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4.4
El propósito era sorprender a Carrie con cita de ensueño, sin embargo el más sorprendido fue Aidan. Estaba acostumbrado a los trucos baratos de Jared, era un mago real, lo reconocía pero nunca se había puesto a pensar en el alcance que tenían sus jefes.
En algún momento el carruaje había salido de las heladas calles de la ciudad y se transportó en un abrir y cerrar de ojos a la portada de un cuento de hadas.
Las calles adoquinadas y los techos cubiertos de tejas y musgos hicieron gala frente a sus ojos. Llegaron a la cima de una empinada colina, dónde el lacayo les abrió la puerta indicándoles que debían salir.
Aidan fue el primero en bajar, Carrie venía boquiabierta a sus espaldas, ocultándose atrás de su cuerpo en caso de que hubiese algún peligro.
—El transporte que los llevará a su siguiente destino, debe estar por llegar —El carruaje se largó, abandonándolos a su suerte.
—¿Dónde estamos? —susurró Carrie. Unas inusuales luciérnagas aleteaban a su alrededor, ella casi podía escuchar sus risillas. Si no estuviese segura de la existencia de la magia, estaría gritando por auxilio.
—Creo que estamos en el reino encantado —dedujo Aidan, el cielo estrellado era demasiado perfecto con nubes de color azafrán arremolinándose junto a la luna.
Jared muchas veces le había comentado la belleza etérea de su reino pero dado los antecedentes de mitomanía que su jefe poseía, no le creyó ni una palabra.
—Oh —exclamó Carrie, moviéndose para quedar de frente a él. Sus ojos marrones relucían emocionados—. Eso quiere decir que este es tu hogar, de aquí proviene la magia que te da vida, ¿cierto?
Aidan amagó un gesto de repudio dirigido a él mismo. ¿Qué había hecho? Si Carrie llegaba a enterarse de su estafa, lo mataría. Intentó sonreír, besándole la coronilla de la cabeza antes de envolverla en un abrazo. Esa tonta poción de amor, había arruinado parte de sus vidas.
De las alturas descendió de pronto una extensa alfombra mágica, levitando cerca de sus pies. Movió una de las borlas de su esquina derecha, invitándoles a subir. Cielo santo, eso era nada parecido a lo que le había encargado a Alicia. Él esperaba algo más elegante.
—¡Esto es perfecto! —gritó Carrie, poniendo un pie sobre la alfombra—. ¿Qué esperamos? Apresúrate, no sabemos si esta cosa tiene límite de tiempo y definitivamente no quiero morir precipitándome de las alturas.
Aidan tragó pesado. ¡Le daban miedo las alturas! Esa era la venganza de Alicia por ponerse exigente con ella. Con una profunda instalación, ocupó su asiento al frente de Carrie. Ella lo abrazó por la espalda, confortándolo con la tibieza de su cuerpo.
Una vez que el artefacto ese hubiese despegado, las náuseas lo abordaron. Carrie por el contrario disfrutaba su viaje alzando las manos. Dado que su inusual vida lo ponía en situaciones límite, Aidan hizo un esfuerzo sobrehumano por disfrutar del paisaje. El reino mágico era realmente espectacular, las luces de las pintorescas villas refulgían a la distancia. La alfombra descendió varios pies cuando sobrevolaron el palacio, Aidan dedujo que el descarado de Jared debía encontrarse ahí. Lo detestaba. Juró que ese sería su último trabajo.
La conciencia lo carcomía pero a la vez no podía dejar de besar a la chica junto a él. Carrie era el detonante de sus instintos más básicos. Lamentaba ser tan miserable, iba quemarse en el infierno, si es que antes no sucumbía ante las brasas de la pasión que ella le despertaba.
—Esta es la mejor cita de mi vida —gritó Carrie, justo cuando sobrevolaban el fluorescente océano infinito.
Ella desconocía el costo real de la experiencia.
Descansaron unos minutos a la orilla de la playa, los moluscos y los peces no eran nada similares a los del mundo real, eran traslúcidos dejando un camino de polvo de hadas tras sus pasos.
—Carrie —Aidan llamó observándola mientras se deshacía de sus botas para mojarse los pies en el agua escurridiza, era densa, casi como el mercurio.
—Dime —concedió mirándolo con una enorme sonrisa en sus labios rosados.
—Cuando esto termine, te suplico que por favor me olvides. No soy digno de ocupar espacio en tus recuerdos —Aidan bajó la mirada a su zapato salpicado de arena rosada.
—Voy a olvidarte —prometió Carrie—. Con el tiempo lo haré, te superaré. Todo ha sido perfecto conmigo porque fuiste creado en base a mis deseos, es por eso que he encajado a la perfección contigo. Pero eso no significa que viviré aferrada a tu recuerdo, después de ti habrán otros chicos, quizás no sea igual pero funcionará, no te preocupes.
Algo en Aidan se rompió, ella creía que él era una ilusión y estaba bien, podría vivir con eso. ¿Pero qué había de él? ¿Sería capaz de encontrar de nuevo a alguien como ella?
Carrie se acercó a él y lo besó, no fue nada impertinente, era plácido y calmado. Aidan pensó que así debieron ser sus inicios y debió haber sido el único contacto entre ellos. Pero ya era demasiado tarde para pensar en los «hubiera».