Las gorditas no tenemos derecho a enamorarse.
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Capítulo 18
Cuando entro en la habitación del demonio, admiro los lujos con que cuenta cada rincón del lugar, pero así mismo lo sombría que es y lo fría que se siente.
Al caer en cuenta del malestar que me produce estar aquí, hago el intento de huir, pero en ese momento él entra en la habitación y choco contra su hermoso cuerpo. Me toma entre sus brazos y dice — vas para alguna parte?… niego con la cabeza y me retiro de su agarre.
Él me me quita su agarre, cierra la puerta y se acera por detrás, acaricia mis hombros, retira el cabello que cae en la espalda, se acerca a mi oído y dice — este vestido rojo te queda increíble… yo solo pienso en que mi cuerpo reacciona a cada caricia y beso que me da, no entiendo porque no puedo resistirme a sus encantos, si me repito una y mil veces que es es un demonio.
Estoy paralizada, solo siento que se retira por unos segundos y luego empieza a bajar la cremallera que trae el vestido, al tiempo que abre el cierre su otra mano va acariciando mi espalda, no puedo evitar lo bien que se siente, mi corazón se acelera y mi cuerpo pide que no pare, lucho entre mi deseo y la razón, claramente la razón ha perdido la batalla, porque estoy completamente a su merced.
El vestido cae y él se acerca, percibo su piel desnuda y mi cuerpo solo puede desear ser tocado completamente por él. Me voltea para quedar frente a frente, su mirada es intensa y parece que sus ojos lanzaran fuego.
Me toma el rostro entre sus manos, me da un beso profundo y apasionado, luego me dirige con suavidad hacia el costado de la cama y lentamente me recuesta sobre ella. Él se queda un rato admirando mi cuerpo desnudo, situación que me pone incómoda, porque jamás me he gustado y de esa manera creo que los demás piensan.
Luego se acerca besando cada espacio de mi cuerpo y cuando llega a mi oído dice — eres increíblemente hermosa Mariana… en su tono puedo notar sinceridad y esa actitud hace que me confunda completamente.
Cuando terminamos, yo trato de levantarme para irme a mi habitación, pero él me detiene y dice — quédate esta noche conmigo… quedo soprendida, porque no pensé que me pediría eso. Ante su solicitud me acomodo a su lado, pero el me toma de la cintura y me pega a su cuerpo; su aliento y su aroma me embriagan a tal punto que no me doy cuenta que he quedado profunda sobre su pecho, su respiración fue como un arrullo.
A la mañana siguiente cuando despierto me doy cuenta que él ya no esta, me pongo de nuevo el vestido, tomo mis zapatos y me dirijo hacia mi habitación, estando allá me doy un baño y me alisto para bajar a desayunar.
Al bajar me encuentro con Rosita que me dice — buenos días señora… le sonrío y le repsondo — buenos días, cómo amaneces?… ella reponde a mi gesto y dice — muy bien gracias señora, el desayuno está listo, le sirvo?… afirmó y le digo — me sirves en el comedor de la cocina porfavor… ella afirma y empieza a caminar hacia la cocina, pasos que sigo.