Soy Gabriela y está es mi Historia:
"El nudo en mi garganta se hace cada vez más fuerte. Dejar a mi familia es una herida que nunca sanará por completo, pero la esperanza de un futuro mejor me impulsa hacia adelante. El Nuevo Mundo me ofrece un lienzo en blanco, una oportunidad para reinventarme. Sin embargo, el miedo a lo desconocido me acecha. ¿Podré adaptarme a una nueva cultura, construir una nueva vida? Y ¿qué lugar habrá en mi corazón para el amor cuando Edward, con su mundo de éxito y poder, se cruce en mi camino?"
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Capitulo X La propuesta
Edward sube a su habitación, aún procesando todo lo que acaba de pasar. Se sienta en el borde de la cama, con la mente llena de pensamientos confusos. Recuerda cómo, en su oficina por la tarde, decidió pasar por la casa para ver cómo marchaba todo en ausencia de su madre.
Edward: (Pensando) Llegué a la casa de noche y no quise avisarle a Beatriz porque era tarde. Al llegar, vi una sombra en el jardín. Estuve a punto de llamar a seguridad, pero al detallar mejor, vi que era una persona conocida… era Gabriela.
Recuerda cómo Gabriela tenía los ojos cerrados y se veía tan hermosa bajo la luz de las estrellas. Se acercó, maravillado por su belleza natural. Parecía un momento mágico, y se dejó llevar. Ella no se movió, a pesar de que él le acarició el rostro.
Edward: (Pensando) Cuando la sentí tan real, mi corazón casi se me sale. Quería probar esos labios, y los rocé con los míos. Estaba como en un trance, las sensaciones en todo mi cuerpo eran indescriptibles.
Pero en ese momento, todo terminó abruptamente. Gabriela lo había alejado, enfadada. Edward aún siente en sus labios el toque de los de ella. Quería abrazarla y besarla, pero ella no estaba sintiendo lo mismo que él.
Edward: (Pensando) Gabriela empezó a decirme cosas que no podía procesar. Que ella no era una mujer para divertirse. Esto no se trata de eso… aún no sé qué me pasa.
Edward se recuesta en la cama, mirando al techo. Está confundido y frustrado. No puede dejar de pensar en Gabriela y en lo que acaba de suceder.
Edward: (Susurrando) ¿Por qué me siento así? No puedo dejar de pensar en ella.
Finalmente, cierra los ojos, tratando de encontrar alguna claridad en sus pensamientos. Sabe que necesita entender sus sentimientos y lo que realmente quiere.
~~
A la mañana siguiente, Edward baja a la cocina, sorprendiendo a Beatriz, quien está preparando el desayuno.
Beatriz: (Sorprendida) Señor, no sabía que había venido.
Edward: Beatriz, te he dicho que cuando estemos solos me llames por mi nombre. Son tantos años en esta casa que eres parte de esta familia.
Beatriz: (Sonríe) Así es, Edward. ¿Quieres desayunar?
Edward: Sí, sírveme algo ligero. ¿Y tu amiga Gabriela?
Beatriz: Ella se fue a trabajar temprano.
Edward: (Sorprendido) No sabía que se estaba quedando aquí.
Beatriz: Le pedí permiso a la señora Julia. Ella sabe.
Edward: Tranquila, no hay problema. ¿Y por qué se va tan temprano?
Beatriz: Porque su trabajo está lejos de aquí.
Edward: (Curioso) Disculpa que te pregunte, ¿vale la pena trabajar allí?
Beatriz: La paga no es tan buena, pero ella hace doble turno y las propinas en total hacen un buen salario. Pronto tendrá el dinero para conseguir un lugar donde pueda vivir.
Edward: (Pensativo) Te puedo hacer una pregunta. Si le ofrezco un empleo en la compañía, ¿crees que lo aceptará?
Beatriz: No lo sé, Edward. Ella ha estudiado y se graduó. Me imagino que quisiera desarrollar su carrera, pero cuando se llega a este país no se escoge lo que te gusta, sino lo que te dé dinero.
Edward asiente, agradecido por la información.
Edward: Gracias, Beatriz. (Se levanta) Me despido, tengo que ir a la oficina.
Beatriz: (Sonríe) Que tengas un buen día, Edward.
Edward sale de la cocina, pensando en la conversación y en cómo podría ayudar a Gabriela. Sabe que ofrecerle un empleo en la compañía podría ser una oportunidad para ella, pero también entiende que debe ser cuidadoso y respetuoso con sus decisiones.
Edward, absorto en sus pensamientos, va conduciendo cuando ve a Gabriela caminando por la acera. Estaciona el auto y le toca la corneta, pero ella no voltea. Baja la ventanilla y comienza a llamarla.
Edward: ¡Gabriela! ¡Gabriela, por favor!
Gabriela finalmente voltea, cautelosa.
Edward: Sube, por favor. Te llevo.
Gabriela: (Negándose) No, gracias.
Edward: Por favor, déjame llevarte. No estaré tranquilo viéndote caminar tanto. ¿A qué hora es tu turno?
Gabriela: A las 9:00.
Edward: Son las 7:00. Podemos hablar, por favor.
Gabriela duda por un momento, pero finalmente accede y sube al auto. Edward comienza a conducir, y el silencio inicial es roto por su voz.
Edward: Gabriela, lamento lo de anoche. No quise incomodarte.
Gabriela: (Mirando por la ventana) Está bien, señor Edward. Solo quiero mantener las distancias.
Edward: Entiendo. Solo quería asegurarme de que estés bien. Beatriz me dijo que tu trabajo está lejos y que haces doble turno. Quería ofrecerte un empleo en la compañía. ¿Te interesaría?
Gabriela: (Sorprendida) No sé qué decir. Agradezco la oferta, pero no quiero que piense que estoy buscando favores.
Edward: No es un favor, Gabriela. Eres una persona capacitada y creo que podrías aportar mucho a la empresa. Además, sería más conveniente para ti.
Gabriela: (Pensativa) Lo consideraré. Gracias, Edward.
El resto del viaje transcurre en un silencio más cómodo. Edward se siente aliviado por haber hablado con Gabriela, y ella, aunque aún cautelosa, aprecia el gesto.