Una cirujana brillante. Un jefe mafioso herido. Una mansión que es jaula y campo de batalla.
Cuando Alejandra Rivas es secuestrada para salvar la vida del temido líder de la mafia inglesa, su mundo se transforma en una peligrosa prisión de lujo, secretos letales y deseo prohibido. Entre amenazas y besos que arden más que las balas, deberá elegir entre escapar… o quedarse con el único hombre que puede destruirla o protegerla del mundo entero.
¿Y si el verdadero peligro no es él… sino lo que ella empieza a sentir?
NovelToon tiene autorización de Lilith James para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 15
El río parecía tan quieto desde aquella ventana.
Se deslizaba a lo lejos entre las colinas grises, como una serpiente helada rodeada por árboles desnudos que anunciaban el invierno.
Me abracé a mí misma, sintiendo el frío colarse entre las costuras del suéter, pero sin inmutarme. El frío no era lo que me dolía. Lo que me congelaba por dentro era otra cosa.
Era el eco de la imagen de Mateo cayendo, la ausencia de su risa, su vozs, su optimismo de que algun dia regresariamos a casa.
El reflejo de los vidrios me devolvía una figura más pálida, más rota y entonces, lo sentí llegar.
No tuve que voltear. Sabía que era él.
La figura alta y en pijamas oscuros, se detuvo a mi lado sin decir una palabra.
Durante unos minutos, fuimos solo dos presencias, mirando hacia el mismo punto muerto del horizonte, solo el sonido del viento colándose entre las piedras rompía el silencio.
Y entonces habló.
—Siento mucho lo de tu amigo.
No lo miré.
No tenía fuerzas. Solo asentí con un gesto seco, sin deshacer el nudo en mi garganta.
—Ordenaré que busquen su cuerpo —continuó—. Para que su familia pueda enterrarlo.
Mi voz salió más fría de lo que pretendía.
—Él no quería estar aquí. Quería irse a su casa.
Damián no dijo nada.
Solo sentí el peso del silencio. Como una pared entre nosotros.
Me giré hacia él.
Sus ojos estaban clavados en el suelo. Su mandíbula tensa. Parecía cargar toneladas de palabras no dichas.
—Todos queremos irnos a casa —le dije, con mi voz temblando.
Él me miró entonces. Sus ojos oscuros estaban nublados, como si dudara de su propia existencia.
—No puedo dejarte ir—murmuró.
—¿Vas a esperar que también me maten como a Mateo?
Damián bajó la cabeza.
Sus manos estaban apretadas en puños.
—No —respondió con un hilo de voz ronca—. Jamás permitiría que alguien te haga daño.
—¿Por qué? —solté de golpe—. No me conocés. No soy nadie para ti. Si muero, solo seré una empleada menos en tu lista.
Levantó la cabeza.
Y sus ojos…
Sus ojos no tenían nada del hombre arrogante y seductor de siempre.
Estaban oscuros, doloridos y humanos.
—No voy a dejar que te vayas, Alejandra. Tampoco dejaré que te lastimen, haré de este mundo un lugar seguro solo para ti.
Me reí.
Una carcajada seca. Incrédula y rabiosa.
—¿Cómo vas a hacer eso, Damián? ¿Matando más gente?
—Sí.
Lo dijo sin parpadear.
—Acabaré con cada uno de mis enemigos. Con cualquiera que represente una amenaza para ti.
—¿Y tu? —le espeté—. ¿También vas a acabar contigo mismo? Porque hasta ahora, el que más me ha puesto en peligro eres tu. El que me secuestró, el que me retuvo, el que me arrastró a tu guerra.
Su respuesta me heló la sangre.
—Si para que te quedes conmigo tengo que matar a todos mis demonios… entonces lo haré. Uno por uno.
Di un paso atrás.
La respiración me temblaba y el corazón me latía descontrolado.
¿Quién era este hombre?
Damián dio dos pasos hacia adelante. Eliminó toda la distancia entre nosotros.
Su mano, grande y firme, se deslizó por mi cuello con una suavidad que contrastaba con sus palabras y subió lentamente hasta rozar mi mejilla.
—He estado cerca de la muerte muchas veces. Más de las que puedo contar, pero nunca me había importado tanto vivir…hasta que te conocí.
No me dio tiempo a reaccionar.
Su boca se posó sobre la mía, firme, cálida y desesperada. Durante unos segundos, me quedé inmóvil. Con el mundo detenido y los sentidos colapsados.
Y luego… respondí.
Mi cuerpo se inclinó hacia él como si hubiera estado esperando ese contacto desde hacía siglos. Desde que me dio ese rapido beso en el jardin o quizas desde mucho antes.
Mis labios se movieron contra los suyos con una fuerza que no sabía que tenía.
Mis manos buscaron su rostro, su nuca, su espalda. Como si todo lo que había reprimido saliera ahora convertido en fuego. Nos besamos como si no existiera el mañana, porque quizás, para nosotros, ya no lo había.