Flora, una doctora que trabajaba en un Instituto, fue transportada por un extraño libro, ingresando de forma 'accidental' en una novela que le resultaba desconocida.
Una voz sonaba en su cabeza de vez en cuando ¿Ayudar al protagonista? ¿Hacer que la protagonista lo vea y que ambos se reconcilien?
¡No puede quedarse con el hermoso protagonista ¿Porqué debería ayudarle a su hermana mayor?!
Es la villana de la novela, la tipa cruel a la que todos odian, sin embargo ¿Porqué el protagonista la busca tanto y parece interesado en ella? ¿No debería pasar tiempo con la persona que amaba?
¡Sus tareas se están saliendo de control!
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Segundo Día de Prueba.
Los pies de Flora presionaron contra las ramas y la empujaron hacia la otra, de rama en rama, llegó a la copa del árbol con rapidez.
Usando la cima como ventaja, busco en los alrededores -La planta crece donde la luz de la luna le de mejor, necesito que ya tenga su flor.- Murmuró Flora con las cejas fruncidas.
Ella avanzó algunos árboles más, hasta que finalmente vio uno que parecía más alto que los otros, esta tenía dos ramas que iban hacia arriba y bajo la luz de la luna, las hojas púrpuras de la hierba parecían brillar.
Una flor blanca parecida a un diente de León se movió suavemente con la brisa nocturna, aunque Flora estaba lejos, podía sentir un ligero olor similar al sándalo, era suave y refrescante.
Entre todas las hierbas que su abuelo le pidió, esta era la más difícil de encontrar.
Flora se apresuró a acercarse, sin embargo, a causa de la emoción, olvidó que la planta solo crecía en árboles secos.
En el momento en que sus pies tocaron la rama, esta se partió en dos y una de ellas golpeó hacia su espalda, dejando un rasguño sobre su tela. Dando un paso en falso, el cuerpo de Flora cayó hacia abajo, sin embargo, este era tan ligero que reaccionó de inmediato.
Usando las ramas secas, se impulsó con ellas, a pesar de que todas se partían por la mitad casi al instante.
Cuando Flora logró llegar ante la flor, la arrancó desde su tallo y cayó en otra rama seca, justo cuando iba a saltar, sus pies no lograron empujar hacia abajo y su cuerpo cayó.
Su espalda se azotó contra una rama seca, provocando que se saliera un grito de su boca. Los ojos de Flora se pusieron rojos y las lágrimas brotaron.
Nunca, ni siquiera en el mundo moderno había sufrido un dolor tan agudo como ese, se sentía como si su columna estuviese rota en alguna parte. Ella guardó la planta en su mano dentro de su espacio preparado por el sistema y se quedó quieta.
Si se movía, posiblemente otra rama se quebraría.
Flora se mordió el labio inferior y retuvo las lágrimas, no dispuesta a llorar. Movió su cuerpo con extrema lentitud para sentarse, ya podía imaginar el gran hematoma que cubriría su espalda.
-Bien, todo por mi descendencia.- Susurro Flora con un suspiro, haciendo que el gorrión en su hombro se pusiese rígido.
Esos ojitos miraron a Flora con miles de preguntas, haciendo reír a la chica. Bajo la luna, la chica tocó la cabecita del ave y sonrió -Estás plantas son un medicamento para mi futuro esposo, será preparado por el abuelo para que esa persona lo beba y haga que tenga descendencia más rápido.
Los ojos del pequeño gorrión saltaron y casi puso los ojos en blanco.
¿Acaso temía que su Maestro, ese Señor Supremo que podría gobernar todo si quisiera, no pudiese darle descendencia? Tristemente, su maestro estaba escuchando y viendo todo ¡Qué vergonzoso! Su futura esposa dudaba de su capacidad.
Pero él, como un pequeño pupilo encargado de prestar sus ojos y oídos a su Amo, no podía y no se atrevía a opinar en lo absoluto.
Aunque Flora sabía que Antonio probablemente esta viendo todo, no sabía si él también escuchaba, pero al ver la reacción del gorrión, parecía que sí podía oír lo que ella decía.
Tenía que tener más cuidado con sus palabras.
-Bien, bajemos de aquí.- Flora giró su cuerpo con rapidez y saltó hacia otra rama seca, evitó los puntos de quiebre que estaban más cerca de la punta y se acercó más al tronco.
Cuando finalmente estuvo a salvo, bajo del árbol y regresó a donde dejó su caballo, luego buscó apresuradamente un lugar para descansar.
Ya solo le habían falta cinco hierbas.
Flora encendió una fogata y dejó que su caballo se alimentará mientras descansaba, tendría que continuar antes de que saliera el sol. No podía desperdiciar el día de mañana.
Antes de que el sol saliera al día siguiente, el pequeño gorrión tiró del lóbulo de la oreja de Flora y la despertó, luego de lavarse la cara en el arroyo cerca de la cueva y desayunar, la chica subió al caballo y continuó con la compañía del gorrión.
De vez en cuando, Flora podía ver que el pequeño ser en su hombro cerraba los ojos y se quedaba dormido. Ella podía imaginar que era Antonio quien descansaba de vez en cuando.
Ella sólo podía decirle al pequeño gorrión -Descansa un rato, te hablo si sucede algo.- Luego, la avecilla descansaba con los ojos cerrados.
Cuando cayó el medio día, Flora soltó un pesado suspiro, limpió el sudor de su frente y continuó golpeando la roca frente a ella con fuerza.
Sosteniendo el pequeño pico que compró con sus últimos 50 puntos, golpeó la roca, tratando de sacar la jodida planta que no quería salir.
Las raíces de esta hierba eran más gruesas que otras que crecían en el mismo ambiente, Flora también necesitaba la raíz para que la medicina surtiera su efecto completo. Ella sólo podía soportar las ampollas en sus manos y seguir.
Bajo el ardiente sol, la ropa sudada de Flora se ajustó a su cuerpo, marcando sus curvas de mujer desarrollada. Aunque la niña sólo tenía 16 años, ya estaba en edad de casarse y tener hijos.
Normalmente, en la antigüedad, las chicas se desarrollaban a partir de los 13 años con el mejor cuidado. Y Flora, pues, era el tesoro del Doctor Imperial más Famoso del país, su cuidado por parte de sus abuelos era excepcional.
Era normal que su cuerpo fuera mucho mejor que el de otras mujeres de su misma edad. Además, siendo doctora, sabía nutrirse a la perfección, no le hacía falta nada por ningún lado.
El pequeño gorrión se sentó en una pequeña rama y sus ojos miraron detenidamente como sus abultados pechos subían y bajaban con cada uno de sus movimientos.
El gorrión puso los ojos en blanco en su interior ¿Qué le veía su amo a esa humana de piel lisa sin plumas? ¡Era mucho mejor una linda gorrioncita con hermosas plumas marrón y ojitos negros, de piquito ancho y amarillo oscuro.
Los ojos color esmeralda bajaron hasta caer sobre los glúteos bien marcados de la chica, gracias a esos pantalones que tuvo que traer para no sufrir molestias con el vestido.
De repente, Flora sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, sus ojos rubíes cayeron sobre el pequeño gorrión, quien apartó la mirada casi al instante.
-¡Tú..! Más te vale que no tengas a alguna gorrioncita por allí que te guste ¡Sí me sigues mirando con tanto descaro, te acusare con ella!- Dijo la chica con el rostro rojo, más de vergüenza que de cansancio.
Ese tipo ¿No podría al menos disimular un poco?¿Cómo se atrevía a mirarla tan descaradamente?
Flora estaba enojada, y Antonio pudo sentirlo a través del sello de pareja, en el pequeño pabellón, sus labios se curvaron en una sonrisa y no pudo evitar reír, sin embargo, sus mejillas ardían al igual que su cuello y orejas.
Bueno, la imagen que vio hace unos momentos era tan llamativa que lo emocionaba. Todo su cuerpo respondía a esa imagen, solo deseaba tenerla cerca de él y cubrirla con sus brazos para que nadie la viese de esa forma.
Al pensar que estaba en una montaña solitaria, se alegró ¡Él era el único que podía verla así!
-Maestro, yo creó que...necesita una ducha fría.- Una voz sonó delante de Antonio, haciéndolo volver en sí, al sentir el cambio en esa parte de su cuerpo, fulminó al guardia que habló con la mirada y apretó los dientes.
-Ve a prepararme una ¡Ahora mismo!- Exclamo con irritación, sintiéndose avergonzado de que sus subordinados lo viesen así.
Él se apresuró a entrar en la habitación y tratar de calmarse.
¡Uyyyyy, era tanta tentación en un sólo lugar! Se alegraba de no estar en su periodo de celo o sí no, ni siquiera él podría controlarse.