En una sociedad donde los alfas dominan en todos los aspectos, dos poderosas familias están en una lucha constante por el control económico y político de la nación. Sus herederos, Leonhard y Viktor, son ambos alfas reconocidos, cada uno con su propio imperio y legado, decididos a mantener sus territorios y el honor de su linaje intacto. Sin embargo, un repentino acuerdo entre ambas familias los obliga a un matrimonio de conveniencia, poniendo a prueba sus límites, ambiciones y emociones.
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Capítulo 19: Jugando con Fuego
La tensión entre Viktor y Leonhard se había convertido en un torbellino palpable, un conflicto no dicho que resonaba incluso en las interacciones más simples. Los días siguientes a su enfrentamiento en la sala de juntas fueron un tira y afloja constante, donde las palabras, las miradas y las acciones parecían tener un peso más significativo.
Era tarde por la noche cuando Viktor se encontró revisando documentos en su oficina, algo inusual en él. Siempre prefería delegar estas tareas, pero la presión de los acuerdos recientes y su necesidad de demostrar superioridad lo habían llevado a tomar el control personalmente. El silencio de la oficina, interrumpido solo por el sonido del teclado, lo envolvía mientras intentaba concentrarse, pero un pensamiento recurrente seguía molestándolo.
Leonhard Blackwood.
Cada palabra suya, cada movimiento calculado, cada interacción entre ellos lo desafiaba y provocaba como nadie más lo había hecho antes. Viktor se pasó una mano por el cabello, frustrado consigo mismo. ¿Por qué no podía simplemente sacárselo de la cabeza?
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—¿Quién demonios...? —murmuró mientras se ponía de pie. Caminó hacia la puerta y la abrió, solo para encontrarse con el propio Leonhard, de pie con una expresión inescrutable.
—¿Blackwood? —Viktor frunció el ceño, claramente sorprendido—. ¿Qué haces aquí? ¿No sabes qué hora es?
Leonhard lo miró con calma, como si el tiempo no fuera un factor relevante para él. —Necesitamos hablar, y preferí hacerlo aquí, sin interrupciones.
Viktor arqueó una ceja, evaluándolo. —¿Hablar? ¿Sobre qué?
—Sobre cómo vas a dejar de ser un obstáculo en este proyecto. —La respuesta fue directa, sin rodeos, como era típico de Leonhard.
Viktor soltó una carcajada sarcástica mientras se cruzaba de brazos. —¿Eso es lo que viniste a decirme? ¿En serio crees que voy a hacerte las cosas fáciles? Qué ingenuo.
Leonhard no reaccionó a la provocación. Dio un paso dentro de la oficina, cerrando la puerta detrás de él. —Esto no es un juego, Ivanov. Si ambos queremos que esto funcione, será mejor que dejes de lado tu necesidad constante de demostrar algo.
Viktor se acercó, acortando la distancia entre ellos con un movimiento decidido. —¿Demostrar algo? ¿A ti? No me hagas reír, Blackwood. Eres tú quien parece obsesionado con imponer su superioridad cada vez que tiene la oportunidad.
Los ojos de Leonhard se estrecharon, y Viktor supo que había tocado una fibra sensible. Pero lo que no esperaba era lo que sucedió después. Leonhard se acercó aún más, invadiendo su espacio personal de una manera que hizo que Viktor sintiera un escalofrío recorrerle la espalda.
—Tal vez porque alguien tiene que mantener el control —respondió Leonhard, su voz baja y peligrosa.
Por un momento, Viktor se sintió atrapado. El aroma de las feromonas de Leonhard, sutil pero inconfundible, volvió a llenar el aire, y Viktor supo que esto no era un enfrentamiento cualquiera. Esta vez, había algo más detrás de las palabras, una corriente subyacente que los llevaba a un terreno desconocido.
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El ambiente en la oficina se volvió sofocante. Viktor sabía que debía responder, que retroceder no era una opción. Si Leonhard quería jugar, él no se quedaría atrás.
—¿Control? —repitió, sonriendo con desdén mientras liberaba sus propias feromonas, un aroma cítrico que contrastaba con el de Leonhard—. Tú no eres el único que sabe cómo manejar esto.
Leonhard no se movió, pero Viktor pudo ver el leve cambio en su postura, el casi imperceptible ajuste de su mandíbula. Sabía que había logrado afectar a su rival, aunque fuera ligeramente.
—No subestimes mis capacidades, Viktor —advirtió Leonhard, pronunciando su nombre con una familiaridad que hizo que Viktor se tensara.
—Y tú no subestimes las mías, Leonhard —respondió Viktor, dejando caer cualquier formalidad en su tono.
Por un instante, el silencio llenó el espacio entre ellos. Era un silencio cargado de desafío, de tensión y algo más que ninguno de los dos quería admitir abiertamente. Viktor podía sentir su corazón acelerado, pero no estaba seguro si era por el enfrentamiento o por el efecto que Leonhard tenía en él.
De repente, Leonhard dio un paso atrás, rompiendo el contacto visual y desviando la mirada hacia los documentos en el escritorio de Viktor. Fue un movimiento inesperado, y Viktor no pudo evitar sentir una ligera punzada de decepción.
—No estoy aquí para perder el tiempo en juegos innecesarios —dijo Leonhard mientras examinaba uno de los contratos—. Si decides tomarte esto en serio, tal vez podamos llegar a un acuerdo.
Viktor lo observó en silencio durante unos segundos antes de dejar escapar un suspiro. Sabía que debía responder con algo igualmente contundente, pero la intensidad del momento anterior lo había dejado momentáneamente sin palabras.
Finalmente, se acercó al escritorio y tomó otro documento, extendiéndoselo a Leonhard. —Si realmente quieres que esto funcione, entonces revisa esto. Es mi propuesta para manejar el reparto de recursos. Y, por cierto, no esperes que ceda fácilmente.
Leonhard tomó el papel sin decir nada, pero el leve levantamiento de una de sus cejas dejó claro que estaba evaluando tanto el contenido como al hombre que tenía enfrente.
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La reunión improvisada terminó tan abruptamente como había comenzado. Leonhard se despidió con un breve asentimiento y salió de la oficina, dejando a Viktor con una mezcla de emociones que no estaba seguro de cómo manejar.
Cuando la puerta se cerró, Viktor se dejó caer en su silla, pasando una mano por su rostro mientras dejaba escapar un suspiro pesado. ¿Qué demonios acababa de suceder?
Por un lado, estaba furioso consigo mismo por haber permitido que Leonhard lo afectara tanto. Por otro lado, no podía negar que había algo emocionante en su constante enfrentamiento, algo que lo mantenía alerta y... deseando más.
Este juego estaba lejos de terminar.
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