Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta. Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Malas intenciones?
La muchacha caminó hasta llegar a su automóvil, recordó lo que su antiguo jefe le había dicho el día anterior y mientras subía al vehículo sintió una oleada de angustia invadiendola, se sentó en el asiento y llevando las manos a su cara dejó correr las lágrimas por sus mejillas y el sollozó angustiante y triste brotó de su interior como si se estuviera rompiendo.
-¡Ay, mamá! - sollozó- No sabes cuanto te necesitamos.
Así se pasó aproximadamente media hora, hasta que consiguió calmarse y luego de secarse las lágrimas tomó fuerzas de donde pudo y poniendo en marcha el coche salió del estacionamiento dispuesta a conseguir un empleo lo más pronto posible.
Isabella pasó casi toda la mañana repartiendo su currículum, lo hizo en muchos lugares diferentes, desde negocios de ventas hasta oficinas de trabajo. Llegada la hora de retirar a Ian del colegio la muchacha regresó y lo esperó en la puerta con una sonrisa disfrazada y la esperanza de que esa tormenta en particular pronto terminaría.
Isabella espera fuera del colegio, observando a otros padres recoger a sus hijos. Finalmente, vio a Ian salir del edificio. Su paso era lento y sus hombros estaban caídos, ella notó claramente la tristeza del pequeño.
-" Pobrecito- pensó la muchacha-seguramente extraña a mamá más de lo que muestra.
-¡Hola, campeón! ¿Cómo te fue hoy en la escuela?- le dijo cuando él se acercó a ella.
- Bien- respondió él pequeño con tristeza.
-¿Te parece si vamos a tomar un helado?- sugirió ella intentando animarlo- Conozco una heladería nueva que abrió cerca de aquí.
- Está bien- respondio él niño levantando la mirada.
Isabella tomó la mano de Ian y se dirigieron a la heladería. Durante el camino, Isabella notó que su pequeño hermano seguía cabizbajo, pero decidió no presionarlo.
Al entrar a la heladería, los dos se sentaron en una mesa después de ordenar sus helados e Isabella intentó mantener la conversación ligera y alegre.
-¿Entonces, qué helado elegiste, Ian?- preguntó.
- Chocolate con chispas- respondió él sin mucho entusiasmo.
-¡Qué buena elección! Es uno de mis favoritos también. ¿Qué hiciste hoy en la escuela?
-Tuvimos una clase de ciencias y luego dibujo- respondió.
-¡Qué interesante! ¿Qué aprendiste en ciencias?
-Cosas sobre los planetas- dijo él encogiendose de hombros, restándole importancia.
-¡Eso suena genial!- exclamó ella dejando pasar lo que veía claramente- Siempre me han fascinado los planetas. ¿Y dibujaste algo en clase de arte?
- Sí, dibujé una casa- dijo el niño.
-Me encantaría verla. ¿Me la mostrarás cuando lleguemos a casa?
- Está bien.
Isabella se dio cuenta de que Ian estaba siendo distante, pero no quiso forzarlo a hablar más. Pero en el momento menos pensado el niño habló por sí mismo.
-Isa, ¿Nosotros siempre vamos a estar juntos? ¿verdad?- preguntó, ella lo miró desconcertada.
-Claro que sí, cariño- respondió sin dudarlo- ¿Por qué preguntas eso?
-Bueno... pues- el pequeño dudó, pero finalmente respondió- La maestra y la directora dijeron que para nosotros lo mejor es que nos separen.
- No, Ian- dijo ella con una mezcla de indignación y tristeza- Nunca vamos a separarnos, cariño. Yo siempre voy a cuidar de ti, tal como le prometí a mamá- El niño siguió tomando su helado, y en su rostro se reflejó el alivio.
Luego de tomar el helado, regresaron a su casa. Llegaron y se prepararon para la cena. La atmósfera era tranquila, pero algo tensa. Isabella trató de mantener una conversación amena con el niño.
- ¿Te gustaría ayudarme a poner la mesa, Ian?- preguntó.
-Sí- respondió él levantándose lentamente de su sitio.
Los hermanos trabajaron juntos en silencio, luego cenaron. Isabella observó a Ian, dispuesta a terminar con la preocupación de su hermano.
- ¿Te gustaría leer un cuento antes de dormir, Ian?- preguntó ella mientras cenaban.
-Sí, pero quiero uno que mamá me leía- respondió él
-Claro, podemos leer uno de esos. Mamá siempre elegía los mejores cuentos.
Terminaron de cenar y se prepararon para dormir. Isabella leyó el cuento a Ian, quien se acurrucó junto a ella, encontrando consuelo en la familiaridad.
- Buenas noches, cariño. Te quiero mucho- le dijo dejando un beso sobre su cabeza.
-Buenas noches, Isa. Te quiero.- susurró él con los ojos cerrados.
La muchacha apagó la luz y se quedó un momento en la habitación, observando a Ian mientras se quedaba completamente dormido. Se sintió aliviada de haberle proporcionado un poco de consuelo, para luego retirarse a su propia habitación y hacerse cargo de su tristeza.
El sol brillaba con intensidad cuando Isabella llevó a Ian al colegio. A pesar de su propia preocupación y dolor, trató de mostrar una sonrisa alentadora para su hermano pequeño. Ian, con su mochila azul a cuestas, la miró con sus ojos llenos de inocencia y confianza.
-Isa, ¿vendrás por mí al mediodía?- preguntó Ian, con un tono de voz esperanzado.
-Sí, claro que sí, Ian. Estaré aquí a tiempo- respondió ella, tratando de ocultar su angustia.
Después de despedirse de Ian, Isabella observó cómo entraba a su salón de clases, donde los niños ya estaban entusiasmados con las actividades de arte que la maestra había preparado. Isabella aprovechó ese momento para dirigirse a la oficina de la directora. Tenía algo muy importante que discutir.
Golpeó la puerta con firmeza y, después de unos segundos, la directora, la señora Gómez, la invitó a pasar. La maestra de Ian, la señora Ruiz, también estaba allí, revisando unos papeles.
-Buenos días, Isabella. ¿En qué podemos ayudarte- preguntó la directora con una sonrisa que intentaba ser acogedora.
Isabella tomó asiento, sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear dentro de ella.
-Buenos días. Necesito hablar con ambas sobre algo muy serio que ocurrió ayer.
La directora y la maestra intercambiaron una mirada preocupada.
-Claro, Isabella, estamos aquí para ayudarte. ¿Qué sucedió?-preguntó la maestra Ruiz.
Isabella respiró hondo, tratando de mantener la calma.
-Ian me dijo anoche que las escuchó hablar de que lo mejor para él y para mí sería que nos separaran. ¿Es cierto eso?
La directora Gómez y la maestra Ruiz parecieron sorprendidas por la acusación. La directora fue la primera en hablar.
-Isabella, creo que debe haber algún malentendido. Nosotras nunca diríamos algo así delante de Ian.
La muchacha las miró con desconfianza.
-No lo sé, señora Gómez. No se inventaría algo así. Anoche me dijo claramente que las oyó decir que lo mejor para nosotros sería separarnos.
La maestra Ruiz trató de intervenir.
-Isabella, estoy segura de que Ian malinterpretó algo. A veces los niños escuchan fragmentos de conversación y los entienden mal.
Isabella cruzó los brazos, firme en su posición.
-No creo que este sea el caso. Ian es muy perceptivo y sabe distinguir lo que oye. Si lo dijo, es porque lo escuchó claramente.
Las dos mujeres se miraron, incómodas. La directora Gómez tomó la palabra de nuevo.
-Isabella, comprendemos tu preocupación. Pero debes entender que todo lo que hacemos aquí es para el bienestar de Ian. Quizás estábamos discutiendo algún tema administrativo y él lo entendió mal.
Isabella sintió que su paciencia se agotaba.
-Lo que hayan discutido no debió ser dicho delante de él. A partir de hoy, Ian no asistirá más a este colegio.
La directora Gómez se alarmó.
-Isabella, no puedes sacarlo del colegio así sin más. La señora Lorenzi, tiene que hacer su seguimiento y dar su autorización. La señora Lorenzi era una mujer de unos cincuenta años, trabajadora social del Colegio, que había sido informada sobre el cambio en la situación parental del niño, y se había presentado para corroborar que el pequeño estaba en buenas manos siendo cuidado por su hermana. Para ello tuvo una entrevista con Isabella, le informó lo que se hacía en casos como el de Ian, y quedó en verla nuevamente la siguiente semana.
Isabella se levantó de su silla, decidida.
-Entonces díganle a la señora Lorenzi que venga a vernos a casa. No pienso dejar que mi hermano siga en un lugar donde no se respeta su bienestar emocional.
La directora trató de calmar la situación.
-Isabella, por favor, pensemos en lo mejor para Ian. No precipitemos decisiones.
Pero Isabella no cedió.
-Estoy pensando en lo mejor para Ian, y lo mejor es sacarlo de aquí. Dígale a la señora Lorenzi que estaremos esperando su visita en nuestra casa.
Sin más que decir, Isabella se dirigió al salón de arte, donde encontró a Ian concentrado en su dibujo. Al verla, Ian sonrió.
-¿Ya nos vamos, Isa?- preguntó con curiosidad.
-Sí, Ian. Nos vamos a casa.
La maestra de arte levantó la vista, sorprendida.
-¿Todo bien, Isabella?
Isabella asintió brevemente.
-Sí, gracias. Solo necesitaba hablar con la directora. Vamos, Ian.
Ian recogió sus cosas y salió junto a Isabella. Mientras caminaban hacia la salida, Isabella sintió una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que su decisión había sido impulsiva, pero también sabía que era lo correcto para proteger a Ian.
Al salir del colegio, el niño la miró con curiosidad.
-Isa, ¿por qué nos fuimos tan temprano?
Isabella lo miró con ternura, acariciándole el cabello.
-Porque necesitamos estar juntos. No te preocupes, todo estará bien.
Ian asintió, confiando plenamente en su hermana. ella, aunque aún llena de incertidumbre, se sintió un poco más fuerte. Sabía que la batalla no había terminado, pero estaba dispuesta a luchar con todas sus fuerzas por el bienestar de su hermano.