Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Solo
Ming
–No puedo creer que te vas a casar –masculla Conor–. Pensé que de todos aquí, y estoy incluyendo a Mauro, serías el último en ponerte la soga al cuello.
Renji sonríe, sorprendiéndonos. Es verdad, ahora sonríe más a menudo, pero no deja de sorprendernos cada vez que vemos una sonrisa en su rostro.
–Mierda, no me acostumbro –dice Mauro antes de beber de un trago lo que le quedaba de whiskey–. Esa sonrisa me eriza todos los vellos.
–Tendrás que acostumbrarte a verme feliz –le devuelve mi amigo–. Es raro para mí también –añade con voz baja.
–Te acostumbrarás –le asegura Alek–. Tener a la mujer adecuada a tu lado, y a tu propia familia, te tatúa una sonrisa en el rostro.
Sonrío y golpeo el hombro de Renji. Ambos estamos sentados en el mismo sofá, a diferencia de los demás, que cada uno tiene su propio sillón.
–¿Y cómo siguen las cosas con Val? –pregunta Renji y yo suspiro.
–¿Así de lento? –molesta Mauro–. Quizá debas renunciar a esa preciosura y dejar que tu amigo disfrute de ella –agrega levantando sus cejas.
Todo mi cuerpo se tensa. Estoy preparado para lanzarme sobre él y rebanarle el cuello, pero me obligo a relajarme. Es lo que el idiota quiere.
–Mauro –advierte Alek, y éste se encoge de hombros.
–Alguien tiene que hacer que ese idiota reaccione. Val no lo esperará toda la vida –devuelve Mauro sin su fastidiosa sonrisa–. Tienes la posibilidad de ser feliz, ahí, a tu alcance, y eres tan cobarde que no te atreves a dar el siguiente paso. Eres patético.
Un silencio se apodera del lugar.
–Estoy de acuerdo con todo –dice Conor–. Quizá no con la parte de que eres patético –se apresura en añadir–. Pero Mauro tiene razón. Un día aparecerá un imbécil que le dirá todo lo que ella quiere escuchar, y tú serás historia.
Me levanto y camino hacia el bar para llenar mi vaso con más whiskey.
–Val está embarazada –declaro y escucho como todos dejan de respirar por varios segundos.
–Oh, mierda –masculla Mauro–. Lo siento, hermano.
Escucho unos pasos y no me hace falta voltear, sé que es Renji.
–¿Es tuyo? –pregunta y todos jadean y comienzan a lanzar preguntas.
–¿Qué? ¿Cómo? –dispara Conor.
–¿Te acostaste con la gatita sexy? –pregunta Mauro.
–¿Cuándo? –pregunta Alek–. ¿Por qué no nos dijiste nada, Renji? –lo increpa.
Renji solo se encoge de hombros sin decir nada. Siempre he sabido que mis secretos están a salvo con mi hermano por elección.
–Solo pasó –digo antes de voltearme y ver sus rostros estupefactos.
–¿Fue tan bueno como lo esperabas? –pregunta Mauro con una sonrisa, que no puedo evitar devolver–. Así de bueno, ¿eh? Maldita sea, que suerte tienes.
Conor ríe. –¿Envidia? –le pregunta a Mauro.
Alek se carcajea. –Sí, claro. Como si Mauro no tuviera a un ejercito de mujeres detrás de su trasero.
–Quizá Mauro quiera dedicarle toda su atención a una sola mujer, como nosotros –molesta Conor.
Mauro escupe el whiskey y luego se carcajea.
–No ha nacido la mujer que me ponga la correa, señores. No soy tan idiota como ustedes.
Renji sonríe. –Estaré en primera línea para verte caer como todos los demás.
–Y vaya que lo disfrutaremos –digo y todos asienten mientras Mauro pone los ojos en blanco.
–Mierda. ¡Ming va a ser padre! –exclama Alek levantándose de su asiento–. Esto tenemos que celebrarlo.
La alegría estalla en mi pecho cuando escucho a Alek llamarme padre.
–¡Vamos a un bar! –exclama Mauro–. O mejor a un Club de strippers.
–Mía me mataría.
–Mel igual.
Mauro nos mira esperanzado, pero Renji y yo negamos con nuestras cabezas.
–No puedo dejar a mi madre sola, y Val me mataría –confieso.
–¿Así que la gatita ya te puso la soga al cuello? –pregunta Mauro divertido.
–Estoy trabajando para que eso ocurra –me sincero–. Y no pienso cagarla ahora.
Mauro mira a Renji, y mi amigo se apresura a negar con la cabeza.
–No lastimaría a Emma de esa forma.
–Vamos, amigo, la chica nunca lo sabría.
–Yo lo haría –devuelve Renji y los hombros de Mauro caen.
–Están cada día más aburridos –gruñe antes de sentarse nuevamente–. El único que me dio una razón de peso es Ming. No podemos dejar a Mei sola. Menos si Val no está en la casa –agrega antes de voltear a verme–. Al menos comparte los detalles sabrosos –pide.
–No diré una palabra –devuelvo–. Menos para satisfacer tu mente pervertida.
Mauro soba sus manos. –Así de buena es, ¿no? Pero que suerte.
–¿Cómo lleva Val lo del embarazo? –pregunta Alek.
–La pobre ha vomitado hasta el aire que respira –digo antes de volver a sentarme en el sofá.
–A Mía le pasó lo mismo.
–A mi pobre Mel igual, sobre todo, con el segundo embarazo –dice Conor–. Mi abu dice que con las niñas es peor.
Alek levanta una ceja. –Eso explicaría mucho. Mía definitivamente lo pasó peor con mis pequeñas que con mi campeón.
–¿De verdad? ¿Están seguros? –les pregunto entusiasmado.
Si tenemos una niña la adoraría con mi alma, sobre todo, si se parece a su madre.
–¿En serio, chicos? –pregunta Mauro de mal humor–. ¿Es así como pasaremos las noches de ahora en adelante, hablando de embarazos? –masculla–. Si alguien comienza a hablar sobre cambiar pañales me marcho –amenaza–. Puedo sentir como la testosterona disminuye en mi cuerpo con cada palabra que sale de sus bocas.
–¿Qué palabras? –pregunta Mel y todos volteamos a verla–. ¿Los niños?
–Taylor durmiendo. Colin está viendo una película con Dylan –le responde Conor.
–Las niñas están jugando en su habitación –responde Alek cuando ve a Mía entrar a la sala–. Y Luka está dormido.
Renji se levanta y besa a Emma sin dejar de sonreír.
–Te extrañé –le dice y Mauro resopla ante la tierna imagen.
Tomo la mano de Val y la miro, preocupado.
–Estoy bien –susurra y yo siento que puedo volver a respirar–. Iré a ver cómo sigue Mei.
–Voy contigo –digo ansioso por tener un tiempo a solas con ella.
Val niega con su cabeza firmemente. –No. Yo puedo cuidarla, disfruta con tus amigos –ordena antes de desaparecer.
Miro a Mauro, quien está claramente incomodo rodeado de parejas que están cuchicheando entre ellos, y me pregunto si me veo tan solo como él en este momento.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬