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"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

"Yo Solo Deseaba Ser Amada"

Status: En proceso
Genre:Reencarnación
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: LUZ PRISCILA

Toda mi vida deseé algo tan simple que parecía imposible: Ser amada.
Nací en mundo de edificios grises, calles frías y rostros indiferentes.
Cuando apenas era un bebé fui abandonada.
Creí que el orfanato sería refugio, pero el hombre que lo dirigía no era más que un maltratador escondido detrás de una sonrisa falsa. Allí aprendí que incluso los adultos que prometen cuidado pueden ser mostruos.

Un día, una mujer y su esposo llegaron con promesas de familia y hogar me adoptaron. Pero la cruel verdad se reveló: la mujer era mi madre biológica, la misma que me había abandonado recién nacida.

Ellos ya tenian hijos, para todos ellos yo era un estorbo.
Me maltrataban, me humillaban en casa y en la escuela. sus palabras eran cuchillas. sus risas, cadenas.
Mi madre me miraba como si fuera un error, y, yo, al igual que ella en su tiempo, fui excluida como un insecto repugnante. ellos gozaban de buena economía, yo sobrevivía, crecí sin abrazos, sin calor, sin nombre propio.

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Capitulo 7

El amanecer se filtraba tímido por los ventanales de la mansión ducal. El brillo del mármol pulido y los tapices bordados con hilos de oro parecían ajenos a la pesadez que habitaba en el pecho de la niña. Había pasado ya algunos días desde su despertar en este nuevo mundo, y poco a poco empezaba a acostumbrarse a su nueva realidad: un cuerpo pequeño, frágil, pero con una mente madura cargada de recuerdos de otra vida y del destino que se suponía la aguardaba.

Hoy sería diferente. Los tutores habían sido convocados por el duque para retomar las clases que la niña había abandonado con excusas y berrinches en el pasado. La noticia corrió rápido por la casa: “La señorita volverá a estudiar”. Los sirvientes cuchicheaban con incredulidad; los hermanos se burlaban anticipando otra rabieta ridícula.

Ella, en cambio, respiró hondo frente al espejo de su tocador. Allí estaba su reflejo: la misma niña de mirada grande, con rasgos delicados y un aire orgulloso. La misma que en la novela había sido señalada como villana, odiada y condenada a un final trágico. Pero ahora sabía la verdad: aquella niña nunca fue malvada, solo incomprendida… como ella lo había sido en su primera vida.

—Hoy no cometeré los mismos errores… —susurró para sí, acomodando su cabello con las pequeñas manos.

El salón de estudios era amplio, con ventanales altos y una mesa cubierta de libros de filosofía, aritmética, historia y etiqueta. Los tutores entraron uno a uno, inclinándose ante el duque que los recibió brevemente antes de dejarlos a solas con la niña. Ellos la observaron con cautela: esperaban ver a la engreída que los había insultado y despreciado antes.

—Buenos días, maestros —dijo ella con una voz suave y respetuosa, inclinando un poco la cabeza.

Un silencio incómodo llenó la sala. Los hombres y mujeres de semblante severo se miraron entre sí, desconcertados. ¿Era posible que aquella fuera la misma niña?

Las horas avanzaron. Ella escuchó con atención cada lección, tomó notas con delicadeza y hasta se atrevió a responder correctamente a preguntas complejas de historia y cálculo. Por dentro, su corazón latía con fuerza: en su otra vida nunca había tenido acceso a una educación de ese nivel, y ahora cada palabra era un regalo que atesoraba.

Pero la sorpresa de los tutores no se transformó en confianza. Uno de ellos, el más estricto, frunció el ceño y murmuró:

—Debe estar fingiendo. ¿Desde cuándo la señorita puede sostener la pluma sin hacer un escándalo?

Los hermanos, que observaban desde la puerta entreabierta, estallaron en risas ahogadas.

—¡Qué buena actriz resultaste ser, hermanita! —dijo el mayor con burla—. ¿Quién te crees que engañas?

El corazón de la niña se encogió. Todo esfuerzo, toda paciencia, era interpretado como una máscara. Nadie veía más allá de la apariencia. Nadie quería creer que tal vez había cambiado, que tal vez nunca había sido la villana que todos pensaban.

Cuando las clases terminaron, los tutores se retiraron con miradas de sospecha. Algunos incluso hablaron en voz baja sobre la necesidad de vigilarla más de cerca. Ella quedó sola en el salón, acariciando con sus dedos un libro de cuentos de héroes y reinos perdidos.

Se levantó despacio y caminó hasta el espejo de cuerpo entero que adornaba la pared. Su reflejo la miró de vuelta con aquellos ojos profundos que parecían contener dos vidas.

—Tú y yo… —murmuró—. Ambas sufrimos lo mismo. Nos llamaron villanas cuando en realidad solo queríamos ser amadas.

Una lágrima silenciosa recorrió su mejilla. Se secó con determinación antes de que alguien pudiera verla débil.

—Está bien —se dijo a sí misma, apretando los puños pequeños—. Si todos me ven como la villana, entonces usaré ese papel para cambiar la historia. No seré la villana que destruye… seré la villana que renace y protege lo que ama.

En el pasillo, los hermanos seguían riendo de ella, pero no importaba. Por primera vez en mucho tiempo, la niña sentía que tenía un propósito: reescribir su destino, aunque el mundo entero se empeñara en malinterpretarla.

1
Omis Mendoza
vieja maldita sinvergüenza
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