— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
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Espero que seas totalmente responsable de esto.
— Me rindo, no nací para hacer tartas. — Margaret tenía una batalla campal en la cocina; había decidido hacer el postre preferido de su esposo como compensación, pero no había resultado como quería. Todos sus intentos salieron fatales.
— Mi señora, no se rinda tan pronto. Si vivían estuviera aquí todo sería más fácil; ya hubiéramos hecho un postre digno. — Decía Cloy, abatida. Ella era experta en hacer té e infusiones, pero lo de cocinar no se le daba para nada bien. Por eso, cada vez que visitaba a su madre, esta la instaba a casarse con un hombre rico, ya que ella no tenía grandes dotes en la cocina.
— Lo sé, pero no confío en el personal. La fuente de información más segura con mi padre es Vivian. — Margaret lamentaba profundamente haber mandado a Vivian de mensajera, y más cuando tuvo la grandiosa idea de hacer una tarta de durazno sin tener el mínimo conocimiento de cocina.
—Mi señora, ahora que lo recuerdo, Vivian escribió un libro de cocina. Cuando pasó aquel terrible suceso, Vivian decidió agasajar al Duque durante un mes con sus platillos y postres favoritos como muestra de agradecimiento.— Adanis salió corriendo en busca del dichoso libro.
Mientras en el archiducado ellas trataban de hacer un postre digno, Vivian se encontraba ayudando al Duque a salir de un pequeño inconveniente del cual ella no podría salir muy bien liberada y que cambiaría su vida completamente. Vivian encontró al Duque tambaleándose por los pasillos; era como si estuviera huyendo de algo, o mejor dicho, de alguien.
—Mi señor, ¿qué le pasó?— Vivían corrió a ayudarlo de inmediato, sirviendo de apoyo para que el Duque pudiera caminar con algo de estabilidad.
— Esa mujer no la dejes pasar; estoy seguro de que ella es la causante de mi malestar. — Vivian se enfureció y resguardó al Duque en la habitación de este mientras ella salía a resolver el problema.
Por el pasillo venía una mujer de mediana edad, pelinegra, gritando que la llevaran a la habitación del Duque, pero esta no estaba sola; la acompañaba una doncella que la estaba guiando, a pesar de que el personal trataba de contenerla. Sin embargo, como era una noble influyente que estaba visitando al Duque por negocios y además estaba apadrinada por la emperatriz, temían por sus familias y las represalias de esta mujer, ya que no contaba con muy buena reputación.
— ¡Quítense del camino, mugrosos sirvientes! — La mujer, al ver a Vivían en medio del pasillo, se enfureció más, pues era joven y hermosa. Sin embargo, las doncellas que estaban tratando de impedirle el paso a la mujer se sintieron aliviadas.
Vivian había sido acogida por el Duque como una invitada más, pero la niña, al ver tantas atenciones, quiso retribuirlo de alguna forma y pidió al Duque ser la doncella principal de Margaret, aun cuando esta era pequeña. Aunque no tenía necesidad de trabajar para el ducado, ella lo hacía por mero gusto y como muestra de agradecimiento, lo que le daba ciertos privilegios con el personal.
—¿Dónde está el mayordomo? —preguntó Vivian a una de las doncellas, ignorando por completo la presencia de la mujer.
—Salió a hacer un encargo confidencial del Duque. —La mujer, al verse ignorada, trató de empujar a Vivian, pero esta la contraatacó, mandándola directo al suelo.
—¿Cómo te atreves? ¡Soy una marquesa, muy cercana a la emperatriz! —La marquesa estaba furiosa; esa chiquilla se estaba interponiendo en sus planes y era algo que no estaba dispuesta a permitir. El puesto de duquesa sería de ella.
— Y usted una mujer casada, que no debería estar armando un alboroto en el palacio de un hombre viudo, debería estar cuidando a su marido, que está enfermo y a punto de morir. ¡Qué vergüenza! Para ser una noble, no tiene los modales correspondientes de una. ¡Guardias!— Tras el alboroto que se estaba armando, los guardias corrieron de inmediato.
—Saquen a esta mujer de aquí y a la doncella que la estaba ayudando. Llévenlas a los calabozos; el duque decidirá su sentencia cuando se recupere.— Vivían estaba más implacable que nunca, haciendo uso por primera vez de los privilegios que tenía en el ducado.
—No puedes hacerme esto, no eres más que una sirvienta.— La marquesa estaba exasperada, tratando de soltarse del agarre de los guardias.
—Marquesa Vargas, soy una sirvienta que te desplomará en solo un día. Llévense a esta mujer y corran la voz de que envenenaron al Duque Vitaly.— El personal jadeó al escuchar la acusación y los guardias acataron la orden de inmediato, llevándose a ambas mujeres a rastras.
— Llamen al médico, yo me encargaré de mantener estable al duque. — Mientras tanto, vivian buscaba unas hierbas medicinales en su habitación. Las doncellas corrían en busca del médico, quien vivía dentro de la propiedad por órdenes del duque, temeroso por la salud de su hija y su personal. Le ofreció una gran suma al médico, además de unas propiedades, a cambio de mudarse al ducado. Mientras el médico llegaba, Vivian preparó la tina con diferentes hierbas medicinales y metió al duque con todo y ropa.
— Señorita Vivian, señorita Vivian. — El doctor ya estaba tocando la puerta desesperadamente; un envenenamiento era cosa seria.
— Lo dejo solo para que revise mejor al duque. — Cuando Vivian estaba a pocos pasos de la puerta, el doctor la detuvo.
— Señorita Vivían, quédese. Si mis sospechas son ciertas, estamos en serios problemas. — El doctor revisó al duque y, apresuradamente, le dio a beber un extraño brebaje.
— El Duque ingirió un fuerte estimulante de delivido, pero tenemos dos problemas: el primero es que se excedió de la dosis permitida y el segundo es que el Duque se resiste a la droga. El Duque tiene que tener intimidad cuanto antes; mandaría a un guardia a un burdel, pero no tenemos tiempo. Cuanto más tiempo pase, más riesgo corre el corazón del Duque. La dosis fue tan fuerte que en unas pocas horas el Duque podría sufrir un infarto. El brebaje que le di al Duque lo hará recuperar la conciencia parcialmente, pero no lo ayudará mucho.
—¿Qué sugiere? —Vivian sonaba fría, pero en su interior estaba luchando con sus sentimientos; el Duque podría morir y era lo que más le dolía.
—Que sea alguien del personal, pero tenemos que escoger quién será cuanto antes. —El médico sabía que se estaba arriesgando con esta decisión, pero no podía dejar morir a uno de los pilares del imperio, pues la muerte del Duque sería inminente si no hacían algo de inmediato.
—Yo lo haré. —Vivian tragó grueso, pero no permitiría que nadie sacara provecho de la situación; había muchas cosas que estaban en riesgo.
—Señorita, el duque me mataría si se enterara de que...
—Yo me haré cargo del castigo. No solo está en riesgo la salud del duque; alguna doncella podría utilizar este incidente para sacar provecho o para manchar la reputación del duque. Tomaré toda la responsabilidad; que el personal piense que fue un envenenamiento y que sepan que yo lo estoy cuidando. No permitas que nadie suba a esta planta. —El médico fue a cumplir la orden de inmediato, colocando guardias alejados del pasillo, pero trancando la única entrada a este.
— Puede que mañana me odies por esto. No sabes lo difícil que es luchar contra mis sentimientos. Solo esta vez quiero ser completamente egoísta, sin importar que el mañana me destroce.
El Duque estaba poco a poco recuperando parcialmente su conciencia y, al ver a Vivían al borde de la tina, se sintió terriblemente atraído.
— Oh, Vivían, mi querida Vivían, cada día estás más hermosa. No debería codiciarte de esta manera. — El calor en el cuerpo del Duque era extremo; a pesar de que el agua estaba helada, los síntomas eran muy intensos.
— Mi señor, tendré que ayudarlo. — Vivían acercó su boca a la del Duque y le dio un casto beso, pero el Duque aprovechó el acercamiento para profundizar el beso y devorarse la boca de Vivían, quien quedó sin aliento.
— Espero que seas totalmente responsable de esto. — El Duque metió a Vivían con él en la tina, mientras la besaba con más anhelo.