Rhett trabajó mucho para convertirse en un cazador de criaturas de la noche, hasta que un día se entera que su compañero más leal es uno de ellos.
¿Qué hará ahora que tiene un vampiro a lado? Y aún peor, ¿por qué se ha enamorado de él?
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Rojo en las calles
Los colmillos de Daemon se hicieron aparecer con un sonido extraño, eran más grandes de lo que un vampiro normal tendría. Su blancura maravilló y asustó a Rhett, en este punto él estaba en un estado de shock difícil de eliminar.
"En cinco minutos toda la aldea desaparecerá", dijo Daemon con seriedad. Su arma seguía tirada en el suelo y la de Rhett calló a su lado cuando lo escuchó.
"Deamon", fue la única palabra que salió de sus labios, Rhett no sabía si correr o pellizcar su propia piel con la esperanza de que esté fuera un mal sueño.
"Rhett", contestó el vampiro. Sus ojos ya rojos brillaban todavía más, como una luz en medio de la oscuridad que deseaba llamar su atención. Nunca creyó que algo así podría pasar, inmediatamente pensó en las características de Dameon, piel pálida, ojos inusuales, pero algo no cuadró para nada, si Daemon de verdad es una criatura de la noche, ¿entonces por qué el sol no causó ni una sola quemadura en él?
"Estás bromeando, ¿cierto? ¿Cómo hiciste lo de los colmillos? Lucen tan reales...", Rhett quiso acercarse para ver más de cerca, pero Daemon se alejó como si su toque quemara.
"Mantente alejado de mí", el vampiro caminó fuera de su alcance, dirigiéndose hacia la primera persona que encontró vagando. Era una mujer, su vestido era andrajoso y sucio.
La fuerza que aplicó hizo que soltará un alarido de dolor, no era lo suficientemente fuerte para lastimarla, pero tampoco tan suave como para pasarlo por alto.
Los demás habitantes salieron tan rápido como pudieron a observar lo que estaba pasando, con el temor de ser atacados de nuevo, lo que encontraron fue a un vampiro vestido de cazador amenazando a una de sus habitantes, con eso el pánico no se hizo esperar demasiado.
No podían poner sus esperanzas en Rhett, que estaba inmóvil mirando la escena y totalmente desarmado.
Acercando sus filosos colmillos al cuello de la mujer, Daemon no quitó la mirada de Rhett y dijo "Mírame, no voltees a otro lugar que no sea yo", para finalmente clavar su boca en el cuello frente a él. Tal vez fue un símbolo de locura, pero Rhett pudo ver un gesto de asco por parte de Daemon cuando absorbió un poco de sangre.
"¡Detente!", gritó Rhett, su mente luchó por librarse de la sorpresa para ir a rescatar a la campesina.
Ella fue empujada frente a Rhett después de haber saciado un grano del hambre voraz de Daemon, que lucía unos labios sutilmente rojos. "Está viva", le aclaró Daemon, "No soy un asesino".
"No, no lo eres, tú eres un monstruo", atacó Rhett, inclinándose para sostener a la mujer entre sus brazos y sentir su pulso. Seguía con vida, aunque bastante débil, se recuperará con el descanso suficiente.
Daemon se molestó con las palabras de Rhett, dieron justo en su corazón helado y provocaron una tormenta. Se limpió el líquido rojo de la boca con un movimiento veloz, usando su antebrazo.
"Si de verdad lo soy, entonces intentaré llenar tus expectativas", Daemon continúo caminando hacia la aldea, vigilando quién sería su próxima víctima.
Es consciente de que Daemon no se detendría, pero era mayor el temor de contar con un gran apetito si es que no se había alimentado de nadie desde que llegó al cuerpo de cazadores. Lo dudó, aunque la posibilidad seguía allí.
Con movimientos torpes, Rhett levantó su lanza del lodo. Apenas la limpió un poco antes de ir a por todo con Daemon. Nunca podría lastimarlo, era una persona importante para él, pero ante todo estaba salvar las vidas de los ciudadanos.
Cada vez que intentaba encestar un golpe, Daemon lo esquivaba como si fuera nada. Le recordó a los entrenamientos, cuando era apenas un recién llegado que apenas podía sostener su propia arma de combate, bastante ridículo.
"Daemon, por favor. Haré lo que me pidas", el líquido rojo se esparcía por la barbilla de Daemon. Rhett perdió la cuenta del número de personas que ha atacado hasta ahora, probablemente cerca de la mitad de la aldea. Saber eso le hizo sentir tan inútil, que varias veces estuvo a punto de clavar su propia lanza en él.
Si tan solo no estuvieran a varios minutos de la próxima aldea, podría llamar a otro cazador para pedir su ayuda inmediata.
Inclinado en el suelo, empuñando un arma que no servía para nada y siendo el espectador de un desastre, Rhett se permitió soltar las primeras lágrimas saldas que salieron sin permiso.
Rasgo la zona de su pecho, directo a su corazón por la gran decepción que surgió hacia sí mismo. ¿Daemon era el culpable? ¿O era él por ser tan débil y no poder defenderse? Seguramente ambas eran las respuestas correctas.
Sus piernas temblaron cuando las obligó a levantar su moribundo cuerpo. Pasaron diez minutos de sufrimiento puro, gritos por doquier. Rhett corrió de aquí hacia allá, con el objetivo de evacuar el mayor número de personas posible. Daemon no le quitó la vida a nadie, eso no significaba que el trauma fuera menor para las personas.
Cuando todo terminó, Rhett tenía el uniforme manchado y el cabello alborotado. Su respiración estaba agitada mientras buscaba con la mirada una pista del paradero de Daemon en la pequeña zona.
Lo encontró recostado sobre unas escaleras de piedra, con la cabeza gacha y la cara llena de color rojo. Era su oportunidad, clavar la lanza en el pecho de Daemon sería la única solución, rápida y certera.
"No podrías hacerlo aunque quisieras", dijo Daemon, inclinando su rostro para mirarle con luz en los ojos. Empujó con su dedo la punta de la lanza de Rhett, que ya estaba levantada unos centímetros cerca de Daemon para enterrarse. Con el golpecito, la lanza se hizo a un lado sin mucho esfuerzo, revelando la poca fuerza que puso Rhett en ella.
"Eres tan culpable como yo", dijo el vampiro. "¿Qué dices si nos vamos de aquí?". Así de simple, como si no hubiera pasado nada, Daemon estiró la mano para que Rhett lo ayudara a levantarse.
"No", soltó Rhett.
Ese momento, el preciso instante en que Daemon sonrió con malicia, entendió que debía correr.
(a que tienen malos sentimientos hacia él o hablan a espaldas de él)