Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Dos
Naomi estaba entre los brazos de su esposo.
_ Cariño. Has arruinado mis planes, he cocinado una cena exquisita con velas y vino de muchos años. Incluso he mandado dormir temprano a Pablo y tú vienes y te comes el postre antes.
Anselmo rio de modo travieso.
_ Tú sabes que yo el postre siempre me lo sirvo dos veces - le dio un beso en la garganta - y más cuando se ve tan apetitoso.
La mujer lo abrazó y rieron entre besos y caricias.
Momentos después bajaron a cenar.
_ Naomi, amor - se metió un bocado de carne a la boca, aun cuando todavía la tenía llena. Masticó un poco - esto está delicioso.
La mujer sonrió complacida le encantaba hacer feliz a su esposo y sobre todo le gustaba verlo comer con ansias todo lo que le preparaba, como si fuera la última comida de su vida. Pensar que pronto ya no podría verlo. Ese pensamiento nubló su alegría. El hombre lo notó enseguida.
_ ¿Pasa algo? - preguntó con el entrecejo fruncido.
_ No nada, creo que estoy un poco cansada. Hoy tuve un día de locos.
_ Ya veo ¿Qué te dijo el oftalmólogo?
La mujer lo miró sorprendida, olvidó que le había dicho que debía ir. Dudó en decírselo no quería arruinar el momento. Pero si su esposo recordó lo del doctor y ella mentía se enojaría mucho con ella por mentirle.
_ Bueno, la verdad es que hay mucho que decir sobre eso - tomó su mano - pero preferiría hacerlo mañana.
_ Oh, no. Sí lo dices de esa forma, seguro es grave. Habla - su tono sonó a orden.
_ Anselmo, por favor - acarició su mejilla.
_ No harás que cambie de opinión. ¿Qué fue lo que dijo el médico?
La mujer suspiró, sabía que no iba a ceder. Así que habló directamente.
_ El doctor dijo que perderé la vista. Pero solo será hasta que encuentre un donante de córnea.
Al hombre se le ensombreció el semblante. Dejó los cubiertos a un lado del plato.
_ ¿Cuándo será? - dijo en tono serio
_ No lo sé, dijo que será de a poco.
El hombre bebió un sorbo de vino.
_ Entonces, no nos preocupamos por eso ahora. Cuando ocurra veremos que hacer - le dio un apretón a su mano y volvió a beber su vino.
A Naomi le pareció muy extraña su reacción. No le preguntó sobre sus sentimientos, no trató de consolarla, no dijo que verían a otros doctores, nada. La mujer asumió que tal vez la noticia fue muy fuerte y no supo como enfrentarla.
_ Claro que sí, amor.
Cuando terminaron de cenar. Él se dirigió al cuarto de su hijo. Ella terminó de lavar los platos y subió a su habitación, se dio cuenta de que se tardó mucho. Así que fue al cuarto del niño. Estaban durmiendo abrazados.
Le pareció muy tierna la escena. Anselmo era un gran padre y tenía una hermosa relación con su hijo. Se sentía tan afortunada por la familia tan hermosa que había formado.
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Al día siguiente, luego de desayunar Anselmo llevo a su hijo a sus clases de piano. Naomi al igual que todos los días luego de ayudar un poco a la muchacha de la limpieza. Se dispuso a encerrarse en su taller. La alfarería y la cerámica era su pasatiempo favorito. Lo heredó de su abuelo y a base de estudio y experiencia había mejorado notablemente su técnica. Tenía el cuarto lleno de hermosas creaciones. Su esposo, de vez en cuando le había dicho que pusiera un negocio, pero como no tenía necesidad y solo lo hacía como pasatiempo nunca lo hizo. Casi siempre se las regalaba a sus amistades y familiares.
Anselmo estaba en su oficina.
_ Señor Anselmo. La señorita Silvia Vergara quiere hablar con usted.
El hombre levantó la vista y la miró por sobre los anteojos. La mujer lo miraba con una expresión rara en el rostro.
_ Dígale que estoy ocupado, que le devolveré la llamada ni bien me desocupe.
_ Está bien, señor.
Ni bien salió su secretaria. Anselmo tomó su celular y llamó a la mujer.
_ Amor, porque no me atendiste - reclamó ella con voz melosa, ni bien atendió - no me llamaste anoche y estaba preocupada.
_ Amor, sabes que no puedes llamarme al trabajo, esta es la cuarta vez. Te lo he dicho, cariño. Mi secretaria tiene muy buena relación con mi esposa.
_ Te preocupas más por tu esposa que por mí. Hace meses que dices que la dejarás y no lo haces
_ Silvia, cariño. Sabes que no es tan fácil. Tenemos un hijo y además si me divorcio ahora tendré que darle la mitad de lo que tengo. Y no podré darte todo lo que te mereces. Ya no habrá un castillo para mi reina.
La mujer gimoteó como niña caprichosa.
_ ¿Me prometes que pronto la dejarás?
El hombre recordó lo que su esposa le había dicho la noche anterior. Quería dejarla y rehacer su vida con Silvia, pero tampoco la odiaba. Naomi había sido una buena esposa y madre, jamás llegó a amarla como a su amada Susana. Pero era una buena mujer. ¿Cómo podría abandonarla así?
_ Claro que sí, amor - mintió, ya pensaría en como decírselo y no perderla. Estaba muy enamorado de ella, era la viva imagen de Susana. Y lo encendía de la misma forma. El destino le había devuelto a su amada y no iba a perderla.