En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 16
Lo veo salir del edificio y acercarse a mi auto. Todo en él expira sensualidad; hoy viste unos jeans, una camisa gris casual de manga corta qué deja ver los músculos de sus brazos. Camina con seguridad hasta llegar a mi puerta.
- Hola, bonita- dice al abrir la puerta- Espero que no te moleste qué comamos en mi apartamento, lo hice pensando en que quizá no estés lista para dejarte ver conmigo en público por lo del divorcio.
- Hola, Antonio. Gracias- respondo ante la gentileza de ayudarme a bajar del auto- Eres muy considerado y para ser honesta contigo no había pensado en eso.
- Entonces podemos ir a un restaurante si lo prefieres.
- No, está bien en tu apartamento.
- Por cierto, ¡luces hermosa!
- Gracias.
Caminamos uno al lado del otro, subimos al ascensor y bajamos en el último piso, hay solo dos apartamentos en esa planta.
Abre la puerta y me invita a pasar. El lugar está decorado de manera minimalista en tonos grises y blancos.
- Tu apartamento es muy bonito y acogedor.
- Me alegra que te guste. Toma asiento, por favor.
Me indica los bancos qué se encuentran frente a la barra qué divide la cocina del comedor.
- No soy buen cocinero, así que ordene comida Italiana qué no debe tardar en llegar.
- Me encantan las pastas.
- Lo recuerdo muy bien, en una de nuestras conversaciones lo comentaste.
- Veo que has puesto atención a nuestras conversaciones.
- Por supuesto, siempre pongo atención a lo que me interesa. ¿Te apetece una copa de vino?
- Sí, gracias.
Descorcha la botella y sirve dos copas. Rodea la barra y coloca las copas sobre ella.
Se inclina y nuestros rostros quedan frente a frente, nos miramos sin mediar palabra.
- He deseado esto por días- murmura muy cerca de mis labios.
Acto seguido, su boca roza la mía. Entre abro mis labios de manera inconsciente invitándolo a profundizar el beso.
No duda más y devora mi boca con pasión. Nuestras lenguas se ven envueltas la una en la otra, explorando y saboreando.
Mis manos pasaron de estar al costado de mi cuerpo a acariciar el pecho de Antonio. Sus manos se apoyan en mi cintura.
Ninguno de los dos está dispuesto a terminar el beso, ambos continuamos y el deseo crece en mi interior. Mi cuerpo está reaccionando como nunca antes.
El timbre suena y debemos separarnos.
- Debe de ser la comida- dice Antonio agitado.
- Quisiera lavarme, ¿dónde puedo hacerlo?
Me indica en donde se encuentra el cuarto de baño y me deja para recibir la comida.
Cierro la puerta y me observo en el espejo. Mi rostro es un tomate, completamente teñido de rojo. Abro la llave del agua y salpico algunas gotas con la esperanza de que eso me ayude a recuperar la compostura.
Ya más tranquila, abro la puerta y me reúno con Antonio en la cocina. Lo veo sirviendo la comida.
- ¿Estás bien, bonita?
- Sí, ¿te ayudo a llevar los platos?
- Por favor.
Entre los dos llevamos todo a la mesa y nos sentamos a degustar de los deliciosos platillos qué ordeno.
Mientras comemos, conversamos de una y mil cosas. Entre ellas de muerte de mi papá. Es un tema que siempre me pondrá sensible.
- Debió ser una época muy difícil para ti.
- La más difícil de mi vida. Caí en una profunda depresión y el nacimiento de mi hijo la acrecento.
- Me siento afortunado de tener a mis padres con vida.
- Lo eres. ¿En tus planes está tener hijos?
- Me gustaría tener uno, más todo depende de la mujer con la que una mi vida. Podría vivir sin problema sin tener hijos.
- Eres joven, puedes cambiar de opinión con el tiempo.
- Siempre me tratas como si fuera un veinteañero, estoy por cumplir 33 años. Tú tienes 38 y aunque solo son poco más de 5 años para ti pareciera que son más de 10.
- Considero que la diferencia de edad puede ser un problema a la larga.
- ¿Pero cuál diferencia? Para mí seis años no son nada. No me fije en tu edad cuando te vi por primera vez. Y para ser honesto es lo que menos me interesa, me interesas tú como persona.
- Será que para la sociedad no está bien visto qué una mujer se relacione con un hombre menor.
- No tiene porque importarte lo que piense la sociedad, solo lo que a ti te haga feliz.
- Tienes razón.
- ¿Servimos el postre?
- ¿Qué ordenaste?
- Tiramisu
- Claro, es de mis postres favoritos.
Preparamos café y llevamos el postre a la mesa. La conversación dio un giro y pude relajarme.
Pasamos a la sala de estar y ahí continuamos la conversación. Mientas hablo no deja de mirar mis labios y eso me saca de concentración.
- Ya no sé ni lo que estoy diciendo- acepto sonriendo- deja de mirarme así.
- No puedo, cada día me gustas más y ahora no dejo de pensar en lo mucho que deseo besarte.
- También yo lo deseo.
Me toma entre sus brazos y cubre mi boca con la suya, permito qué su lengua invasora se enrede con la mía en una danza sensual.
No deseo que este beso termine, cada tanto muerde ligeramente mi labio inferior y mi cuerpo se estremece de pies a cabeza.
Siento que el corazón se va a salir de mi pecho, late acelerado, mi respiración se vuelve entrecortada. Al posar mi mano por su pecho puedo sentir su corazón latir tan acelerado como el mío.
Una de sus manos comienza a acariciar mi pierna a la altura de mi rodilla y sube lentamente hasta mi muslo.
Abandona mis labios para dejar pequeños mordiscos en mi cuello, he reprimido cualquier sonido qué pudiera escapar de mi boca, más es imposible continuar haciéndolo.
Seguimos basándonos por un largo rato, noto que comienza a bajar el ritmo y la intensidad de sus besos.
Poco a poco, mi respiración se normaliza, aunque mi corazón sigue latiendo acelerado.
- Prometí darte tiempo y creo que hoy me excedí- me dice en voz baja muy cerca de mi oído mientras deja un beso en mi cuello.
- Yo también me dejé llevar.
Apoyo mi rostro en su pecho, me abraza con ternura y acaricia mi espalda suavemente.
- Es tarde, debo volver a casa.
- Quiero verte mañana, ¿es posible?
- Por la tarde vuelve mi hijo, no tendré mucho tiempo libre.
- Te invito a desayunar, prometo portarme bien.
Su comentario me hace reír.
- Está bien, acepto.
- ¿Te gustaría que pase por ti a tu casa?
- Mejor nos vemos en el restaurante.
- Perfecto, nos ponemos de acuerdo por la mañana.
Me acompaña hasta mi auto y nos despedimos con un beso en la mejilla. Conduzco a casa sin dejar de rememorar cada momento de este día.
Puedo decir que fue perfecto. La posibilidad de tener una relación formal con Antonio pasa por mi mente. El tema de la edad aún resuena e intento convencerme de que como él mencionó, estoy exagerando.
Nunca me había planteado la posibilidad de tener otra relación después de Enrique. Supuse que dedicarme a mis hijos y mi trabajo era más que suficiente para sentirme feliz.
Ahora me doy cuenta de que necesito una pareja a mi lado, no soy solo madre. Estoy entendiendo qué soy una mujer que necesita un vínculo emocional y eso solo se puede encontrar en una pareja.
Una vez en casa recibo un mensaje de Antonio preguntando si ya llegue y si todo está bien.
Me gusta lo atento qué es conmigo, respondo a su mensaje y le deseo una buena noche.
Las emociones del día comienzan a causar efecto en mí y me cuesta dormir. Una y otra vez vienen a mente sus besos y sus caricias.
Definitivamente me estoy enamorando y ya no hay vuelta atrás.