Princesa Asesina

Un tiempo después.

Después de un tiempo la pobre Alia despertó sintiendo un leve dolor en su cabeza.

– ¿dónde estoy? – lo pensó mientras miraba a su alrededor.

Todo su cuerpo se encontraba acurrucado sobre el suelo con su manos quiso levantarse.

– ¡Este es el altar de las estrellas! – murmuró sorprendida al ver las estrellas que brillaban con intensidad.

No podía creer que ahora se encontraba en el altar astronómico de la familia imperial, es un lugar donde los grandes eruditos observan las estrellas para prever el futuro o el destino de los seres.

Este es un lugar sumamente secreto solo los miembros reales de la familia Kalisto y los eruditos más destacados en su despertar pueden entrar para comprender las estrellas del destino.

– ¡estás despierta! – la voz fría  resonó por todo el altar.

Mirando hacia el frente Alia siguió la voz que le llamaba.

– ¡hermano mayor! – susurró Alia moviendo sus dedos tocó la esquina del traje casi perfecto.

El rostro hermoso como un paisaje parecía tan frío sus cejas cinceladas están fruncidas levemente.

Al ver que su hermano mayor no le dirigía la palabra Alia sintió tanta amargura.

– ¿Qué pasó hermano? – preguntó con una sonrisa tierna.

Nuevamente no obtuvo respuesta, solo indiferencia.

Bajando la mirada, la mente desconcertada de Alia pensó en miles de situaciones por tal trato que le da su hermano mayor.

¿Habrá pasado algo cuando se desmayó?  Que podría haber hecho que su hermano se volviera tan frío con ella.

– ¡no tiene que averiguarlo! – asintiendo con la cabeza Alia se decidió a afrontarlo.

Justo cuando estaba por hablar de lo que estaba pensando fue interrumpida por la voz de su hermano mayor.

– ¡Alia te irás al imperio Kalisto como un rehén para el imperio sagrado ! – confesó con crueldad el emperador Nicolás.

¿Ir al imperio sagrado? ¿Qué clase de broma es esta? Su hermano mayor le está diciendo que dejará que la lleven como un rehén que puede ser humillada por todos.

Sus dedos blancos como la nieve que tocan la esquina de su ropa se soltaron.

Estaba en shock por las órdenes de su amado hermano.

Tragando saliva Alia levantó la mirada y sus ojos casi rojos se posaron sobre ese rostro que alguna vez la miraron con ternura.

– ¡hermano! ¿Estás bromeando? – preguntó entre susurros.

Ese hermano mayor que tanto a querido Alia, se volvió indiferente a sus palabras cerrando sus ojos suspiró con impotencia nuevamente.

Agachándose se arrodilló en el suelo mirando a la hermosa niña tierna como un bebé.

– ¡Es tu culpa! Si no hubieras escapado del matrimonio nunca habríamos perdido tanto contra el tercer príncipe, Alia si por una vez en tu vida actuarás de manera madura nada de esto habría pasado – su voz cruel la culpó fríamente.

¿Es su culpa? 

Alia negó con la cabeza, no aceptó que era su culpa ¡nunca quiso ser una princesa! Solo quería ser la amada niña de su maestro ¿es tan malo pedir eso? 

Su mente caótica le impedía pensar con claridad después de todo Alia quien siempre ha sido un pequeño genio en la inteligencia se desesperó buscando una excusa razonable para su forma a veces inmadura. 

Al mirar la mente perdida de Alia, el emperador Nicolás usó su poder.

Con el sonido de un trueno todo el lugar parecía temblar.

Alia quien se perdía a sí misma despertó mirando a su alrededor como las estrellas se volvían caóticas cayendo del cielo.

Esos ojos otoñales se posaron sobre el emperador Nicolás que actuaba con arrogancia.

La palma cubierta de un poder oscuro como la tinta se movía como el fuego abrasador conteniendo un poder aterrador.

Movilizando su poder de despertar el emperador Nicolás destruyó el altar.

Como miles de fragmentos cayeron al suelo.

Las estrellas que brillaban en el cielo se convirtieron en cometas que cayeron al abismo infinito.

– ¡Aún sigues sin aceptar tu culpa! Alia, yo el emperador Kalisto te destierro del imperio para convertirte en un rehén “no podrás volver nunca más” – rugiendo ferozmente se levantó del suelo, su mirada llena de ira se fijó en Alia.

Agitando su manga dio la vuelta ignorando a la pequeña figura débil quien no había soportado la presión de su poder.

Todo el cuerpo de Alia dolía como si sus huesos hubieran sido aplastados a pesar de que solo destruyó fue lo suficientemente fuerte como para dañarla.

¡Su cuerpo dolía! Aunque lo que más le dolía es que su hermano mayor la tratara así.

¿Por qué? 

Moviendo su débil cuerpo Alia se arrastró usando sus dedos para poder impulsarse.

Estirando su mano quiso atrapar la ropa de su hermano mayor sin embargo fue en vano.

¡Lo que le había pasado era como una pesadilla! Le dolía tanto el corazón.

Mirando la figura que se marchaba en cámara lenta, recordó cuando su hermano mayor llegó a buscarla.

Ese día era claro con un cielo celeste con apenas ocho años su maestro la columpiaba en el gran árbol de duraznos, los pétalos caían como nieve, su sonrisa cálida lechosa era tierna que cualquiera quisiera acercarse para besar sus tiernas mejillas rosaditas.

Sus ojos otoñales miraron el cielo claro recordando que solo tenía a su amado maestro que la mimaba pero le había dicho que su única familia que quedaba sanguínea quería conocerla.

Con tan solo ocho años Alia no lo entendía pues nunca conoció ese familiar del que su maestro le hablaba.

Perdida en sus pensamientos inocentes vislumbro una figura alta hermosa.

Es un joven que parece tener tan solo 13 años de edad, es muy guapo, cabello castaño y ojos verdes como las esmeraldas preciosas.

A la  pequeña Alia le parecía hermoso deseaba poder llevárselo a su casa para que le sirviera té o fuera su sirviente.

Soltando una risita, se tapó sus labios pequeños, mirando al niño hermoso agitó su mano pidiéndole a su maestro que detuviera el columpio.

— ¡Chico guapo! ¿Quieres servirme? – le preguntó mientras colocaba sus pequeñas manitas sobre su cintura.

Levantando la barbilla de manera orgullosa Alia pensaba que aceptaría después de todo ¿quién no querría estar cercas de su poderoso maestro?

Los árboles de duraznos hacían que el joven niño de tan solo 13 años cubriera sus leves expresiones con su cálida sombra.

– ¿Te llamas Alia verdad? – la voz suave del joven niño resonó en los oídos de la pequeña Alia.

Mirando desconcertada al joven niño, Alia no entendía por qué sabía su nombre.

¡Solo tal vez! Tan solo tal vez….

Abriendo los ojos de par en par, lo entendió.

– ¡eres mi pariente! ¡Mi familia! – preguntó eufórica  levantándose del columpio.

Sus pequeñas piernas cortas tambalean casi cayendo al suelo.

– ¡voy a caer! – susurró suavemente mientras cerraba sus ojos.

La caída que la pequeña Alia esperaba nunca sucedió, confundida abrió sus ojos.