Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Los hijos de Ivette conocen a Gustavo
Al día siguiente con mucho anhelo los dos salieron a caminar, Gustavo la esperaba a la entrada del edificio como cada día, ella salió, él la abrazó, ella respondió al abrazo y se besaron, se habían extrañado mucho.
Durante varios días salieron a caminar, el clima al pasar el tiempo era más frío, después de caminar se sentaban en la plaza y algunas veces conversaban en el auto, los besos y caricias abundaban, Cada día se atraían más, conocían más de sus vidas, de su pensar, se contaban sus vivencias, experiencias del pasado, se gustaban en todo.
En una de estas ocasiones la noche estaba lluviosa, esa lluvia de invierno y estaba frío al bajar del edificio Ivette tenía sus manos heladas, el vapor se podía ver cuando ellos hablaban.
— subamos al auto— dijo Gustavo.
—OK, se dirigieron al auto pero aun allí estaba frío.
— ¿quieres tomar un café? Preguntó Ivette.
—Si, pero es tarde no creo que esté abierto algún local.
—Vamos arriba a mi departamento — respondió Ivette.
Gustavo titubio un poco, con nervios respondió — ¿Y tus bebés? Tal vez les moleste.
— No, esta tarde hablé con ellos y le dije que tal vez alguien vendría a casa. No te preocupes que no llevaría a nadie a casa si no hubiera hablado con ellos.
Él aceptó, tenía unos nervios increíbles cada vez que se acercaba a la puerta del departamento más miedo le daba, esa sensación de no saber como los hijos adolescentes de ella lo recibirían.
— pasa por favor — dijo ella abriendo la puerta, siéntate qué prepararé un café — Sus hijos estaban catanto,o en su habitación, por lo tanto Gustavo no podía calmar esos nervios, en cualquier momento aparecería esos jóvenes que no conocía. De pronto la puerta de una habitación se abrió.
— Mami — era su hija, se oía su voz en el pasillo mientras se acercaba. ¿ Sabes donde... Interrumpió lo que estaba preguntando al ver a un hombre allí, sentado a la mesa, mientras Ivette preparaba un café. — Hola buenas noches. — saludó al desconocido.
— buenas noches ¿Cómo Estás? —Respondió Gustavo.
Interrumpe Ivette y le dice dirigiéndose a Gustavo — Ella es mi hija —luego se dirige a su hija y le dice — él es Gustavo.
Sé saludan amablemente. Su hija le dice — yo venía a preguntar algo y se me olvidó... Emmm bueno, me retiro — mientras se iba recordó — ah! Mami necesito una carpeta de matemáticas para el próximo lunes. — dio las descripciones de lo que necesitaba y dijo — buenas noches!
Por lo menos los nervios de Gustavo bajaron un poco, el impacto en La hija de Ivette fue positivo.
Terminó de preparar el café, se sentaron mientras seguían conversando.
—¿ tu hija no se sentirá mal por mi presencia aquí?
— No creo, ella expresa inmediatamente sus molestias con su rostro y no la vi mal, así que le caíste bien.
Gustavo sintió aún un mayor alivio.
Luego salió su hijo. —Má... — Alcanzó a decir una sílaba cuando vio a Gustavo — hola — la voz de él no era tan simpática, es que nunca había visto a su mamá con alguien y mucho menos traerlo a casa.
— ¿necesitas algo hijo?
— no mamá —dijo y se devolvió a su habitación.
Mientras, sobre la mesa...— Creo que a tu hijo no le caí muy bien.
— la verdad es que mañana le preguntaré, ahora disfrutemos de este café, tratemos de que las cosas fluyan solas.