"UNA MADRE DESESPERADA, UN SALVADOR AMENAZANTE
¿Qué límites cruzarías por salvar a tu hijo?
Adelaida, una madre desesperada, hará cualquier cosa para proteger a su hijo, incluso si significa sacrificar su orgullo.
Pero cuando Kento, un misterioso y poderoso hombre, se convierte en su única esperanza, Adelaida se encuentra atrapada en una red de rencor y pasión.
Kento, su redentor y verdugo, no sabe que Adelaida es la clave para desentrañar su propio pasado.
¿Podrá Adelaida salvar a su hijo y descubrir la verdad detrás del enigmático Kento?
Descubre esta historia de amor, venganza y redención."
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ℂapítulo Diecinueve
Kento, cada día más, admiraba a Adelaida. Cuando ella le pasó los capítulos que llevaba escritos de su novela para que se los revisara, leyó una verdadera joya de la literatura. Nada podía comparar la hermosa escritura que tenía Adelaida, una mezcla exquisita que deleitaba al lector de principio a fin, en una épica novela de época, ambientada en la Francia de la edad media.
Kento, le sugirió, como todo un experto en marketing y publicidad, una portada que llamara la atención al público y la volviera más comercial.
También le pidió a Adelaida, que eligiera un seudónimo de escritora que la identificara, que en pocas palabras reflejará su vida y su forma de escribir.
—¿Qué tal Eloísa Pont? —propuso Adelaida. Kento, se sorprendió gratamente, eso le llenó el alma.
—¿Por qué te identificas con Eloísa? —No se aguantó las ganas y preguntó.
—Por muchas cosas, fue mi primer trabajo y gracias a él pude estudiar algo que amaba. Me dio un techo y comida. También gracias a él puedo decir que actué en una película, pero también conocí a François y su falso amor. Pero me dio el regalo más hermoso, mi pequeño Francis, y por Eloísa tú me conociste. —Y me enamoré de ti, quiso decir Kento —. Entonces Eloísa significa para mí, inicio, lucha, reconocimiento, fortaleza, dolor, renacimiento y esperanza.
Kento, la miraba extasiado, esa mujer valía mucho. Iba a atesorar cada segundo a su lado.
Adelaida ya compartía sin ser una obligación el lecho con Kento, ella le leía antes de dormir cada capítulo que había escrito de su novela. Él era su editor, le ayudaba a corregir los errores que tenía y, cuando quedaba perfecto, lo guardaba en su carpeta de drive.
Luego de escoger el seudónimo y elegir una portada llamativa y elegante, el primer libro de Eloísa Pont, «La última heredera de la dinastía Valoís», fue lanzado al mercado con una gran acogida. En tiempo récord, Kento y Adelaida trabajaron codo a codo para que su libro fuera publicado. Se entendían a la perfección, y en esos meses la mansión se sentía como un verdadero hogar.
Francis, a pesar de su enfermedad, y tener que usar oxígeno en muchas ocasiones, esperaba feliz al terminar la tarde la llegada de su amigo Ken para juntos jugar o ver alguna película.
Adelaida se esmeraba por hacerle la cena y comer todos juntos en el gran comedor, pues al día siguiente de la borrachera, Kento le pidió disculpas a Adelaida por hacerla comer en la cocina y le pidió que comiera con él junto a Francis, que ya podía salir de su habitación. El cambio en el humor de Kento también fue agradecido por sus empleados en su empresa, especialmente por Desiderio, que ya no era víctima de su malhumorado jefe. Todos se imaginaban que el cambio se debió a su prometida y ya con eso ella era su heroína.
Pasaron los dos meses y ya Kento no podía posponer más su viaje al Japón. A última hora, Josefina se enfermó. Adelaida estaba reacia a dejar su niño, y Fina no podía estar cerca de Francis, pues lo podía contagiar, así que en vez de ella, viajó Margarita.
Llegaron a un lujoso hotel de Tokio, donde se instaló Margarita junto a Francis y Kento llevó a Adelaida a la mansión de sus padres, ubicada en el sector más elitista de Tokio, Den-en-Chofu. Una hermosa y tradicional Machiya.
Adelaida miraba asombrada la arquitectura japonesa, y al entrar una sonriente pareja los esperaba. Se quitó los zapatos, así como le había explicado Kento, y ella lo hizo con mucho respeto. Era muy importante para ella seguir punto por punto las indicaciones dadas por Kento, pues admiraba mucho la cultura japonesa y respetaba sus creencias. Al llegar al frente de ellos, saludó inclinando la cabeza y poniendo sus manos juntas.
—Padre, madre, les presento a mi prometida Adelaida DuPont —. Los padres de Kento la saludaron y se presentaron como el señor Hikaru y la señora Keiko.
La servidumbre recibió su equipaje y los ubicó en habitaciones separadas, según la costumbre japonesa; si no están casados, no pueden dormir juntos.
Fueron llevados al comedor y Adelaida se sintió muy cómoda al sentarse en el suelo para comer. De hecho, cuando vivió en su pequeña habitación después de salir del orfanato, comía así, pues no tenía comedor. Eso tenía admirados a los padres de Kento, esa mujer es muy sencilla y hermosa. Y su hijo se ve enamorado.
Esa noche, Kento casi que no concilia el sueño. Le hacía falta tener a Adelaida a su lado y que le leyera un fragmento del nuevo libro que le compró: un ejemplar del poeta Mario Benedetti. Por lo que tomó el libro que tenía guardado en su bolso de mano y se dirigió a la habitación que ocupaba Adelaida. Entró sigilosamente y la encontró llorando.
—¿Qué pasa, mi Eloísa? ¿Por qué lloras? —Entró rápidamente y se sentó a su lado en la cama abrazándola.
—Es que extraño a mi niño. Me partió el corazón ahora que hablé con él y me dijo llorando que me extrañaba. —Kento secaba sus lágrimas y le daba besos para calmarla. La deseaba como loco, pero hacerlo en la casa de sus padres sería una profanación.
—Ya no llores. Mira, traje el libro de poemas que te compré, no podía dormir. Me acostumbré a que me leas cada noche. Pero, ¿qué tal si esta vez soy yo el que te lea un poema? —Adelaida asintió y le hizo lugar en la cama a Kento y él empezó a leer.
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo
ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio,
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo
ni sé
con qué pretexto
por fin
me necesites.
Ambos se quedaron pensando en lo que significaba ese poema. Una lágrima se les escapó a cada uno, se abrazaron fuerte y así se quedaron en silencio. Su relación mejoró desde que él confió en ella y dejó de compararla con Madeleine; esa fue la mejor táctica.
Pero Adelaida tenía claro que ellos nunca iban a estar juntos como una pareja de verdad, el contrato lo decía muy claro. Ella sería su prometida de mentiras por un corto periodo de tiempo, para luego de cancelarlo, restablecer su relación familiar y aceptar el omiai que su familia le tiene en Japón.
Se había enamorado de ese hombre sin pensarlo, y aunque se sentía tonta por eso, estos últimos días se mostró el verdadero Kento, y eso atrapó su corazón. Pero no debía soñar con un futuro con él, pues no lo había.