Amaris creció en la ciudad capital del magnífico reino de Wikos. Como mujer loba, fue entrenada para proteger su reino por sobre todas las cosas ya que su existencia era protegida por la corona
Pero su fuerza flanquea cuando conoce a Griffin, aquel que la Luna le destino. Su mate que es... un cazanova, para decirlo de esa manera
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Encuentros Reveladores
Amaris continuó su marcha por el mercado, sus sentidos más alerta de lo habitual. El tirón de su loba interior todavía vibraba en su sangre, un recordatorio constante de lo que acababa de ocurrir. Había encontrado a su Mate, pero él no lo sabía. Y, por ahora, debía mantenerlo así. Nadie, ni siquiera ese hombre, podía descubrir su verdadera naturaleza.
Para los habitantes de Amanecer y el resto del reino, Amaris era simplemente una cazadora habilidosa, una guerrera entrenada con la guardia del rey. Nadie debía saber que los descendientes de Selene caminaban entre ellos, ocultos tras la fachada de la humanidad. Los hombres lobo, herederos de la diosa de la luna, eran una raza secreta que había aprendido a mezclarse entre los humanos, esperando el momento adecuado para alzar su lealtad a la nobleza que les otorgaba refugio.
Amaris respiró hondo mientras continuaba alejándose del mercado. Sabía lo que significaba encontrar a su Mate, había escuchado las historias de otros lobos: el poder del vínculo, cómo transformaba la vida de un lobo cuando lo sentía por primera vez. Pero no estaba preparada para lo que acababa de ocurrir. Ese hombre, el desconocido con la sonrisa fácil y los ojos intensos, era su Mate. Y lo peor de todo: no podía permitir que lo supiera hasta que ella estuviera libre de su misión.
El tirón en su pecho seguía allí, implacable. Caminó más rápido, necesitaba espacio, aire, tiempo para pensar. No podía arriesgarse a que la reconociera. No aún. Su loba rugía, deseando regresar, pero Amaris la controlaba con firmeza. Sabía lo que estaba en juego, y su manada dependía de su discreción.
Finalmente, llegó a las afueras del mercado, donde los árboles comenzaban a aparecer en el paisaje, una bienvenida calma que ayudó a mitigar la tensión que sentía. Necesitaba alejarse, aunque fuera solo por un momento. El sonido de la multitud se desvanecía, y la naturaleza que rodeaba la ciudad la abrazaba en su silencio.
Sin embargo, antes de que pudiera relajarse por completo, sintió unos pasos detrás de ella. Su cuerpo reaccionó al instante, girándose con rapidez y colocando una mano sobre la empuñadura del cuchillo en su cintura.
—Tranquila —dijo una voz masculina, familiar
Era él, el desconocido del mercado.
Amaris lo observó acercarse con cautela, su cuerpo tenso. El hombre llevaba una sonrisa juguetona, como si nada en el mundo pudiera afectarlo. Pero sus ojos, esos penetrantes ojos verdes, parecían analizar cada movimiento de ella. Y eso la puso aún más en guardia. Su loba parecía complacida porque la siguió pero ella estaba alerta
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, esforzándose por mantener su voz controlada. No podía permitirse mostrar ninguna debilidad. No podía mostrar como deseaba lanzarse sobre él y arrancarle la ropa
Él se encogió de hombros con una expresión despreocupada.
—Te vi alejarte del mercado y me dio curiosidad —respondió con naturalidad—. Parece que no te gusta mucho el bullicio.
Amaris sintió su irritación crecer. No necesitaba a este hombre siguiéndola cuando su mente estaba confusa, pero tampoco podía permitirse ser brusca con él y alejarlo, su loba nunca se lo perdonaría. Selene lo había marcado como su Mate, y aunque él no lo sabía, Amaris debía mantener las apariencias por ahora, ya después lo tendría para ella.
—El mercado es demasiado ruidoso para mí hoy —respondió con cautela, manteniendo su distancia—. A veces, uno necesita un poco de paz.
Él asintió, sus ojos nunca apartándose de los de ella. Había algo en su mirada que la hacía sentir vulnerable, expuesta, como si pudiera ver más allá de su fachada humana.
—Paz, ¿eh? —repitió él con una ligera sonrisa—. Bueno, aquí fuera la encontrarás, supongo.
Amaris se mantuvo en silencio, sin querer dar más información. No estaba acostumbrada a que la siguieran de esa manera, y menos aún a que alguien se sintiera tan cómodo desafiando su espacio personal. Pero el vínculo que sentía hacia él complicaba las cosas. Su loba quería acercarse, reconocerlo como suyo, pero Amaris sabía que no era posible. No ahora.
—Debes tener cuidado a quién sigues —advirtió ella, entrecerrando los ojos—. Algunos no apreciarán tanta curiosidad.
Él soltó una carcajada suave, como si la amenaza apenas lo tocara.
—Eso es lo que me han dicho. Pero no me asusto fácilmente.
Amaris apretó los labios. El descaro de este hombre la confundía tanto como la atraía. Era obvio que no era un simple campesino. Algo en su porte, en la forma en que se movía con una libertad que solo unos pocos podían permitirse, le indicaba que no pertenecía a la misma clase de personas que frecuentaban el mercado. Tal vez un mercenario o un aventurero. Lo que fuera, debía tener cuidado.
—¿Y por qué me sigues a mí? —preguntó ella finalmente, buscando información. No era normal que alguien la siguiera sin motivo aparente.
Él se detuvo por un momento, como si considerara su respuesta.
—Supongo que me llamó la atención la forma en que te mueves —dijo él, encogiéndose de hombros—. Hay algo diferente en ti. No eres como los demás.
Amaris sintió un leve escalofrío. ¿Había notado algo? No, no podía ser. Se había cuidado de no mostrar ningún signo de su verdadera naturaleza. Aun así, su instinto le decía que este hombre era más perspicaz de lo que aparentaba.
—No soy diferente a los demás —replicó ella, manteniendo su tono frío—. Solo soy una cazadora que ha venido a servir al señor feudal.
Él la observó, y por un momento, pareció que iba a decir algo más, pero en lugar de eso, sonrió de nuevo.
—Lo que tú digas, cazadora.
Amaris lo observó con cautela. No le gustaba que supiera tanto sin ella haber dicho nada, pero tampoco podía arriesgarse a levantar más sospechas. Necesitaba desviar la conversación.
—¿Y tú? ¿Qué haces aquí, además de seguir a desconocidas?
La sonrisa del hombre se amplió, y esta vez hubo un destello de travesura en sus ojos.
—Oh, ya sabes. Solo paso el tiempo. Cazar recompensas, disfrutar de la vida… cosas simples.
Amaris supo en ese instante que estaba tratando con alguien peligroso. Un cazador de recompensas. Eso explicaba su actitud despreocupada y su habilidad para moverse entre la multitud sin llamar la atención. No era el tipo de hombre que debía interesarle, pero el vínculo que sentía hacia él no podía ser ignorado. Eran conocidos por ser arrogantes pero buenos luchadores
—Tal vez deberías volver a tu caza —dijo ella, dando un paso hacia atrás—. No quiero que pierdas ninguna recompensa por mi culpa.
Él inclinó la cabeza, como si considerara sus palabras, pero no hizo ningún movimiento para irse. En su lugar, dio un pequeño paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos.
—Quizá lo haga, pero primero me gustaría saber tu nombre.
Amaris se quedó en silencio, manteniendo su expresión neutral. No podía darle más información, no ahora. Pero sabía que no sería la última vez que lo vería
—Eso no es algo que necesites saber —dijo finalmente, dándose la vuelta para caminar de regreso al mercado.
Él no la detuvo, pero la observó mientras se alejaba. Amaris sintió su mirada en su espalda, pesada y llena de curiosidad. Sabía que este hombre no la dejaría en paz tan fácilmente. Había algo entre ellos, algo que él no entendía pero que ella sí. El vínculo estaba allí, esperando ser reconocido.
Mientras se adentraba nuevamente en el bullicio del mercado, Amaris supo que su vida en Amanecer no sería tan tranquila como esperaba. Había encontrado a su Mate, pero el precio de ese descubrimiento era aún incierto. Y en su mundo, los secretos podían ser tan peligrosos como las bestias que cazaba.