Lo que empezó como una noche de copas y diversión termina por unir los destinos de dos personas con vidas completamente opuestas.
Marcos Ashford es un hombre frió, arrogante y calculador, acostumbrado a tener todo a sus pies.
Miranda Gonzales es una chica amable y extrovertida que no tiene miedo a divertirse.
¿Podrán ambos sobrellevar las adversidades y abrirse paso al amor?
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Ventana abierta
Creo que le enojó bastante lo que le dije anoche porque no ha pronunciado ni una sola palabra después de eso. Incluso se levantó temprano para apresurarnos en volver.
—Gonzales— Estaba por bajarme del coche para entrar a mi casa cuando el señor bloque de hielo decidió hablar. —Sobre lo que dijiste anoche...
—Tranquilo, solo lo dije por molestarte— No estoy de ánimos para provocar una discusión en este momento.
—Solo quiero que tengas claro, que mientras lleves a mi hijo dentro de ti, no tienes permitido acostarte con nadie más.
—¿Nadie más?— A caso se está exceptuando de su propia regla.
—Tengo que dejar la ventana abierta en caso de que decidas volver a mis brazos.
—En tus sueños, Ashford— Tomé mi bolso y me bajé del auto, no entiendo como es que tiene siempre las palabras adecuadas para hacerme enojar.
Además, este bebé también es mío pero el se sigue comportando como si fuera el único con derechos de opinar.
Tan pronto entré a la casa recibí un mensaje de él diciéndome o más bien como es su costumbre, ordenandome que recorría mis cosas más importantes porque está noche pasaría por mi para irme a vivir a su casa.
No es de extrañar, se supone que nos cansaremos es normal que vaya a vivir a su casa.
Recoger mis cosas no me hubiese tomado tanto tiempo de no ser porque pase más tiempo en el baño que en cualquier otra parte de la casa. Luego de haber puesto mis cosas en apenas dos pequeñas maletas me recosté un momento ya que mi cabeza solo daba vueltas.
—Hey, Gonzales— Una delicada caricia en mi mejilla me hizo despertarme para encontrarme con unos destellantes ojos grises que me observaban de una forma que no podía decifrar. —Hasta que al fin despiertas dormilona.
—¡Marcos! Tu...¿Cómo entraste a mi casa?— Me levanté de inmediato alejándome de él y acomodando mi cabello.
—Es tarde, te estuve llamando por un tiempo pero no contestaste. Tu amiga me dejo pasar— Que lastima, hubiese preferido que esperara afuera hasta que se congelara. —¿Qué? ¿Otra vez de malhumor, Gonzales?
—¿Dónde está Eugenia?
—Dijo que le surgió algo importante pero que iría a visitarte mañana— Se acercó a las dos maletas en la esquina de la habitación y las tomó. —Abrígate bien, está helando afuera.
—Ashford podrías dejar de darme órdenes. ¿Es eso tan difícil para ti?
—Un poco si— Y encima lo admite con el total descaro.
—Si es tan difícil para ti, entonces olvídate de que iré a vivir a tu casa.
—Bien, bien...voy a tratar de ser menos mandon contigo. Es solo costumbre, trabajaste para mi mucho tiempo. No puedo abandonar el hábito así como así— En eso puedo entenderlo. Yo tampoco aún no me acostumbro a no verlo como mi jefe
—Está bien, pero al menos inténtalo o no podremos permanecer bajo el mismo techo— Espero que ponga un poco de su parte, no creo que le haga ningún bien al bebé si siempre estoy haciendo coraje con su padre.