Midnight Promises (Libro I)

Henry permaneció en silencio por un momento antes de hablar de nuevo.

—Cambiando de tema, ¿crees que… puedes pedirle a Rosse unas flores?

—¿Y por qué no vas tú? —le pregunté, intrigada.

—S-Si fuera así, no te lo estaría pidiendo. —dijo, visiblemente incómodo.

Asiento con amabilidad, pero no puedo evitar notar el leve temblor en las manos de Henry mientras me explica sus razones. Un atisbo de nerviosismo se refleja en su mirada, y su incomodidad es evidente. Sin poder contenerme, dejo escapar una risita juguetona al verlo tan nervioso, provocando una reacción aún más evidente en él, cuyo rubor se intensifica al haberme reído. Sus mejillas adquieren un tono rosado más pronunciado, y su malestar es muy notoria.

Lo que pasa es que los profesores nos asignaron varias tareas grupales y, Henry es mi compañero por petición propia. Por eso, lo he invitado a mi casa en muchas ocasiones. Es ahí donde Henry y Rosse se conocieron. Aunque él intenta disimularlo, no es difícil darse cuenta de que busca cualquier excusa para justificar su presencia en mi casa o en la florería, pero su verdadera intención es estar cerca Rosse. No lo culpo, ella es muy hermosa y un buen partido para cualquiera. En cada visita, Henry espera tener la oportunidad de entablar una conversación significativa con ella, mostrando su interés de manera sutil. Sin embargo, sus intentos son torpes y su timidez lo traiciona, dejándolo enredado en palabras vacías y gestos incómodos.

Lo cierto es que, durante estos tres meses como compañeros, me he divertido observando sus intentos torpes y su evidente timidez, características bastante comunes entre la nobleza. Mientras tanto, por ahora solo observo con complicidad las idas y venidas de Henry. Aunque me divierte, también siento una profunda empatía por él. Enamorarse en secreto y sin esperanza aparente debe ser muy difícil. Creo que, por ahora, Rosse está más concentrada en aprender junto a la señora Micaela que comprometerse con alguien. Por lo tanto, prefiero no intervenir en la relación. Creo que el destino debe seguir su curso, permitiendo que los corazones encuentren su propio camino, ya sea hacia el amor o hacia algo diferente.

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El día que cumplí la mayoría de edad, la señora Micaela, Betty y Rosse prepararon una gran sorpresa para mí.

—Creo que está a punto de llegar. —susurró Betty con una mezcla de nerviosismo y excitación—. ¿Todo está listo?

Rosse y la señora Micaela asintieron con energía.

—El pastel está en su lugar, la cena está servida y… ¿y el regalo? —pregunta la señora Micaela, con una pizca de inquietud en su voz.

Rosse mostró el regalo envuelto con cuidado y lo colocó sobre la mesa, sonriendo con confianza.

—¡Aquí está! Estoy segura de que le encantará.

Luego de un día agotador en la academia, salgo de clases y me dirijo a casa, Henry me alcanza en el camino y me felicita por mi cumpleaños decidiendo acompañarme. Al llegar, la casa está en un silencio inquietante, lo que me pone un poco nerviosa.

—Alguien… —musito, mientras una sensación de inquietud se apodera de mí.

Pero justo cuando estoy a punto de preocuparme, escucho los gritos alegres que irrumpen en la tranquilidad.

—¡Sorpresa! ¡Feliz cumpleaños, Kate! ¡Felicidades!

La habitación se llena de aplausos y risas. Me quedo allí, atónita, intentando procesar la sorpresa. Betty se acerca y dice:

—¡Oh! Es el joven Henry, —se dirige hacia él con una sonrisa cálida—Pasa, adelante, celebra con nosotras.

—Se lo agradezco, pero no quisiera interrumpirlas en este…

—Pasa, Henry. —lo interrumpe Rosse— El doctor Blake llegará dentro de poco. Supuso que vendrías y quiere decirte algo.

—Entra hijo, entra. —lo anima la señora Micaela, tomándolo del brazo—. No te quedas afuera, hoy es un bonito día para celebrar el cumpleaños de nuestra Kate.

Todos aplauden mientras me rodean con abrazos. En ese momento, tal como dijo Rosse, mi padre entró, con una gran sonrisa en su rostro. Me abraza con fuerza, deseándome lo mejor.

—¡Feliz cumpleaños, mi niña! —dice, con una calidez que me hace sentir profundamente agradecida.

Rosse se acerca con una caja de regalo en las manos y dice:

—¡Felicidades, Kate! Esto es para ti.

—Rosse trabajo mucho en eso, —agrega la señora Micaela— esperamos que te guste. Es la primera pieza que diseñó y coció con sus propias manos.

Desenvuelvo el regalo con curiosidad y mis ojos se iluminaron al descubrir un vestido muy hermoso. No me gusta usarlos, pero este es precioso, no tengo palabras para describir como me encanta. Agradezco a Rosse abrazándola con mucha fuerza por semejante detalle.

—Quise darte lo mejor que puedo hacer hasta ahora. —me explica Rosse, con una sonrisa llena de orgullo y expectativa.

—Es precioso, Rosse, no sabes cómo… —empiezo a decir, pero las palabras se quedan cortas.

—Lo sé, lo sé. —Rosse se ríe, feliz—. Tu mirada me dice que te encantó y eso es suficiente para mí. Je, je.

—Gracias. En serio, gracias. —mi voz está llena de sinceridad.

—Un lindo vestido de gala. —comenta Henry— Creo que ni la realeza ha usado algo como eso. Es impresionante, Rosse.

—¿Verdad que sí? —responde muy animada la señora Micaela— Mi niña se ha esmerado mucho en fabricarlo. Sus manos son mágicas. ¡Miren esa pieza! ¡En unos años será la mejor modista de todo el Reino! ¡No! ¡De todos los Reinos del Mundo!

—Sin duda lo será. —le sonrió, admirando el vestido aún más.

Todos aplaudimos mientras Rosse hace una reverencia, agradecida por el reconocimiento.

—Ahora es mi turno. —anuncia mi padre, con una sonrisa cálida.

Me giro hacia él y lo veo tomar asiento, dejando a un lado su bastón con un gesto de tranquilidad. Su mirada está llena de orgullo y ternura mientras habla.

—Kate, mi niña, has avanzado más de lo que esperé y me siento feliz por ti. En todos estos años de mi vida, sin duda eres mi más grande orgullo y darte mi apellido es mi más grande hazaña.

Betty se adelanta y le pasa una caja larga de madera y mi padre lo recibe con un gesto cuidadoso.

—Esto, —dice él mientras sostiene la caja— es un presente mío y de Beatriz. Feliz cumpleaños, mi niña.

Al abrir la caja, me encuentro con una espada magnífica que refleja la luz con una elegancia impresionante. Fue elaborada según las indicaciones que mi padre le indicó a Betty. Ella había pedido esto a unos clientes de la florería que pertenecían a la Nación de Heamert. Ese lugar es conocido por su habilidad en la producción de metales y minerales, y es evidente que esta espada ha sido hecha con metales de la más alta calidad. El oro, la plata, el hierro y el cobre se han combinado de una manera que no solo hace que la espada sea funcional, sino también una pieza de arte. Este metal refinado no solo se utiliza para acuñar monedas o fabricar armas, sino que también encuentra su lugar en la construcción de estructuras imponentes que se distribuyen por todo el Reino.

Mi espada fusionaba elementos tradicionales con detalles modernos para adaptarse a su papel. La hoja de la espada estaba forjada con precisión y elegancia, destacando por su acero pulido y afilado que refleja la luz de

manera sutil. La forma de la hoja es aerodinámica, con un filo nítido y una curva suave, equilibrando la eficacia en el combate con la necesidad de maniobrar fácilmente. La empuñadura está envuelta en cuero de alta calidad, proporcionando un agarre cómodo y antideslizante incluso en las condiciones más desafiantes.

En el centro de la empuñadura, se encuentra un adorno en forma de espiral que agrega un toque estilizado con gemas turquesas que mi hermano encontró ayudando a mi padre. Seguro Betty quiso poner estas gemas para tener a mi hermano presente conmigo. El pomo de la espada es sutil pero funcional. Tiene una forma elegante que equilibra la estética y la utilidad, permitiendo un contrapeso adecuado para facilitar su manejo. La espada se guarda en una funda diseñada específicamente para mí. Esta funda cuenta con compartimentos adicionales para transportar suministros médicos esenciales, asegurando que pueda cumplir con su deber incluso en medio del caos de la guerra.

Me siento muy vulnerable al ver que los que me rodean me hacen sentir tan feliz. Jamás pensé en volver a sentir que a alguien le importo, solo tenía a mi hermano y ahora están ellos en mi corazón. Comencé a llorar, pero no por tristeza sino por agradecimiento con todas estas personas. La señora Micaela me abrazo y me dijo que en un día tan importante las lágrimas deben ser sustituidas por risas y felicidad, comer hasta reventar y disfrutar de un día tan especial.