Trata de una chica universitaria que trabaja para solventar los gastos de su hogar, sus padres se enfermaron pero se enamora de un chico rico ¿Que pasará?
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Capitulo N°16
Evangelina pasó la noche en vela, analizando su situación. Su mente era un torbellino de dudas y miedos. Sabía que trabajar en la empresa era su prioridad, pero no podía ignorar que el dinero no era suficiente. Sus padres nunca le pedirían que se sacrificara por ellos, pero ella no podía quedarse de brazos cruzados.
Cuando el sol comenzó a asomarse por el horizonte, tomó una decisión.
Esa misma mañana, antes de dirigirse a la empresa, pasó por la mansión de la anciana.
—Señora, acepto la oferta. Volveré a cuidar los jardines.
La anciana sonrió con calidez y le tomó las manos con ternura.
—Sabía que dirías que sí. Los jardines extrañaban tus manos. Pero dime, hija… ¿no será demasiado para ti?
Evangelina negó con la cabeza, aunque en su interior sabía que sería un desafío.
—Me organizaré. Trabajaré aquí antes o después de mis horarios en la empresa.
La anciana suspiró.
—Solo prométeme que no te sobrecargarás. La juventud es valiosa, pero también lo es tu salud.
Evangelina sonrió con gratitud.
—Lo prometo.
Los días siguientes fueron un caos. Se levantaba antes del amanecer para cuidar los jardines de la mansión, y después corría a la empresa para cumplir con su beca. Apenas dormía, pero se repetía a sí misma que valía la pena.
Sin embargo, no tardó en notar las consecuencias.
Una mañana, mientras organizaba unos documentos en la oficina, sintió un leve mareo. Se sostuvo del escritorio, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Estás bien? —preguntó una voz profunda.
Evangelina se giró y vio a Leonardo, parado a unos metros de ella con el ceño fruncido.
—Sí… solo estoy un poco cansada —respondió rápidamente, intentando sonreír.
Leonardo no parecía convencido. Desde hacía días, la observaba con detenimiento. Notaba sus ojeras, la forma en que suspiraba con cansancio y cómo su energía ya no era la misma.
—¿Estás segura? Si necesitas un descanso…
Evangelina enderezó los hombros y sonrió con confianza.
—No se preocupe, señor. Estoy bien.
Leonardo apretó la mandíbula. Algo dentro de él le decía que no debía dejarlo pasar.
Cuando Evangelina salió de la oficina, tomó su teléfono y llamó a su secretaria.
—Necesito que averigües qué está haciendo Evangelina fuera del trabajo. No parece estar bien.
La secretaria soltó un suspiro.
—Señor, ¿se da cuenta de que cada vez está más pendiente de ella?
Leonardo frunció el ceño.
—Eso no es importante. Solo hazlo.
Esa noche, Evangelina volvió a la mansión después de su jornada en la empresa. Aunque estaba agotada, trabajar con las plantas le daba paz. Se arrodilló en el suelo, removiendo la tierra con cuidado para trasplantar unas flores.
No se dio cuenta de que alguien la observaba desde la entrada de la mansión.
Leonardo, apoyado en la reja, cruzó los brazos con una mezcla de molestia y admiración.
Así que esto era lo que hacía después del trabajo.
Sus sospechas eran ciertas: se estaba sobrecargando.
Y lo peor de todo es que él no podía hacer nada al respecto… ¿o sí?