Elizabeth trabaja como la asistente ejecutiva de Alexander, el CEO de una empresa muy importante. Él, es un hombre atractivo y exitoso, lo que cualquier mujer podría desear. Elizabeth y Alexander tenían un trato profesional, pero la constante cercanía entre ambos los llevó a iniciar una apasionante aventura.
Pero más pronto de lo que Elizabeth se podría imaginar, Alexander terminó la relación, dejándola a ella con el corazón roto y una sorpresa inesperada. Elizabeth estaba embarazada, temerosa de cómo podría afectar esto a Alexander y negándose a decirle sobre el embarazo, ella toma un avión en busca de iniciar una nueva vida.
¿Qué hará Alexander cuando sepa que Elizabeth se ha marchado?
¿Descubrirá lo que ella oculta?
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CONTINUACIÓN: [HORA DE REGRESAR ]
Elizabeth.
Tras un día muy ameno en el parque, me levanté temprano para verificar que todo estuviera en orden antes de nuestro viaje. Realicé algunas llamadas para asegurarme de que todo estuviera preparado en la empresa y evitar inconvenientes durante mi ausencia.
—Buenos días, Elizabeth. ¿Cómo te encuentras? —preguntó Clara al verme en la oficina.
—Hola, Clara. Estoy bien, gracias. Solo me estoy asegurando de que todo esté en orden antes de mi partida. No deseo que surja ningún inconveniente en mi ausencia —respondí, mientras revisaba algunos documentos.
—No te preocupes, todo irá bien. Además, cuentas con un equipo muy capacitado —aseguró Clara, sonriendo.
—Soy consciente de eso, pero siempre es preferible tomar precauciones. ¿Podrías echar un vistazo a estos informes por mí? —le solicité, mientras le entregaba una carpeta llena de documentos importantes.
—Por supuesto, déjamelo a mí —contestó Clara, con una sonrisa, mientras tomaba la carpeta entre sus manos.
Después de verificar que todo estuviera en orden en la empresa, decidí regresar a casa para preparar a los niños para la tarde. Comencé vistiéndole a Sofía, eligiendo un bonito vestido que resaltara su dulzura. Para completar su look, dejé caer su cabello suelto, creando suaves ondas que enmarcaban su rostro, y añadí unas adorables mariposas como adornos, que le daban un toque especial y encantador a su peinado.
—Mamá, ¿me veo bonita? —preguntó Sofía, dando vueltas con gracia para mostrarme su vestido nuevo, que danzaba suavemente con cada movimiento.
—Te ves preciosa, mi amor. Eres como una hada hermosa —le respondí, sonriendo con ternura mientras admiraba su alegría.
Después, me dirigí a Lucas, quien esperaba pacientemente mientras yo le vestía. Le puse unos pantalones de lino negro que le quedaban a la perfección, junto con una camisa blanca que resaltaba su dulzura. Mientras trataba de peinarlo, le dije con una sonrisa que estaba muy guapo.
—Mamá, ¿me veo como un superhéroe? —preguntó Lucas, emocionado, mientras se ajustaba la camisa y se miraba con curiosidad en el espejo. Su reflejo mostraba su entusiasmo y los ojos brillantes llenos de ilusión.
—Te ves increíble, Lucas. Eres mi pequeño superhéroe —le dije con ternura, inclinándome para darle un suave beso en la frente.
Después de esos momentos tiernos, decidí que era hora de arreglarme. Elegí un vestido blanco que caía delicadamente sobre mi figura, dejando que mi cabello cayera suelto y libre por mis hombros. Me apliqué un labial de un tono suave, perfecto para la ocasión, y me puse mis joyas favoritas que tanto significado tenían para mí. Mientras me preparaba, mi querida abuela María estaba a mi lado, ayudándome a empacar todas nuestras cosas.
—Elizabeth, ¿estás realmente segura de que llevas todo lo necesario para el viaje? —me preguntó la abuela, revisando meticulosamente el contenido de las maletas.
—Sí, abuela. Estoy segura. Gracias por tu ayuda, de verdad. No sé qué haría sin ti —le respondí, sonriendo con gratitud mientras apreciaba todo lo que había hecho por mí.
—No tienes que agradecer, querida. Solo quiero asegurarme de que todo esté perfecto para ustedes —dijo la abuela, mientras cerraba una de las maletas.
—Abuela, ¿qué harás mientras estamos fuera? —le pregunté, interesada.
—Voy a visitar a mi hijo en el pueblo. Hace tiempo que no lo veo y creo que es una buena oportunidad para disfrutar de su compañía —respondió la abuela, sonriendo.
—Eso suena increíble. No dudes en venir a visitarnos cuando te apetezca —le dije, mientras la abrazaba con cariño.
—Muchas gracias, querida. Definitivamente lo haré —respondió mi abuela, correspondiendo a mi abrazo con ternura.
Bajé las escaleras con mi equipaje; el chofer se acercó rápidamente para ayudarme, tomando las maletas y colocándolas en el maletero del auto sin demora. Los niños, llenos de emoción por la aventura que estaba por comenzar, subieron al vehículo con grandes sonrisas.
—Mamá, ¿cuánto tardaremos en llegar? —preguntó Lucas, con un claro tono de impaciencia en su voz.
—Va a ser un trayecto algo extenso, querido. Pero no te preocupes, llegaremos pronto —le contesté con una sonrisa en el rostro.
Estaba a punto de entrar en el auto cuando, de repente, apareció Clara, quien traía un equipaje en sus manos.
—¿Acaso pensabas que te iba a dejar sola en esto? —exclamó Clara, sonriendo de manera traviesa.
—¡Clara! No tenía idea de que te unirías a nosotros en este viaje —repliqué, sintiéndome sorprendida pero al mismo tiempo muy contenta.
—No podía dejarte enfrentar esto sola. Además, tengo muchas ganas de unas vacaciones —dijo Clara entre risas, mostrando su entusiasmo.
—Gracias, Clara. Realmente lo aprecio —le respondí con una sonrisa.
Subimos al automóvil y la abuela nos llamó desde la puerta.
—¡Buen viaje! Cuídense mucho y llámenme cuando lleguen —se despidió la abuela.
—¡Lo haremos, abuela! Te queremos —respondí mientras el auto comenzaba a rodar.
Durante el trayecto, Clara y yo comenzamos a dialogar acerca de nuestros planes y preocupaciones.