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Solo En La Oscuridad

Solo En La Oscuridad

Status: En proceso
Genre:Terror / Intrigante / Demonios / Ángeles / Mitos y leyendas / Leyendas de fantasmas
Popularitas:1.3k
Nilai: 5
nombre de autor: maurennt alberto cerra

Descubrimos con Miguel, a través de diferentes episodios que le ocurrieron en su infancia y adolescencia, por qué le teme a estar solo en la oscuridad

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La recomendación

Era un jueves de esos lluviosos, de esos en qué no dan ganas de salir. Miguel había llegado a la casa de su tía justo antes que empezará a serenar. Agradeció haber llegado justo antes, así sus zapatos nuevos no se embarrarían en el jardín de la casa de su tía. A Miguel se le hizo extraño que lo hicieran salir con ese amago de lluvia en el ambiente, pero más extraño fue encontrar a su mamá en casa de su tía. Además, no estaba sola: también estaba uno de sus tíos. Estaban todos charlando, pero cuando Miguel llegó, reino un silencio incómodo. Su mamá lo saludó con un beso, tal cómo siempre hacía, mientras le decía que se preparara para salir. Miguel observó hacia afuera: debían ser casi las 6, pero parecía mucho más tarde. Habían unos inmensos nubarrones surcando los cielos de la pequeña ciudad donde estaban y solo se alcanzaba a ver algo de claridad por el alumbrado público. Miguel, sin embargo, obediente tal cual era, no se atrevió a decir nada y solo esperó a que dieran la orden para irse. Su tío llamó un taxi y Miguel se embarcó junto a su mamá y dos tías con rumbo desconocido. Atravesaron varias calles hacia un barrio que Miguel no conocía, pero del que sabía no había muy buenas referencias: era hogar de brujas, malandrines y embaucadores, de todos los tipos. Miguel observaba con detenimiento cada calle, cada casa, pero todas les parecían de lo más normal. Al fin, se detuvieron en una casa de aspecto humilde, aunque bien cuidada. Cuando llamaron a la puerta, los atendió una mujer de mediana edad, pero que a Miguel le parecía muy familiar. Era una mujer guajira, delgada, de baja estatura pero cuya mirada denotaba a una persona que había vivido muchos años más de los que quizás podría tener en verdad. La señora los hizo pasar a una sala donde había varias mecedoras y dónde les pidió sentarse mientras esperaban. Junto a ellos, había también una mujer anciana sentada en un rincón, con la mirada perdida hacia una pared. Miguel la miraba con curiosidad, dado que miraba a una pared que lo único que tenía era un cuadro de un barco en la mitad de una tempestad. Unos cuantos minutos después, la mujer que los había atendido los condujo a un cuarto cuya "puerta" era una cortina de rayas. Una vez entraron, reconoció a la mujer detrás de la mesa: era la misma mujer que había ido a rezar la casa unos días atrás. Fidelia, que así se llamaba, los saludó y les pidió sentarse no sin antes pedirles una oración al Señor antes de comenzar. Una vez sentados pidió a la otra mujer una taza de café y pregunto si alguien más quería. Todos contestaron negativamente, aunque dando las gracias por el ofrecimiento. Mientras la mujer salía, la Mama comenzó a hablar distendidamente con las tias de Miguel preguntándoles en especial por la casa que había rezado. Ellas contestaron, una vez se miraron ambas con una mirada cómplice, que la casa se sentía limpia desde entonces y que no habían notado nada raro. Una vez hubo llegado el café, Fidelia pidió silencio para empezar con el trabajo. Se tomó el café mientras hablaba entre susurros. Miguel trataba de seguir las palabras pero entre que hablaba bajo y que no entendía las palabras Miguel no lograba captar de que iba la cosa. Cuando hubo terminado le pregunto a Miguel si había visto alguna vez alguna algo extraño a lo que Miguel respondió que no pero que si había sentido a veces como si alguien mirara por encima de su hombro o como si estuviese acompañado, y que esto solía ocurrir en momentos de soledad. Todos en el cuarto le escuchaban atentamente mientras Miguel seguía hablando: les contó de cuando vio a una extraña figura asomarse por la cola del patio, de cuando vio la sombra de un hombre caminar pegado a la pared de la cocina y de cuando vio a su primito hablando con "alguien" por la ventana. De lo único que no hablo, fue de la vez que se le sentaron en la cama ya que recordó la promesa que le había hecho a su abuela. Fidelia miraba atentamente la taza donde había tomado su café y una vez el terminó de hablar les dijo: el muchacho debe seguir las indicaciones que les daré y, aunque no hay peligro en que duerma solo, lo mejor es que lo haga acompañado...

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Alex
Me ha atrapado tu historia, exactamente tu manera de narrar los hechos.
Maurennt A. Cerra S.: gracias, me alegra que le guste!
total 1 replies
Mít ướt
Me encanta tu forma de escribir
Maurennt A. Cerra S.: me alegra que te guste, aunque creo que puedo seguir mejorando! espero sigas leyendo la obra ya que trataré de subir al menos un capítulo diario
total 1 replies
Raquel Sanchez
Excelente, creo que corrí junto a Miguel.
Maurennt A. Cerra S.: jejejejeje, pues la idea es que alcances a sumergirte dentro del texto... cualquier comentario para mejorar es bienvenido!
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