ampliamente, disfrutando del poder que tenía sobre él. Se giró y caminó hacia el baño, cerrando la puerta con un movimiento deliberadamente lento.
—¡Min-Ho, dile que pase! —se escuchó la voz de Soo-Yeon desde el pasillo.
Joon-Ho sintió que el sudor frío le corría por la frente mientras se apresuraba a organizar su habitación para que no quedara evidencia de la presencia de Mi-Ra. Cuando la puerta se abrió y Soo-Yeon apareció, él ya estaba sentado en su escritorio, con un libro abierto frente a él, fingiendo estudiar.
—¡Soo-Yeon! —dijo con una sonrisa forzada. —¿Qué haces aquí?
Ella le devolvió la sonrisa mientras cerraba la puerta detrás de ella. —Decidí pasar a visitarte. Estaba cerca y pensé que tal vez podríamos tomar algo después de que termines tus clases—le dice mientras le estamos un dulce beso.
—Oh, claro… Claro. —Joon-Ho intentó mantener un tono tranquilo mientras rezaba para que Mi-Ra no hiciera ruido en el baño.
Soo-Yeon se sentó en la cama, mirando alrededor con curiosidad. —¿Estabas ocupado? Tu hermano dijo que estabas con alguien.
Joon-Ho se tensó. —Ah, sí. Se habrá confundido. Una… estudiante. Tenía una vídeoconferencia estudiantil de mi clase para los que están más flojos.
—Oh, ¿sí? —Soo-Yeon sonrió con dulzura. —Es bueno que ayudes a otros. Siempre has sido tan dedicado.
—Sí… Eso intento. —respondió, forzando una risa mientras su mente seguía en alerta máxima.
En ese momento, un leve ruido vino del baño. Soo-Yeon ladeó la cabeza, confundida.
—¿Qué fue eso?
Joon-Ho se levantó rápidamente. —Ah, debe ser mi hermano. Estaba usando el baño, seguro dejo algo mal puesto y se calló.
—Oh, entiendo. —Soo-Yeon se puso de pie. —Bueno, ¿nos vamos?
—¡Claro! —dijo rápidamente, deseando salir de ahí lo más pronto posible. Mientras caminaban hacia la puerta, miró de reojo al baño y rezó para que Mi-Ra no hiciera nada más para arruinar el momento.
Cuando finalmente salieron de la casa, Joon-Ho soltó un suspiro de alivio, pero sabía que esto no había terminado. Había prometido algo a Mi-Ra, y estaba seguro de que ella no lo dejaría olvidar.
Joon-Ho cerró la puerta principal tras de sí, intentando calmar el caos que llevaba dentro. Soo-Yeon lo esperaba junto al auto, ajena a la tormenta interna que él sufría. Una sonrisa tranquila iluminaba su rostro mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja.
—¿Todo bien? —preguntó ella, notando el leve retraso en su respuesta.
—Sí, claro. Vámonos. —respondió él con un esfuerzo evidente por sonar despreocupado.
Mientras Joon-Ho conducía, Soo-Yeon llenaba el aire con comentarios ligeros sobre el día que planeaban pasar juntos. Él asentía en los momentos correctos, aunque su mente estaba atrapada en lo que había dejado atrás: Mi-Ra, en su habitación, con esa mirada llena de intenciones que solo complicaba más las cosas.
Mientras tanto, en el cuarto de Joon-Ho, Mi-Ra se paseaba descalza sobre la alfombra, vistiendo un coqueto babydoll que había elegido especialmente para provocarlo antes de que se marchara. Se dejó caer en la cama, riendo suavemente para sí misma. Su mirada recorrió la habitación, absorbiendo cada detalle, cada rincón del espacio que pertenecía a él.
Con el teléfono en mano, Mi-Ra se inclinó ligeramente sobre el borde de la cama, ajustando la cámara para capturar una pose sugerente con una foto de su maestro de fondo. El babydoll dejaba poco a la imaginación mientras ella jugueteaba con su cabello, posando como si estuviera modelando para alguien especial.
—Tu cama es más cómoda de lo que pensaba. —murmuró para sí misma, tomando varias fotos en diferentes ángulos. También decidió tomar un vídeo.
No contenta con solo quedarse en la cama, comenzó a explorar. Abrió el armario de Joon-Ho, deslizando los dedos por sus camisas perfectamente colgadas. Eligió una de sus camisas blancas y se la puso encima del babydoll, dejando los botones desabrochados.
—Esto te hará perder la cabeza. —dijo, riendo con picardía.
Se acercó al espejo de cuerpo entero junto a la ventana y tomó más fotos. Algunas eran juguetonas, otras más atrevidas como ladear su tanga o meter su mano en sus partes privadas mientras pone una cara de pervertida, todas con la intención de recordarle a Joon-Ho que no podía ignorarla por mucho tiempo.
Luego, caminó hacia su escritorio, observando los papeles apilados cuidadosamente y los libros abiertos. Una ligera sonrisa cruzó su rostro mientras tomaba uno de los bolígrafos y lo giraba entre sus dedos. Se sentó en la silla giratoria, cruzando las piernas y otra con ellas abiertas dejando poco a la imaginación, ella tomó unas fotos más con su teléfono.
Joon-Ho, mientras tanto, estacionó el auto frente al restaurante donde había reservado mesa para él y Soo-Yeon. Cuando se bajaron, Soo-Yeon tomó su brazo, ajena al torbellino emocional que Joon-Ho estaba intentando contener.
—Espero que esta noche te ayude a relajarte. —dijo ella, apoyándose ligeramente en su hombro mientras caminaban hacia la entrada.
Joon-Ho asintió, forzando una sonrisa. Pero en su mente, las imágenes de Mi-Ra seguían invadiendo cada pensamiento. La amenaza implícita, las insinuaciones, la manera en que se había adueñado de su espacio personal… No podía concentrarse.
—¿Estás seguro de que todo está bien? —preguntó Soo-Yeon nuevamente, mirándolo con preocupación.
—Sí, solo tengo mucho en la cabeza.
La velada transcurrió con conversaciones superficiales y sonrisas forzadas por parte de Joon-Ho. Soo-Yeon intentaba animarlo, pero él apenas podía sostener la fachada.
En casa, Mi-Ra no había terminado de divertirse. Se colocó otra de las camisas de Joon-Ho, esta vez azul claro, que llevaba un aroma inconfundible a él. Se recostó en la cama, bajo su tanga hasta la mitad de sus muslos, abrazando una de sus almohadas, y tomó una foto más, enviándola directamente a su teléfono.
"Me siento muy cómoda aquí. ¿Segura de que no quieres regresar? Te haré muy feliz"
La respuesta de Joon-Ho no llegó, pero Mi-Ra no se preocupó. Sabía que lo estaba empujando al límite, y ese era exactamente su objetivo.