Cuando Sophie Dubois, una joven de 25 años con dependencia emocional, comienza a sospechar la infidelidad de su esposo, Ricardo Conti, su mundo se desmorona. Sophie hace de todo por mantener su matrimonio, preparando cenas a las que su esposo no llega. En vez de eso, él se dedica a recalcar que Sophie ha desmejorado su aspecto.
Decidida a salvar su matrimonio, Sophie acude a una terapia de pareja aconsejada por su mejor amiga. Sin embargo, el terapeuta que la recibe no es quien dice ser.
Lorenzo Moretti, un mujeriego y adinerado empresario de 30 años adicto al trabajo, se hace pasar por su hermano, el terapeuta, cuando este no llega. Desde el momento en que ve a Sophie, él se siente atraído por ella.
A través de las falsas terapias, él intenta que Sophie aprenda a amarse a sí misma y deje la dependencia que tiene hacia Ricardo. Entre risas, lágrimas y situaciones inesperadas, Sophie deberá decidir si vale la pena luchar por un amor que la ha traicionado o es momento de volver a amar
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Tiempo
Lorenzo preparó un lugar de trabajo al aire libre con lienzos, pinturas y caballetes, mientras Sophie observaba divertida. "Mira, tengo estas cosas por aquí" dijo él, sonriendo. Sophie se rio y comentó, "¡Qué divertido se ve esto! Hace mucho que no pinto. Lorenzo infló su pecho con orgullo y bromeó, "Yo soy un excelente artista, Picasso se copió de mí", lo que hizo reír a Sophie.
"¡Wow, qué honor tenerlo a mi lado entonces!", respondió ella, sonriendo. Lorenzo se burló, "Espero que no te guste mucho ese vestido". Sophie frunció el ceño y preguntó, "¿Por qué?" Lorenzo, sonriendo, le entregó los instrumentos de trabajo y dijo, "Porque voy a ponerle color a tu vida y a tu vestido".
Sophie comenzó a pintar, enfocándose en lo hermoso del paisaje que la rodeaba, capturando cada detalle. Lorenzo la observaba detrás de su lienzo, pintando como si estuviera retratándola. Sophie se reía de las caras graciosas que él hacía. "No te muevas tanto, Sophie," dijo Lorenzo, continuando con su pintura.
Un rato después, ambos terminaron. Sophie observó a Lorenzo y suspiró, "Vaya, me salió mejor de lo que imaginé", dijo con una gran sonrisa. Lorenzo, impresionado, caminó hasta ella y preguntó, "Quiero ver tu pintura, ¿puedo?" Sophie asintió y respondió, "Por supuesto. Al ver el lienzo, Lorenzo quedó impresionado. "Sophie, eres genial. ¿No has pensado en hacer una exposición? Eres muy buena", dijo, haciendo que Sophie se sonrojara.
"Gracias, L". No sé, jamás lo he pensado, pero puede ser momento de intentarlo, respondió ella con una gran sonrisa.
Luego, Sophie preguntó, "¿Puedo ver el tuyo?" Lorenzo bromeó, "Sí, solo no lo vayas a usar en tu exposición y a decir que es tuyo a menos que dividamos las ganancias". Sophie frunció el ceño y dijo:
"Jamás haría eso, L." Lorenzo caminó hasta su lienzo y lo mostró. Sophie no pudo contener la risa al ver las manchas y la figura de palitos y un círculo que Lorenzo había pintado.
"¿Verdad que soy Picasso?", preguntó Lorenzo. Sophie, aguantando la risa, asintió y dijo, "Por supuesto que sí, eres un artista. Es un arte… mmm, abstracto. Ambos soltaron una carcajada. Lorenzo, fingiendo estar ofendido, dijo, "Eres mala y por eso le daré color a tu ropa". Sophie retrocedió riendo, "¡No, Leonardo! Está hermoso tu arte, es incomprensible, pero lindo", siguió riendo mientras Lorenzo tomaba su pincel y paleta.
"¿Conoces una técnica llamada, salpicado?", preguntó Lorenzo. Sophie comenzó a retroceder, negando, pero eso no impidió que Lorenzo la manchara de pintura.
Ambos cayeron riendo al césped, pintándose mutuamente. Era una escena muy graciosa y bonita. Sophie lo miró y ambos sintieron ganas de besarse, pero Sophie sabía que estaba mal. Además, Lorenzo era su "doctor" y no era correcto, o eso era lo que ella pensaba de las relaciones médico paciente.
Se levantaron riendo y almorzaron juntos. Solo se lavaron la cara y las manos, dejando la ropa como testigo de su día maravilloso. Sophie se sentía más tranquila, habiendo soltado todo lo que la oprimía.
La tarde cayó y ella se despidió, subió a su auto que había sido traído por un guardaespaldas y se fue, mientras Lorenzo la seguía en el suyo, recordándole por teléfono que no se dejara vencer. Lorenzo no dejaba de preocuparse por ella. Todo lo que vivió el día de hoy fue muy fuerte, aunque se alegra de que al menos haya confiado en él.
Sophie llegó a su hogar, ese que ya no lo veía como tal; todas las paredes se le hacían opresivas y la decoración fúnebre se sintió extraña una vez entró.
La joven de ojos azules se dedicó a preparar postres y a ver películas, a comer palomitas y a disfrutar de su soledad. Ella iba a tomar el tiempo que le dio Ricardo y le haría ver que con su tiempo nadie se volvería a meter.
Esa noche el diario volvió a recibir información sobre Lorenzo, ese doctor que era un ángel para ella. Sophie se decía así misma que quería amarse, salir con ella misma, regalarse cosas y darse ella misma gustos, pues nadie debía amarla más que ella misma.
Sophie tenía miedo de caer en depresión en la noche al ver la ausencia de Ricardo. Como pasó en tiempos pasados, esta vez solo hubo paz y en su cabeza el día que pasó con su doctor.
Mientras, Sophie terminó la noche descansada allí, tranquila por haber entendido lo que le hacía su esposo. Ricardo estaba en un hotel de lujo con Ivette y, a pesar de que pasó el día con ella en la playa, comiendo y disfrutando, no sacaba a Sophie de su cabeza; ella tenía algo y esto no le gustaba. Por suerte, el resultado de este tiempo sería tan favorable como los demás, o eso pensó.
Ricardo pasó los siguientes días con su adorada Ivette. Él vivía su sueño y se reía de ella con él, pero Ivette estaba cansada de ser la otra; ya no quería seguir en las sombras, por eso grabó a Ricardo y se tiró fotos con él. Estaban desnudos, sonrientes, en la playa, bailando.
Ivette haría su movimiento maestro, ella sería la señora Conti y esa poca cosa y traumada mujer no sería más que un mal recuerdo.
Sophie siguió sus terapias con Lorenzo; fueron a clases de cocina, luego a un teatro; fueron a una de baile donde Lorenzo tuvo que hacer bailes que no iban con él, hasta pole dance práctico. Él era muy gracioso y día tras día se esforzaba más. El tiempo seguía corriendo y se acercaba la hora de que su hermano regresara. Él debía inventarse algo. No quería dejar de ver a Sophie, aunque ella ya no era aquella misma chica cohibida que entró al consultorio. Esta nueva Sophie era una mujer más segura de sí misma, alegre, altiva y capaz de enfrentar cualquier reto.
Sophie en las terapias descubrió que bailaba, pintaba, escribía, tocaba instrumentos y hasta cantaba. Ella estaba lista para enfrentarse al mundo, pero él no la quería soltar. Hasta consiguió que Alejandro le diera trabajo en su empresa y allí comenzó a abrir sus alas, aunque lo que ella quería era algo más alto; ella no necesitaba el dinero, pero sí sentirse útil. Se veía con él cuando salía del trabajo y a pesar de no saber de Ricardo más que para decirle que seguía alargando el tiempo y que regresaba para su cumpleaños, ella se sentía y se veía muy tranquila.
