Después de una larga y feliz amistad llega un penoso y accidentado matrimonio para terminar en un frío y amargo divorcio
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Dolor de cabeza
(Capítulo dedicado a Mar, gracias a todas por sus comentarios, las invito a leer mis otras novelas, las encuentran en mi perfil ☺️)
Massimiliano bajo al estacionamiento, miró cajón vacío donde siempre estaba el auto de Isabella.
Cuando tenía que trabajar horas extra, Isabella de alguna forma se inventaba trabajo sin terminar para seguir en la oficina.
Salía en busca de algún restaurante que tuviera la comida favorita de Massimiliano, como buen Italiano, su comida favorita era la compuesta por la dieta mediterránea, pasta, risotto, un buen vino.
Con el pretexto de que se había equivocado al pedir la orden y era demasiado para ella pues casualmente era el doble porción, justamente para dos comenzales, ella compatia los alimentos con Massimiliano.
Recuerdos, sobre todo lo absurdas que eran las escusas y lo dulce que siempre fue al cuidarlo intentando no hacer tan evidente su preocupación, lo hicieron sonreír.
El café de la oficina no le gustaba, prefería el de la cafetería de enfrente un café de altura hecho por un verdadero Batista, cuando Massimiliano ya estaba agotado Isabella aparecía siempre con una sonrisa tímida y un vaso de café caliente.
En algunas ocasiones ella ya estaba en el estacionamiento esperando a verlo, solo cuando el se dirigía a su propio auto ella encendía su motor, en algunas ocasiones se podía ver por las calles semi desiertas dos autos deportivos haciendo carreras, uno era el auto blanco de Isabella el otro el auto rojo de Massimiliano, orgullosos de su nacionalidad ambos conducían poderosos Ferrari.
Los recuerdos inundaban su mente, uno a uno golpeaba su memoria, tenía un mal presentimiento, pero lo ignoró.
Por fin Massimiliano subió a su automóvil y fue directo a su casa, cuando llegó, toda la residencia lucía desolada, demasiado triste por alguna extraña razón.
No quería pensar demasiado, entro a la casa, subió las escaleras, fue a la habitación de Isabella, tocó un par de veces pero nadie respondió.
Pensó que la mujer ya dormía, no quería despertarla para comenzar una plática incómoda. Podía esperar unas pocas horas más para discutir todo lo últimamente ocurrido.
— Isabella, mañana hablaremos – murmuró mientras acariciaba la puerta con la llena de sus dedos.
Fue a su propia habitación, se dio una ducha y fue a la cama, por extraño que parezca su mente estaba inundada por Isabella.
Había añorado tanto tiempo a Eloísa que pensó que su corazón temblaría de emoción al volver a verla pero eso no sucedió.
Eloísa segura tan hermosa como cuando se fue, ahora tenían un hijo, pero sus sentimientos por ella no eran los mismos.
— Será, que ya olvide nuestro amor...– pensó mientras caminaba por el amplio pasillo hacia su habitación.
Solo deseaba saber cómo manejar la situación para no hacerle más daño a Isabella que ya había sufrido mucho por su causa y extrema estupidez.
La noche dio lugar al día, Massimiliano se levantó temprano, grandes círculos negros rodeaban sus ojos.
Una de las sirvientas lo vio salir de su habitación, de inmediato saludo.
— Señor, buenos días.
— Buenos días – respondió con indiferencia.
— ¿Qué desea desayunar? en un momento se lo preparo – pregunto la sirvienta.
— Pregúntele a la señora que desea desayunar, lo que ella decida está bien, estaré en el estudio, cuando ella baje a la mesa me informa.
El cuerpo de la sirvienta se estremeció
— S– señor...– la sirvienta quería hablar pero las palabras no salían.
Massimiliano de inmediato se dio cuenta que algo no estaba bien, la fulminó con la mirada a la espera de que terminará de hablar.
— ¿Le pasa algo a la señora? – Su indiferencia, se convirtió rápidamente en irritación y preocupación.
La sirvienta negó con la cabeza.
— Entonces que rayos pasa, ¡habla! – dijo levantando la voz que resonó por el frío pasillo de mármol.
— A-ayer por la tarde la señora se fue de la casa...
Massimiliano abrió muy grande los ojos, se apresuró a la habitación de Isabella, de un portazo la abrió, se encontró con una habitación solo con los muebles, no había rastro de que alguien ocupará eres lugar, el tocador estaba vacío, el clóset, reviso cada cajón, cada rincón, no había huellas de la mujer que apenas el día anterior había vivido en ese lugar.
— ¿Dónde están las cosas de la señora?, No pudo llevarse todo ayer...– vocifero Massimiliano
— Están en el almacén.
— ¡¿Quién les ordenó que sacarán esas cosas?!
La sirvienta tembló ante el rostro sombrio de Massimiliano, pero lo mejor era contestar de forma rápida y concisa, si alargaba la respuesta no sabía en qué momento se podía avalanzar a ella para sacar una respuesta rápida.
— La señora ordenó que todo fuera vendido y repartido entre los empleados, pero no podemos hacer eso, cuando nos negamos ordenó que todo fuera tirado, lo mejor que pudimos hacer es llevarlo al almacén.
— ¿La señora menciono algo?¿dónde iba? ¿Su amigo Phillen la acompañaba?
La mente de Massimiliano pensaba muchos escenarios, uno de ellos era que tal vez al verlo con Eloísa, Isabella había tomado la decisión de hacerle caso a Phillen por despecho, la simple idea de su esposa en los brazos de otro hombre le hacía hervir la sangre.
— No sé a dónde iría, no dijo nada, solo se despidió de nosotros. Y no venía con el Señor Black, llegó sola y se fue sola, no se llevó nada.
Los ojos de Massimiliano recorrían la habitación casi vacía, pronto se posaron en el cesto de basura, estaba lleno de papeles.
— Eso de ahí ¿Qué es? – dijo mientras señalaba el cesto.
La sirvienta se apresuro a levantarlo.
— Lo siento, es basura, ayer estuvimos tan ocupados moviendo las cosas de lugar que olvide sacar está basura, ahora mismo me deshago de esto – respondió de forma avergonzada y apresurandose a tomar el cesto.
Massimiliano alcanzo a ver el contenido, eran sus fotografías, los recuerdos más valiosos de Isabella, cada vez que asistían a un evento ella solicitaba a los fotógrafos le enviaran copias de las fotografías, seleccionaba la que le parecía mejor y la mandaba a imprimir, en su mayoría eran cuando Massimiliano la tomaba por la cintura o sonreía a su lado, aún cuando era la actuación de pareja cariñosa, Isabella lo guardaba como recuerdo de sentimientos sinceros.
Massimiliano arrebató el cesto a la mujer
— No puedes tirar esto, yo ...– Massimiliano no sabía cómo terminar la frase, a él nunca le importo mucho tener una fotografía al lado de Isabella, nisiquiera la de su boda.
Con voz más baja y dolorida dio otra orden.
— Pongan las cosas de la señora de nuevo en su lugar, ella pronto volverá – tenía la quijada apretada, la vena de las soen inflamada, estaba molesto, ¿cómo Isabela se fue sin decir nada?
Massimiliano llevo el cesto de basura a su estudio. Antes de salir de la casa vio otra sirvienta.
— En mi estudio hay un cesto de basura...
— Si, señor en un momento desechó el contenido.
— ¡No! Ese cesto de basura, nadie lo puede tocar, hoy nisiquiera entren a mi estudio, quién se atreva a tocar esas cosas estará despedido – vocifero la amenaza.
La sirvienta asintió apresuradamente, nunca había visto a Massimiliano de esa forma desesperada y violenta.
Se subió a su auto y manejo directo a la casa de la familia Castelli.
— ¿¡Isabella, eres mi esposa, como te atreves a abandonarme!? – masticó las palabras con una fea expresión, sus dientes estaban muy apretados.
El recorrido era aproximadamente de 40 minutos, ya que las casas estaban en cada extremo de la ciudad.
Deseaba que si auto deportivo fuera aún más veloz, que las carreteras estuvieran vacías, hasta los semáforos le molestaban.