Alana se siente atrapada en una relación sin pasión con Javier. Todo cambia cuando conoce a Darían , el carismático hermano de su novio, cuya mirada intensa despierta en ella un amor inesperado. A medida que Alana se adentra en el torbellino de sus sentimientos, deberá enfrentarse a la lealtad, la traición y el dilema de seguir su corazón o proteger a aquellos que ama.
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Baile de graduación
El día del baile de graduación llegó, y a pesar de todo, no lograba sentir la emoción que debería. Estaba en mi cuarto con mi amiga, mientras ella se arreglaba con una sonrisa que le iluminaba el rostro. Su entusiasmo me hacía sonreír, pero en el fondo, yo no compartía su alegría. No después de todo lo que había pasado con Javier. Me sentía atrapada en una mezcla de recuerdos y emociones encontradas, sin saber exactamente qué esperaba de esta noche.
Nos pusimos nuestros vestidos, los mismos que habíamos comprado días atrás en el centro comercial. Yo llevaba un vestido que resaltaba mis formas, sencillo pero elegante, mientras ella lucía uno más llamativo, vibrante como su personalidad. Cuando terminamos de arreglarnos, mi madre nos llevó en su coche hasta la escuela, donde el baile ya había comenzado. La entrada estaba adornada con luces tenues y música que se escuchaba desde los altavoces del salón.
Una vez adentro, nos quedamos en un espacio al lado de la pista de baile, observando a todos mientras bebíamos algo. Todo estaba lleno de luces y decoraciones, la música animaba a la mayoría de los chicos a bailar o conversar alegremente en pequeños grupos. A la distancia, vi a Javier, rodeado de sus amigos, riendo como si no tuviera ninguna preocupación. Por un instante, nuestras miradas se cruzaron, y una sensación incómoda se apoderó de mí. Bajé la vista rápidamente, deseando que él no notara la tensión en mi expresión.
Poco después, un chico vino a buscar a mi amiga para bailar, y ella se fue sin dudarlo, dejándome sola junto a una mesa de refrescos. Traté de distraerme observando a los demás, pero mis pensamientos volvían una y otra vez a Javier y todo lo que había pasado entre nosotros. Justo cuando estaba perdida en mis pensamientos, sentí una presencia junto a mí. Levanté la vista y, para mi sorpresa, era Javier.
—Hola —dijo, con una sonrisa algo forzada.
—Hola —respondí, sin saber muy bien cómo reaccionar.
Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que él comenzó a hablar de la graduación, mencionando lo increíble que había sido la ceremonia y lo rápido que se había pasado todo. Sin embargo, no podía ignorar el tema que me quemaba por dentro, el que realmente quería discutir.
—Javier, creo que deberíamos hablar de... aquello. Creo que, al menos, deberías escuchar mi versión —dije finalmente, sin rodeos, aunque mi voz temblaba un poco.
Él me miró con una mezcla de sorpresa e incomodidad. Su expresión cambió, y el rastro de amabilidad que había mostrado al principio desapareció. Vi cómo su rostro se tensaba, y su cuerpo parecía querer retroceder, como si no quisiera escuchar ni una palabra más. Antes de que pudiera reaccionar, la misma chica que había visto con él anteriormente se acercó. Su tono era encantador y casual, como si ya conociera bien a Javier.
—¿Podemos bailar, Javier? Están poniendo mi canción favorita —dijo ella con una sonrisa radiante.
Javier me miró como pidiendo disculpas y luego asintió, despidiéndose rápidamente antes de que pudiera protestar. Lo vi alejarse hacia la pista, con ella tomada de la mano, y sentí una mezcla de frustración y tristeza en el pecho. Me di la vuelta, mirando a todos sin realmente ver a nadie, y busqué mi teléfono, con la idea de salir de allí. La noche había sido una completa pérdida, y lo único que quería era escapar de toda esa situación.
Justo cuando estaba a punto de salir del salón, sentí una mano que tomaba la mía con firmeza y luego un brazo rodeó mi cintura, llevándome hacia el centro de la pista. Me giré rápidamente, sorprendida, y me encontré con la mirada intensa de Darian. Estaba impecable en un traje que le quedaba perfecto, y la expresión en su rostro no dejaba lugar a dudas de que no me iba a dejar ir tan fácilmente.
—¿Qué estás haciendo? —le susurré, mientras intentaba liberarme de su agarre.
—Te estoy sacando a bailar —respondió él, con una sonrisa ligeramente traviesa.
—Darian, suéltame. Javier podría vernos —protesté, pero él se acercó aún más y negó con la cabeza.
—Javier está muy ocupado ahora, y aquí nadie me conoce, aparte de tu amiga —dijo en un tono tranquilo y confiado—. Solo relájate y disfruta del baile.
Intenté apartarme, pero él me tomó de la cintura nuevamente, atrayéndome hacia él con una firmeza que me hizo detenerme. El contacto fue inesperado, y mi corazón empezó a latir con fuerza. Él sonrió, divertido, como si disfrutara de mi incomodidad. La canción lenta llenaba el ambiente, y me di cuenta de que todos los ojos estaban en sus propias parejas, sin prestar atención a nosotros. Estaba demasiado cerca, y aunque una parte de mí quería alejarse, la otra quería quedarse. Era difícil saber quién ganaría en esa lucha interna.
Darian no dijo nada por un momento, simplemente se quedó observándome, con la mirada fija en mis ojos. No sé qué había en esa mirada, pero era tan intensa que me hizo sentir como si estuviera desnuda ante él. Sentía que podía ver cada una de mis emociones, cada duda, cada deseo escondido.
—No sabes las ganas que tenia por volver a verte —susurró de repente, su voz baja y suave, haciéndome estremecer.
—Darian... no deberías... —intenté decir, pero mi voz se apagó antes de terminar la frase. Sus palabras parecían congelarme en el sitio.
—Lo sé, pero no puedo evitarlo —contestó, aún sin apartar sus ojos de mí.
Su mano subió lentamente, recorriendo mi espalda hasta llegar a mi nuca, y con una gentileza inesperada, me acercó aún más. El roce de su mano sobre mi piel me hizo sentir una corriente eléctrica. Sus palabras resonaban en mi mente, y aunque quería protestar, no podía negar que había algo en él que me atraía. Me odiaba por sentirlo, pero no podía evitarlo.
La canción continuó, y con cada segundo, sentía como si el mundo a nuestro alrededor desapareciera. No estaba segura de cómo había llegado a ese punto, pero no tenía fuerzas para alejarme. Darian, por su parte, parecía disfrutar cada instante, como si supiera el efecto que tenía sobre mí y no quisiera desperdiciar ni un segundo.
Nos movíamos al ritmo de la música, rodeados de las luces suaves del salón de baile, y por primera vez en mucho tiempo, me sentía desconectada del mundo exterior. Bailar con él se sentía tan natural que apenas me daba cuenta de cómo el tiempo y el resto de las personas desaparecían a nuestro alrededor. Era como si la sala se hubiera desvanecido, dejándonos solo a nosotros y a la música. Darian mantenía una mano en mi cintura con una firmeza sutil, mientras que con la otra sostenía mi mano, guiándome en cada paso. En un principio, intenté mantenerme un poco distante, pero conforme pasaba el tiempo, ya no sentía esa urgencia de apartarme.
Sin poder evitarlo, mis pensamientos volvían a lo mismo: ¿qué hacía él allí? ¿Cómo había llegado al baile de graduación, y por qué? Tomé un respiro y lo miré directamente a los ojos.
—¿Cómo lograste entrar aquí? —pregunté finalmente, en un tono que intentaba sonar despreocupado.
Él me dedicó una sonrisa astuta, esa sonrisa que siempre me dejaba con la sensación de que estaba ocultando más de lo que decía.
—Bueno, tengo mis trucos, ya sabes —respondió, guiñándome un ojo—. Y, claro, un poco de ayuda también.
—¿Ayuda? —repliqué, arqueando una ceja.
Él rió suavemente, manteniendo sus ojos en mí mientras seguíamos moviéndonos al ritmo de la música.
—Bueno, digamos que convencí a alguien de que soy el primo de alguien aquí —bromeó, con un tono ligero, pero había algo en sus palabras que me hizo pensar que había algo más detrás.
Rodé los ojos, intentando mantener mi expresión neutral, pero una pequeña sonrisa se escapó. Siempre parecía manejar cada situación con esa mezcla de confianza y despreocupación, como si nada pudiera realmente afectarlo.
—¿Primo? ¿De alguien que sabe bailar así, supongo? —dije, riendo suavemente mientras él seguía guiándome en la pista.
—Podría decirse —respondió, sin dejar de sonreír—. Pero supongo que la verdadera razón por la que estoy aquí eres tú.
Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Al escuchar esa última frase, un calor comenzó a invadirme, y por un momento sentí que la sala entera se había vuelto un poco más pequeña, más cálida. No me esperaba esa respuesta, y sin embargo, no aparté la mirada. Algo dentro de mí deseaba entender qué significaban realmente sus palabras.
—¿Por qué? —dije finalmente, sin poder evitar la sinceridad en mi voz.
Por un segundo, su expresión cambió, volviéndose más seria. Aquella sonrisa juguetona había desaparecido, y en su lugar, sus ojos me miraban de una forma que me resultaba sorprendentemente intensa.
—Porque quería verte —contestó, en un tono que apenas era un susurro.
El latido de mi corazón comenzó a acelerar, y de pronto, bailar con él se sentía completamente distinto. Ya no se trataba solo de la música o de las luces tenues, sino de ese momento, de sus palabras y de cómo me miraba. Sin quererlo, mis defensas comenzaron a debilitarse, y por un instante, sentí que no podía apartarme de él.
Pasaron unos segundos en silencio mientras continuábamos bailando, hasta que decidí romper la tensión.
—¿Ya me viste, no? —le pregunté, con una sonrisa a medio formar.
Darian arqueó una ceja y sonrió, como si no hubiera estado esperando esa pregunta. Se acercó un poco más, y aunque mi instinto inicial fue dar un paso atrás, me quedé donde estaba.
—Bueno —empezó, manteniendo sus ojos en los míos—, por el momento, solo quiero disfrutar este baile. Después.
Su tono era tranquilo, como si no estuviera buscando ninguna respuesta inmediata. Había algo refrescante en eso, algo que me hacía sentir menos presionada y más abierta a disfrutar el momento. Y así lo hice. Nos dejamos llevar por la música, por el ambiente, y poco a poco, mis pensamientos sobre el pasado y sobre todo lo que había sucedido recientemente comenzaron a desvanecerse.
Mientras bailábamos, mi mente viajaba, repasando la manera en que Darian había estado presente en mi vida últimamente, aunque de una manera caótica y desconcertante. Pensaba en todas esas conversaciones, en esos encuentros no planeados, en la tensión inexplicable que siempre parecía acompañarnos. No quería admitirlo, pero había algo en él que me resultaba adictivo, y por más que intentaba negarlo, ya no podía seguir engañándome.
—¿En qué estás pensando? —su voz interrumpió mis pensamientos, sacándome de mi ensoñación.
—Nada… —mentí rápidamente, apartando la mirada para no delatarme.
—No pareces estar pensando en “nada” —respondió, divertido—. Pero está bien, no tienes que contármelo ahora.
Me mordí el labio, sintiéndome algo expuesta bajo su mirada, y cambié de tema para evitar la incomodidad.
—Dime algo —comencé—, ¿por qué ahora?
Darian pareció confundido, así que continué explicando.
—¿Por qué apareces ahora? Quiero decir… antes parecías tan… —le dije, sabiendo que en realidad me refería a todo lo que había pasado en los últimos días.
Su rostro se suavizó, y después de un momento de silencio, habló.
—Supongo que a veces uno se da cuenta de lo que realmente quiere en los momentos menos esperados.
Sus palabras me dejaron desconcertada. No supe si interpretarlo como una confesión o si simplemente estaba jugando, como siempre hacía. Sin embargo, la sinceridad en su mirada me decía que había algo de verdad en sus palabras, algo que probablemente no quería admitir.
De pronto, la música cambió a una melodía más lenta, y el ambiente en el salón se volvió más íntimo. Nos detuvimos, y sin darme cuenta, ya no tenía la misma distancia de antes entre nosotros. La conexión era innegable, y aunque me aterraba lo que significaba, no podía ignorarla.
Darian levantó una mano y la colocó suavemente en mi mejilla, su mirada firme en la mía. Mi respiración se aceleró, y el mundo pareció detenerse por un instante. Nos encontrábamos en medio del salón, rodeados de personas, y sin embargo, en ese momento, todo lo demás dejó de importar.
—Eres… hermosa, Alana —susurró, con un tono de voz que me desarmó completamente.
Casi sin darme cuenta, mis ojos se cerraron, y en un impulso que no entendía completamente, me incliné un poco hacia él. No sé si fue la música, la atmósfera, o simplemente el hecho de que no había manera de negar lo que estaba sintiendo, pero en ese momento, todo parecía tener sentido.
Pero antes de que pudiera suceder algo más, escuché un sonido detrás de nosotros. Abrí los ojos y me di cuenta de que había personas mirándonos, y eso me hizo retroceder un poco, como si me recordara que estábamos en un lugar público. Sentí que mis mejillas se sonrojaban, y me aparté con una risa nerviosa, tratando de recuperar la compostura.
Darian me miró, entendiendo el porqué de mi reacción, y me dio un espacio, aunque sin soltarme completamente. Sonrió, dándome una mirada cómplice que parecía decir que entendía lo que estaba pasando entre nosotros, incluso si yo todavía no podía procesarlo.
—Supongo que no es el mejor momento, ¿verdad? —dijo en tono bajo, y asintió, como si leyera mis pensamientos.
Me reí, tratando de aliviar la tensión.
—Probablemente no —contesté, aunque en mi interior no estaba tan segura de eso.
La música terminó, y la gente comenzó a aplaudir. Solté un suspiro, agradecida por la distracción, y nos separamos. Darian me miró una última vez antes de hacer una leve inclinación de cabeza.
—Nos vemos pronto, Hermosa. —me dijo.
Continuación...