Bajo La Piel

El día de la boda de Mía y Cristian había sido perfecto en todos los sentidos. La ceremonia había sido emotiva, la recepción estaba en pleno apogeo y todos los invitados disfrutaban de la celebración. Sin embargo, entre risas, brindis y abrazos, Mía y Cristian compartieron miradas llenas de complicidad, sintiendo la necesidad de un momento a solas, un respiro antes de embarcarse en la nueva etapa de su vida juntos.

Mientras la banda tocaba una suave melodía y los invitados bailaban alegremente, Cristian se inclinó hacia Mía, susurrándole al oído. “¿Qué te parece si nos escapamos por un rato? Solo tú y yo.”

Mía, con una sonrisa cómplice, asintió. “Me parece perfecto. Necesito un poco de aire.”

Con un plan improvisado, se despidieron discretamente de algunos amigos cercanos, asegurándose de que nadie sospechara nada. Victoria, observadora como siempre, captó su intención y les dedicó una sonrisa alentadora. “Vayan, disfruten. Este es su día.”

Cristian tomó la mano de Mía y, con cuidado de no atraer demasiada atención, la guió hacia la salida trasera del lugar. El aire nocturno era fresco y lleno de promesas, un contraste refrescante con la calidez y el bullicio de la recepción. Se dirigieron al estacionamiento, donde Cristian había preparado de antemano un coche para su pequeña escapada.

“Mía, quiero que nuestra primera noche como esposos sea especial, solo para nosotros”, dijo Cristian mientras encendía el motor del coche.

Mía lo miró con amor y emoción. “Estoy lista. Vamos a donde quieras llevarme.”

Cristian sonrió y comenzó a conducir. El destino era un lugar secreto, un lugar donde había planeado comenzar su luna de miel de una manera inolvidable. Manejaron en silencio, disfrutando de la compañía mutua y la emoción de su pequeña aventura.

Después de una hora de viaje, llegaron a una acogedora cabaña en las montañas, rodeada de árboles y con una vista espectacular del valle iluminado por la luna. Cristian había encontrado este lugar meses antes y había planeado su escape romántico como una sorpresa para Mía.

“Es hermoso, Cristian”, dijo Mía mientras salía del coche, maravillada por la tranquilidad y la belleza del lugar.

“Quería que nuestra primera noche como esposos fuera especial”, dijo Cristian, tomando su mano y guiándola hacia la cabaña.

Al entrar, Mía quedó impresionada por la cálida y acogedora decoración. Había velas encendidas, flores frescas y una mesa preparada con una cena ligera y champán. La chimenea crepitaba suavemente, llenando la habitación de un cálido resplandor.

“Eres increíble”, dijo Mía, abrazando a Cristian con fuerza. “No puedo creer que hayas planeado todo esto.”

“Quería que este momento fuera perfecto para nosotros”, respondió Cristian, besándola suavemente. “Ahora, ¿qué te parece si brindamos por nuestro amor?”

Abrieron la botella de champán y sirvieron dos copas. Se sentaron frente a la chimenea, disfrutando del calor y la intimidad del momento. Brindaron por su amor, su futuro y todos los sueños que estaban a punto de compartir.

“Por nosotros”, dijo Mía, levantando su copa.

“Por siempre”, agregó Cristian, chocando su copa con la de ella.

Después de cenar, decidieron explorar los alrededores. La noche estaba clara, y la luna llena iluminaba el paisaje con una luz plateada. Salieron al porche, donde había una bañera de hidromasaje con vista al valle. Cristian encendió la bañera, y el sonido del agua burbujeante se mezcló con los sonidos de la naturaleza.

“¿Te apetece un baño bajo las estrellas?”, preguntó Cristian con una sonrisa traviesa.

“Sería maravilloso”, respondió Mía, ya imaginando la relajación que les esperaba.

Se desnudaron con timidez y emoción, y entraron en la bañera. El agua caliente y las burbujas los envolvieron en una sensación de confort y tranquilidad. Se recostaron uno contra el otro, disfrutando de la sensación de estar juntos en ese paraíso privado.

“Esto es perfecto”, susurró Mía, cerrando los ojos y dejando que el momento la envolviera.

“Eres perfecta”, respondió Cristian, acariciando su cabello. “No puedo esperar para pasar el resto de mi vida contigo.”

Pasaron horas en la bañera, hablando sobre sus sueños, sus planes y todas las cosas que querían hacer juntos. La conversación fluyó fácilmente, como siempre lo hacía entre ellos, y se dieron cuenta de lo afortunados que eran de haberse encontrado.

Finalmente, cuando el agua comenzó a enfriarse, salieron de la bañera y se envolvieron en suaves toallas. Regresaron al interior de la cabaña, sintiéndose relajados y felices. Cristian encendió la chimenea una vez más, y se acomodaron juntos en el sofá, disfrutando del resplandor cálido y la compañía del otro.

“Mía, hay algo que quiero darte”, dijo Cristian, levantándose y buscando en su maleta.

“¿Qué es?”, preguntó Mía, curiosa.

Cristian regresó con una pequeña caja de madera. La abrió, revelando un collar con un colgante en forma de corazón. “Es un regalo para ti, para recordar siempre este momento y lo mucho que te amo.”

Mía tomó el collar, sus ojos llenos de emoción. “Es hermoso, Cristian. Gracias.”

“Quería que tuvieras algo especial para recordar esta noche”, dijo Cristian, ayudándola a ponerse el collar. “Eres mi vida, Mía.”

Se abrazaron, sintiendo la profunda conexión entre ellos. Sabían que este era solo el comienzo de su viaje juntos, y estaban emocionados por todo lo que les esperaba. Pasaron el resto de la noche hablando, riendo y disfrutando de la intimidad de su cabaña en las montañas.

A la mañana siguiente, se despertaron con los primeros rayos del sol entrando por las ventanas. Desayunaron juntos en el porche, disfrutando de la vista y la paz del entorno. Mientras tomaban su café, comenzaron a planear su luna de miel.

“¿A dónde te gustaría ir ahora?”, preguntó Cristian, mirando a Mía con una sonrisa.

“Siempre he querido visitar Italia”, respondió Mía. “¿Qué te parece?”

“Me parece perfecto”, dijo Cristian. “Vamos a empacar y comenzar nuestra aventura.”

Pasaron el resto del día explorando los alrededores, haciendo senderismo y disfrutando de la naturaleza. Se sentían libres y felices, sabiendo que tenían todo el tiempo del mundo para estar juntos.

Esa noche, volvieron a la cabaña y comenzaron a empacar sus cosas. Estaban emocionados por la aventura que les esperaba en Italia, pero también se sentían agradecidos por el tiempo que habían pasado juntos en la cabaña.

“Este lugar siempre será especial para nosotros”, dijo Mía, mirando alrededor de la cabaña una última vez.

“Así es”, dijo Cristian, abrazándola. “Pero ahora es el momento de comenzar nuestra nueva aventura.”

Con todo listo, se subieron al coche y comenzaron su viaje hacia el aeropuerto. Mientras conducían, hablaban sobre los lugares que querían visitar en Italia, la comida que querían probar y todas las experiencias que esperaban tener.

Cuando finalmente llegaron al aeropuerto, estaban llenos de emoción y anticipación. Tomaron su vuelo a Italia, y durante el viaje, se apoyaron el uno en el otro, soñando con todas las cosas que harían juntos.

Italia fue todo lo que habían soñado y más. Pasearon por las calles empedradas de Roma, exploraron las maravillas de la Toscana y disfrutaron de la serenidad de Venecia. Cada día estaba lleno de nuevas experiencias y recuerdos inolvidables.

Una tarde, mientras paseaban por los viñedos de la Toscana, Mía se detuvo y miró a Cristian. “Gracias por todo esto, Cristian. No podría imaginar una luna de miel mejor.”

Cristian la abrazó y la besó suavemente. “Gracias a ti, Mía, por ser mi compañera en esta aventura. No puedo esperar para ver qué nos depara el futuro.”

Mientras el sol se ponía sobre los viñedos, se abrazaron, sintiendo una profunda gratitud por el amor y la vida que compartían. Sabían que, sin importar a dónde los llevara la vida, siempre se tendrían el uno al otro.

Y así, con el corazón lleno de amor y esperanza, Mía y Cristian continuaron su viaje, sabiendo que su amor los guiaría a través de todas las aventuras que les esperaban. La luna de miel en Italia fue solo el comienzo de una vida juntos, llena de amor, risas y momentos inolvidables.