Una cirujana brillante. Un jefe mafioso herido. Una mansión que es jaula y campo de batalla.
Cuando Alejandra Rivas es secuestrada para salvar la vida del temido líder de la mafia inglesa, su mundo se transforma en una peligrosa prisión de lujo, secretos letales y deseo prohibido. Entre amenazas y besos que arden más que las balas, deberá elegir entre escapar… o quedarse con el único hombre que puede destruirla o protegerla del mundo entero.
¿Y si el verdadero peligro no es él… sino lo que ella empieza a sentir?
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Capítulo 16
Pruebo los labios que me sumen.
Su lengua le da un azote a la mía, correspondiendo y alargando el momento, envolviéndome entre sus fuertes brazos.
Respiro su mismo aliento y percibo el calor que emite, cómo se le tensan los músculos y cómo se le dispara el corazón cuando muerde, aumentando las ganas.
El mundo se disuelve alrededor.
No hay castillos ni sangre ni enemigos. Solo esa presión ardiente entre nuestras bocas y el sonido desacompasado de dos respiraciones que se convierten en una.
Y entonces…
mi razón despierta.
—No… no podemos seguir con esto —digo, con la voz entrecortada, aún temblando por dentro. Me libero de su agarre y doy un paso atrás. Necesito espacio, aire, lógica. —Aún no te recuperás.
Damián no se mueve.
Sus ojos me recorren como si pudiera leer mis contradicciones.
—Además —añado, con firmeza, intentando recomponerme. —Eres mi paciente. Éticamente no es correcto.
El silencio que sigue no es cómodo. Es espeso, cargado, como una cuerda tensa a punto de romperse.
—¿De verdad estás pensando en la ética, Alejandra?— Su voz es grave, como si el beso también lo hubiera descolocado.
—Claro que sí. Alguien tiene que pensar con la cabeza en este lugar —respondo, cruzándome de brazos, no solo para marcar límites, sino también para contener el temblor de mis manos.
—¿Y tu creés que esto fue solo un impulso? —pregunta, dando un paso hacia mí—. ¿Que te besé por capricho?
—No me importa por qué lo hiciste —mentí.
Me importaba.
Me importaba demasiado.
—Tu no eres cualquier paciente, Damián y este no es cualquier entorno. Estoy atrapada en tu mundo, en tus reglas. Y ahora… esto. No sé ni lo que es esto. Y sinceramente, me da miedo lo que estoy empezando a sentir.
—¿Y qué estás empezando a sentir?
—¡Eso no importa! —exclamé, perdiendo por un momento el control—. Aunque sintiera algo, no puedo actuar sobre eso. Tengo que protegerme. Y tu... eres una amenaza para todo lo que conozco como seguro.
Él me observa en silencio.
Sus ojos son una tormenta contenida.
No se defiende. No discute.
Solo asiente lentamente, como si entendiera algo más profundo.
—Entonces no haré nada más que no quieras —dice finalmente—. Pero no voy a mentirte, Alejandra. Lo que siento por ti no va a desaparecer. Y si alguna vez sientes lo mismo…no voy a dejarte escapar.
Mi corazón se aprietò en el pecho.
Quiero gritarle que no diga eso. Quiero rogarle que no complique más lo que ya es una tragedia, pero lo único que sale de mis labios es:
—Necesito estar sola y tu tienes que descansar.
Él asiente, se aleja un paso. Otro.
Da media vuelta con la postura erguida y sin mirarme más, sale por la puerta, dejando tras de sí un perfume intenso… y un incendio que ni todo el invierno de Gales podría apagar.
Cuando me quedo sola, dejo que mi espalda se apoye contra el frio cristal.
Respiro hondo, pero no me calma. Nada lo hace, porque lo más peligroso no es Damián, es la parte de mí que quiere dejar de resistirse.