Diana es una mujer que llegó a la gran ciudad cuando apenas era una adolescente, tuvo que trabajar en diversos oficios, hasta que conoció a Lucas, el hombre que la llevaría a conocer el mundo de las Damas de compañía...
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Luciano.
Diana.
Teodoro voltea a mirar a Luciano, para luego mirarme a mí. Tiene una ceja levantada, cosa que lo hace ver más sexy.
Concertrarte Diana.
Me reprendo mentalmente porque justo ahora es posible que muera a manos de Teodoro por haber callado tamaña verdad.
- ¿Me explicarás qué coño pasa aquí? - su pregunta me hace sobresaltar.
- Mami, tengo miedo. - vuelve a decir mi bebé, que ni siquiera se ha percatado de la presencia de su padre.
Me bajo de la banqueta y corro para alzarlo del piso, le reparto besos por su carita, haciendo que sonría dulcemente. Puedo sentir la mirada intensa de Teodoro detrás de nosotros. Me doy vuelta despacio para poder verle a la cara. Está serio, no ha quedado nada del hombre de hace un par de minutos.
- Dejarme dormirlo y os explico todo. - le digo en tono suplicante.
Teodoro solo asiente con la cabeza, sin despegar su vista de nosotros.
Luego de dormir a Luciano, vuelvo a la cocina donde aún se mantiene en el mismo lugar.
- Él es Luciano. - inicio - Me enteré de que estaba embarazada casi con 4 meses de embarazo, la verdad en ese momento tuve muchas emociones encontradas. Debía tomar decisiones para el futuro de mi hijo...
- ¿Pensabas decírmelo en algún momento? - me interrumpió y yo me sentí como la mierda misma.
- ¡Si! - rápidamente contesté.
- ¿Cuándo? ¿Cuando fuera abuelo? - su tono de voz se elevó un poco, en sus ojos podía ver su ira.
- Juro que muchas veces, pero nunca tuve el valor, me daba pavor que lo rechazaras como lo hacías conmigo. - noto que su semblante cambió a uno triste. - Muchas veces tomé mi auto y al llegar a la carretera que me llevaría a Madrid, no podía avanzar.
- Madre mía, Diana, tenemos un hijo y yo ni por enterado. - se pasa ambas manos por el rostro - Sé que me porté como un verdadero capullo, pero tenía derecho a saberlo... no sé ni cómo ver toda esta situación.
- Sé que tenías derecho, que tienes. - me corrijo - Pero debes comprenderme, siempre criticabas cada cosa de mí, incluso, un día te oí decirle a tu asistente que solo querías tenerme hasta que te casaras con la adecuada, - mis ojos se cristalizan ante el recuerdo de aquello, noto en sus ojos un brillo de culpa - ¿cómo crees que me sentí?
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Teodoro.
¡Culpa!
Es justo lo que siento ahora mismo, por imbécil me perdí el embarazo de Diana, el nacimiento de mi hijo y todos sus años de vida hasta ahora. Si me pongo en su piel, ella tiene razón, siempre fui prejuicioso al punto de discriminarla.
En estos momentos estoy sintiendo un sinnúmero de emociones, que van desde la culpa, la tristeza, hasta la alegría, admiración y el amor. Porque sí, ahora la amo mucho más, me ha dado el mayor de los regalos.
Mi hijo, que bien suena eso, mi hijo.
- Diana por favor, quiero amanecer con ustedes, quiero por primera vez saber qué se siente despertar con mi familia a mi lado.
La veo sopesando mis palabras, espero que acepte.
- Está bien, pero dormirás en el sillón de la sala, debo primero hablar con Luciano sobre ti. Él es un niño tranquilo que no suele hacer muchas preguntas, lo único que siempre quiere saber es de fútbol y del Real.
Ambos reímos ante eso, me emociona que podré llevar a mi chico al estadio, compartir cosas de padre e hijo.
- Dormiré donde quieras, solo no me alejes de ustedes.
Carraspea ante mis palabras, se despide rápidamente de mí, luego de entregarme una cobija y una almohada. Me acomodo en el sofá que es amplio y suave, supongo que lo ha comprado así, pensando en nuestro hijo.
Toda vía no me lo creo, tengo un hijo con la mujer a la que amo, cuando les cuente a mis padres y a mi hermana, van a saltar de la alegría. Por fortuna ya mi abogado me dijo que se hizo efectivo el divorcio. Resulta que Constanza desapareció con el objetivo de no firmar, entonces mi abogado presentó las pruebas de su infidelidad, pues vamos, no era algo a lo que quería llegar, pero ella nos obligó. Creyó que desapareciendo, a mí se me olvidaría y ya volvería a vivir con ella.
Si antes me quería divorciar, ahora mucho más que encontré a mi rubia loca y mucho más, que tenemos un hijo, que ¡Joder! Es idéntico a mí, los genes Montes son demasiado fuertes.
Con ese pensamiento, me dejo llevar por el sueño, ya deseo que amanezca y poder ver a mi hijo otra vez.