Valeria y Alejandro, unidos por su amor al arte, la música, y las historias, vivieron un intenso romance en el bachillerato. Sin embargo, un malentendido los separó, dejando heridas sin sanar. Ahora, en la universidad, sus caminos se cruzan de nuevo. Aunque intentan ignorarse, Alejandro sigue luchando por reavivar lo que tuvieron, mientras Valeria se resiste a revivir el dolor del pasado. ¿Podrá el amor superar el tiempo y el rencor?
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Recuerdos de ayer
El sol apenas comienza a filtrarse por las ventanas cuando me preparo para otro día largo en la facultad. Mis clases arrancan temprano y sé que hoy no será diferente: Anatomía, Salud Pública, Embriología, Histología... Es una rutina que conozco de memoria, pero de alguna forma, el peso de las últimas semanas ha hecho que todo se sienta más denso. El café que tomo apenas me despeja, pero no hay tiempo para más; tengo que llegar a tiempo.
Cuando llego a la facultad, el ambiente es el mismo de siempre: alumnos corriendo por los pasillos, docentes preparándose para sus clases, y yo, intentando que mis pensamientos no se desvíen hacia Valeria.
Hoy, en la clase de Salud Pública, la Docente nos anuncia que haremos un proyecto grupal. No suelo tener problemas con este tipo de actividades, hasta que escucho los nombres de mi grupo: entre ellos, el de Valeria. Mi corazón se detiene por un segundo. No puedo creerlo. ¿Qué posibilidades había de que nos tocaran juntos? Lo peor de todo es que también está Laura, su amiga que siempre me ha odiado.
Me acerco lentamente al grupo, tratando de no llamar demasiado la atención, pero apenas llego, Laura me lanza una mirada de advertencia. Es como si su odio hacia mí hubiera crecido desde la última vez que nos vimos.
—Hola —digo, tratando de mantener la calma. Mi voz suena más baja de lo que me gustaría.
Valeria apenas me mira. Asiente, sin decir una palabra, pero es suficiente para que mi estómago dé un vuelco. No puedo evitar sentir una mezcla de nervios y alivio. Al menos, no me ignora del todo, aunque su silencio sea más elocuente que cualquier respuesta verbal.
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunta Laura con tono brusco, mirando a los demás integrantes del grupo. Puedo notar el desdén en su voz, como si fuera una indirecta para mí.
El proyecto consiste en investigar los principales problemas de salud pública en una comunidad y proponer soluciones. Es un trabajo bastante estándar, pero tener que lidiar con Valeria y Laura lo hace todo más difícil. Nos dividimos las tareas, y a mí me toca investigar los problemas comunes. Valeria se encargará de las soluciones, y Laura supervisará el progreso, lo que me parece una ironía.
Nos mantenemos en silencio mientras trabajamos, aunque de vez en cuando no puedo evitar mirar a Valeria. Cada vez que lo hago, ella parece estar completamente absorta en su tarea, como si yo no existiera. Es frustrante, pero trato de recordar lo que me dije a mí mismo: poco a poco, Alejandro. No puedes forzar las cosas.
La clase termina y me apresuro a recoger mis cosas. Estoy a punto de salir cuando siento una mano en mi hombro. Giro la cabeza y veo a Laura mirándome con seriedad.
—Escúchame, Alejandro —dice en voz baja—. No sé qué estás planeando, pero te lo advierto: no vuelvas a lastimar a Valeria.
Su tono es directo, casi amenazante. Intento mantener la compostura. —No estoy planeando nada, Laura. Solo quiero arreglar las cosas.
Ella suelta una risa amarga. —¿Arreglarlas? Después de lo que hiciste, no sé si eso sea posible. —Me mira con desprecio—. Ella está mejor sin ti. Acepta eso.
Sin decir más, se da la vuelta y se aleja, dejándome con las palabras atrapadas en la garganta. No puedo evitar sentirme molesto. Sé que cometí errores, pero ¿por qué todos asumen que no tengo derecho a intentar enmendar las cosas?
Más tarde, en la cafetería, me reúno con Fer y Cristian. Ambos están enfrascados en una conversación sobre la discoteca que están manejando juntos, pero yo apenas los escucho. Mi mente sigue atrapada en la interacción con Laura, en cómo todo parece tan complicado cuando se trata de Valeria.
—¿Estás bien, Alex? —pregunta Cristian, notando mi distracción.
—Sí, solo… hoy me tocó trabajar con Valeria en un proyecto de Salud Pública —respondo, sin querer darle demasiada importancia, aunque sé que para mí es un gran tema.
Fer levanta una ceja, sorprendido. —¿Y cómo te fue?
—Fue raro. Apenas hablamos. Y Laura, bueno, me dejó claro que no me quiere cerca.
Cristian se ríe entre dientes. —Esa chica siempre ha sido intensa. Pero Valeria… ¿alguna señal de que las cosas puedan mejorar?
Niego con la cabeza. —No, sigue distante. Ni siquiera me mira a los ojos.
Fer suspira y se inclina hacia adelante. —Mira, no puedes esperar que todo vuelva a ser como antes de un día para otro. Si realmente te importa, tendrás que ser paciente. Lo que sea que pasó entre ustedes, tiene que resolverse, pero no puedes apurarla.
Cristian asiente. —Exacto. Paciencia, amigo. Y sobre todo, honestidad.
Sus palabras me hacen pensar. No he sido del todo honesto conmigo mismo en cuanto a lo que quiero. Siempre me digo que solo quiero que las cosas estén bien, pero lo cierto es que aún siento algo por ella. Sin embargo, el miedo a que sea demasiado tarde, a que me rechace de manera definitiva, es lo que me detiene.
Más tarde, camino por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo. Decido pasar por el local de Booba Tea que solíamos frecuentar. Es un lugar que me trae muchos recuerdos, tanto buenos como amargos. Valeria y yo veníamos aquí casi todas las semanas; era nuestro lugar favorito. Cada rincón del local tiene una historia, desde las bromas que hacíamos sobre las tapiocas hasta las conversaciones interminables sobre anime y manga.
Cuando entro, el sonido familiar de la música suave me envuelve, y el dulce aroma del té de burbujas llena el aire. Pido lo de siempre, un té con leche y tapioca, y mientras espero mi pedido, no puedo evitar echar un vistazo alrededor. El lugar está igual que siempre, pero algo en mí ha cambiado.
—¡Alejandro! —me llama la dueña del local, que resulta ser la novia de Cristian. Me sonríe al verme—. ¡Cuánto tiempo sin verte por aquí!
Le devuelvo una sonrisa tímida. —Sí, ha pasado un tiempo.
Ella asiente mientras prepara mi bebida. —Cristian me ha contado un poco sobre lo que ha pasado. Espero que las cosas mejoren.
—Yo también lo espero —respondo, sintiendo el peso de sus palabras.
Me entrega la bebida, y después de pagar, me siento en una mesa cerca de la ventana. Tomo un sorbo de mi té y cierro los ojos por un momento, permitiendo que los recuerdos de aquellos días con Valeria me invadan. Las risas, las conversaciones, el futuro que soñábamos juntos... Todo parece tan lejano ahora.
De repente, la puerta del local se abre y escucho el sonido familiar de una campanilla. Miro hacia la entrada, y para mi sorpresa, veo a Valeria. Ella también me ve, y por un segundo, nuestros ojos se encuentran. Siento una mezcla de emociones: sorpresa, ansiedad, nostalgia. Parece igual de sorprendida al verme, pero rápidamente desvía la mirada y camina hacia el mostrador.
Mi corazón late con fuerza mientras me debato entre quedarme en silencio o intentar hablarle. ¿Es este el momento que he estado esperando, o debería respetar su espacio y mantener la distancia?
Las preguntas me inundan, pero una cosa es clara: no puedo seguir huyendo de esto para siempre.