📚¡UN CEO! ¿DE PADRASTRO?
Él guarda una venganza.
Ella, un pasado que no la deja en paz.
Valentina es madre soltera y ha aprendido a sobrevivir en silencio.
De noche baila bajo luces artificiales de un club, ocultando su nombre, identidad y su dolor.
Todo su mundo se pone de cabeza cuando empieza a trabajar como secretaria del CEO más reconocido del país, mientras lucha por salvar a su hija enferma.
El amor es un lujo que no puede permitirse... o eso creía.
Armando Garza, frío, calculador y poderoso, tiene un solo objetivo: una venganza .
Pero su mundo perfectamente controlado se tambalea cuando una pequeña empieza a llamarlo “papá”...
Y cuando sus días se entrelazan con los de Valentina, la mujer que nunca debió cruzarse en su camino.
El deseo será inevitable.
El peligro, constante.
Y el pasado... letal.
¿Podrán amarse entre secretos, traiciones y mentiras?
¿Podrán forjar otra historia o su futuro ya está escrito?
Una novela con temas sensibles. No apta para todo público.
NovelToon tiene autorización de Frida Escobar para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cosas que incomodan.
Entro a mi oficina y Julián no tarda en aparecer, sonriendo.
—Quita tu cara de imbécil o lárgate de mi oficina.
—¿Qué ocurrió? —me dice.
Me quedo callado cuando tocan la puerta y, al abrirse, entra la mujer que me amargo el dia.
Me siento en mi escritorio, ignorando lo que sea por lo que haya venido.
—Señor Julián, hay una joven que dice que es su secretaria e incluso puso sus cosas en el escritorio —le dice a Julián.
Él asiente.
—Gracias, Vale, ahorita salgo.
Ella sale de la oficina y Julián suspira.
—Hoy termina el permiso de mi secretaria, así que le diré a Vale que cambie sus cosas.
—¿Vale?
—Ah, es que se llama Valentina.
—Julián, en esta empresa están prohibidos los apodos o abreviaturas de nombres. La próxima vez que hables de ella, di su nombre completo.
—Me diste tu palabra.
—En ningún momento he dicho que no la cumpliré. Pero si ella no quiere, no es mi problema.
Le digo, y él sale de mi oficina. Empiezo a trabajar y sé que ella no aceptará. No la soporto, y sé que ella tampoco a mí.
Tocan la puerta. Imagino que es Julián, entrando para decirme que ella rechazó, pero me sorprende ver que es ella quien entra.
—Buenos días, señor Armando. Traje unos documentos que necesitan de su firma —dice, acercándose a mí como si lleváramos años en esta relación jefe-empleada.
Me muestra los papeles con una seguridad que no había visto en ningún otro trabajador. Los deja frente a mí y los reviso antes de firmar.
Su perfume no es dulce ni fuerte, podría decirse que es suave.
Ella recibe todas las carpetas, las pega contra su pecho y sale.
Por lo visto, ahora sí ya se acuerda de mi nombre.
Vuelvo la vista a la computadora cuando Julián entra.
—¿Qué tal tu día? No puedes negar que esta vez te busqué una secretaria y asistente muy capaz.
—¿Ya tienes listo lo que te pedí hace unos días? —le pregunto.
Él me entrega un USB.
—¿Qué te parece salir esta noche? —me propone.
La puerta vuelve a sonar. Entra ella otra vez, con más documentos.
—Tengo algo que hacer —le digo sin despegar la vista de los papeles.
—¿Reunión con los suegros?
—Sí —le contesto, y él se ríe.
—Por eso querías que invitara a salir a la tía de tu prometida. Aún no entiendo cómo la tía de tu prometida te manda mensajes. Las mujeres ya no tienen respeto por la pareja de la familia.
Miro de reojo a Valentina, que sigue esperando los papeles, y le lanzo una mirada asesina a Julián por decir esas cosas delante de ella.
El ambiente se tensa aún más cuando Julián abre la boca de nuevo.
—Tú, Valentina, ¿qué opinas de una mujer que quiere al prometido de un familiar cercano?
Ella lo mira, pero no responde.
—Bien, te lo digo de otra forma. Si tu prometido fuera el sujeto que tienes al lado —dice el imbécil, señalándome— y tu tía se le insinuara, ¿qué harías?
—Uno: nunca me fijaría en él. Y dos: no seguiría con alguien que deja entrar a otra persona, porque si lo buscan es porque él lo permitió —responde firme.
Julián se ríe.
—Tráeme un café —le digo, lo primero que me viene a la mente, enojado, aunque ni lo tomo.
—Le diré a la señora del servicio que lo suba —responde, saliendo con las carpetas.
Julián se ríe tanto que hasta aplaude.
—Debo aceptar que ahora vengo hasta feliz a trabajar. Vale la pena solo por verlos interactuar.
Lo ignoro. Toca la puerta otra mujer.
—Buenos días, le traje su café —dice, entrando con una taza.
Lo deja en mi escritorio y sale con una sonrisa. Julián se lo toma, porque sabe que yo no bebo café.
—Bien, me voy.
—Te espero en mi departamento para ir a esa cena —le digo.
Él se levanta, medio girando el cuerpo como si estuviera cansado.
—No lo sé.
—Bien, ni te molestes en irme a buscar a mi departamento cuando quieras tomar o salir como la última vez.
—Está bien, nos vemos en la noche —dice, levantando las manos como rindiéndose.
Sale y vuelvo al trabajo. Mi madre no deja de mandarme mensajes.
Me traen mi comida, como siempre, porque estoy saturado de trabajo y como en mi oficina. La tarde se me va entera en papeles.
Me faltan unos documentos y salgo para encontrármela con varias carpetas.
—Necesito unos papeles, para ahorita —le digo.
Ella asiente. Le indico en qué archivo y sale del cubículo.
—¿A dónde vas?
—Voy por las copias, las mandé a imprimir.
Me masajeo la sien, negando, controlándome.
—Esas copias deberían estar archivadas en una carpeta.
—No lo sabía, pero ya voy por ellas.
—No, déjalas. Trae el USB, lo revisaré en mi computadora.
Ella regresa con el USB en la mano. Me lo entrega, lo conecto y se queda a mi lado, de pie, observando el archivo que se abre.
—Esto creo que está mal —me señala la pantalla, su brazo quedando a centímetros de mi rostro.
Abro el archivo y ella se lleva la mano a la cintura.
—¡Wow! Es correcto, solo que está actualizado.
—¿Hace cuántos años no veías un archivo así? —le pregunto, sabiendo que esa área se actualizó hace tiempo.
—Si lo usará como pretexto para correrme, no se preocupe. Solo con verlo ya le entendí —me dice, sin dejar de mirar la pantalla.
Nuestras miradas se cruzan por segundos, hasta que la puerta se abre de golpe. Entra mi padre, serio, viéndonos a los dos.
—Con permiso —dice ella, saliendo.
Mi padre se sienta frente a mí y suspira.
—¿Irás?
—Sí.
—¿Ella quién es? —me pregunta, refiriéndose a Valentina.
—Julián la contrató para que sea mi secretaria.
—Bien, vamos. Tu madre nos espera para fingir esta noche.
Recojo todo y salgo con él. En el pasillo, veo a Valentina platicando con Julián. Ella sonríe, pero cuando me ve se pone seria.
—Bien, salúdame al novio —dice Julián.
Yo sonrío, porque pobre del que sea su novio. Con su carácter, me sorprende que tenga uno.
y deja que le diga papá a Armando a el no le molesta y Ema feliz