La esposa del emperador murió y el alma de una mujer que pertenecía a otro mundo entra a su cuerpo y tendrá que tomar las riendas de su nueva vida.
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Capítulo 20
Capítulo 20
Narra el emperador David
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, Iris, la mujer de la que he estado enamorado desde hace muchos años, está en una celda torturando a alguien. Y lo que más me sorprende es que ese alguien, era el maestro de Marcos, al que había mandado a encerrar, en espera a un juicio, después de que me entere de que se había atrevido a golpear a mi hijo.
Podía escuchar que ella le recriminaba por haber golpeado a Marcos, eso me alegraba, pero aún no podía entender como es que en realidad ella estaba torturando a una persona. Eso era algo que no entendía... ¿Cómo era posible que eso llegara a pasar?
La Iris que yo conocía no era capaz de semejante salvajada. Porque he de ser sincero y la forma en que le sacaba las uñas y luego los dedos para después cauterizar la herida, con la ayuda de ese soldado, al maestro Milton, era una salvajada.
Sin embargo, lo que más me sorprendía, a pesar de la tortura, era la sonrisa de satisfacción en su rostro. Ella lo estaba disfrutando. Y a mí, por más que quisiera que me desagradara esa expresión en su rostro. Era todo lo contrario, si lo pensaba un poco más, podría decir que parecía una diosa de la venganza.
El verla con sangre en sus manos y algunas gotas en el rostro era fascinante. Creo que, podría decir que estaba cada vez más fascinado con ella.
Me quedé en el lugar observado todo lo que pasaba hasta que escuche que iban a salir, en ese momento me escondí en un rincón donde podría verlos salir del lugar. Los vi murmurar y después ella golpeó al soldado dejándolo inconsciente en el suelo y se marchó del lugar.
Si bien no entendía el porqué del golpe, pase por al lado del soldado y me fui rápidamente detrás de ella. La vi llegar a salvo a su palacio y al rato me adentré también. Fui directo a su habitación, entre y pude verla completamente dormida.
En la chimenea podía ver el rastro de alguna prenda y sonreí al descubrir que había pensado en deshacerse de las evidencias. Agarre el atizador y puse bien en medio de la llama, lo que quedaba del vestido.
Me adelanté a su cama y con mucho cuidado le moví los cabellos de su rostro dejando ver una gran sonrisa en sus labios. No lo podía creer, ella había torturado a un hombre hace unas horas y ahora dormía profundamente y con una gran sonrisa.
Negando con la cabeza por la actitud de ella y por lo que provocaban en mí, me incliné y le di un suave beso en sus labios. Ella, sin despertarse, soltó un pequeño gemido, como si le gustara.
Contento por ese beso, me fui sin hacer ni un solo ruido. Cuando llegue a mi habitación en el palacio del emperador, me saque la ropa y me fui a dormir, mientras pensaba en todo lo que había visto esta noche.
A la mañana siguiente me despierta mi asistente y me cuenta que es urgente que me presente en el salón del trono. Creo saber que es lo que estaba pasando en realidad. Me levanto muy rápido y me visto.
Al llegar al salón puedo ver que ya estaban presentes varios nobles y a algunos se les notaba enojados. Me acerco al trono y me siento.
-Bueno... ¿Qué es lo que está pasando aquí?
-Majestad, alguien irrumpió en las mazmorras y atacó a un guardia que estaba haciendo la vigilancia y dejándolo inconsciente, se adentró en una de las celdas y torturó a un prisionero.
-¿A cuál prisionero?
Dije, asiendo el preocupado.
-Al maestro Milton.
Dijo un noble con la voz y la mirada enojada.
-Puedo saber lord... ¿Por qué esa cara?
Le pregunté como si no supiera quién era él en realidad.
-Pues es muy raro que mi hermano haya sido apresado injustamente y ahora torturado por una persona misteriosa.
Los nobles se miraban preocupados por la acusación del Lord Milton.
-¿Me parece o usted me está acusando de algo, lord Milton?
Le dijo con vos fuerte, dejando ver un poco de la impaciencia que este sujeto causó en mí.
-Claro que no majestad, solo digo que es muy raro.
Dijo queriendo hacerse el inocente.
-Voy a averiguar que fue lo que pasó.
-Me gustaría poder llevarlo a casa para poder sanar sus heridas y dejar esto atrás, lo más que se pueda.
-Encontraremos al culpable. Más eso no hará que su hermano se salve del juicio que tiene pendiente. Por lo cual no se irá de los calabozos.
-Pero...
-Pero nada lord. Su hermano será juzgado por el crimen que cometió. Pero si lo que le importa ahora es su seguridad, me encargaré de qué esté vigilado todo el tiempo por varios guardias, en su celda.
Podía ver que él quería discutir sobre este asunto, pero no lo dejaría.
-Ahora que ya aclaramos este asunto voy a pedirles que se retiren, tengo otros asuntos que tratar.
Cuando todos se fueron, pedí a los guardias que nos dejaron solos a mi asistente y a mí.
-Majestad, no se preocupe que yo me encargaré de encontrar al culpable lo más rápido posible para que los nobles, ya no lo molesten con ese tema.
-¡Tú no harás nada! ¡No buscarás al culpable! Y si alguien, te pregunta como va la investigación, le dirás que por más que estamos buscando no hemos podido encontrar nada. ¿Quedó claro?
-Si majestad, pero no entiendo.
-No necesitas entender mis motivos, solo ten presente que no quiero que sea revelado la identidad del culpable.
-Entiendo majestad.
-Y si te llegas a enterar de que alguien está investigando por su cuenta, tendrás que buscar hasta en el fondo de la tierra información de algún delito que haya cometido, para deshacerse de él.
-Quiere que invente supuestos...
-¡No! Quiero que busques crímenes reales, no que les inventes crímenes. No soy esa clase de emperador.
Mientras, por dentro me decía, esto lo hago porque jamás permitiría que la mujer que amo sea inculpada de algún crimen y más si ese crimen tiene de castigo la horca.
-Entendido, su majestad.
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