Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capitulo 13
Carolina se acomodaba el bolso al hombro, lista para salir después de un día agotador, cuando la voz de Margaret la detuvo en seco.
—Carolina, espera un momento —dijo la señora Margaret desde la puerta de su oficina.
—Carolina giró rápidamente, mostrándole una sonrisa amable.
—Sí, señora Margaret, ¿necesita algo más?
Margaret caminó hacia ella con un aire de tranquilidad, aunque en su mirada se notaba un dejo de interés especial.
—Se me olvidaba mencionarte algo importante. Hoy por la noche tenemos una fiesta en mi casa. Es un evento formal, así que me gustaría que asistieras.
Carolina parpadeó, algo sorprendida.
—Oh, muchas gracias, señora Margaret. No sabía nada al respecto.
—Lo sé, fue una decisión de último momento. Pero me encantaría que fueras —añadió Margaret, haciendo una pausa antes de continuar—. Y si puedes, trata de convencer a Miguel para que te acompañe; ya que él es abogado, le hará bien conocer gente importante. Quizá algo así les vendría bien.
Carolina sintió que sus mejillas se encendían ligeramente al escuchar las palabras de Margaret.
—Haré lo posible —respondió, tratando de sonar convincente, aunque sabía lo complicado que sería lograrlo.
Margaret asintió con una sonrisa cálida.
—Excelente. La fiesta comenzará a las ocho. Espero verte allí, Carolina.
—Gracias, señora Margaret, no quiero faltar.
Mientras salía de la tienda, se dirigió al colegio de su hija Carolina; no podía evitar reflexionar sobre la invitación. La idea de asistir a un evento social con Miguel parecía un reto casi imposible, considerando cómo estaban las cosas entre ellos. Sin embargo, decidió intentarlo. Quizá, pensó, esa noche podría ser una oportunidad para acercarse nuevamente a su esposo.
Carolina estacionó el auto frente al colegio y esperó a que Andrea saliera. Apenas vio a su hija acercarse, bajó la ventana y le sonrió.
—Hola, cariño. ¿Cómo te fue hoy? —preguntó mientras Andrea se acomodaba en el asiento.
—Bien, mamá. Aunque tuvimos un examen sorpresa en matemáticas —dijo Andrea, colocando su mochila en el asiento trasero.
Carolina la miró por el retrovisor mientras arrancaba el auto.
—¿Y cómo te salió?
—Creo que bien, pero ya veremos cuando entregue las notas. ¿Y a ti, mamá? ¿Cómo te fue en el trabajo? —Andrea la miró con curiosidad.
Carolina suspiró, aunque intentó mantener el tono despreocupado.
—Bien, hija. Aunque últimamente hay mucho trabajo. Pero hoy la señora Margaret nos invitó a una fiesta en su casa.
—¿Fiesta? —Andrea se animó de inmediato—. ¿Es algo elegante?
—Sí, parece que sí. La señora Margaret es muy formal, así que supongo que será una noche grande.
Andrea se quedó pensativa un momento.
—¿Iremos las dos?
Carolina dudó por un segundo, recordando las palabras de Margaret.
—Bueno, tengo que hablar con tu papá primero. Ella también lo invitó, pero no sé si quiera ir.
Andrea la miró de reojo, como adivinando el conflicto interno de su madre.
—Espero que quiera ir. Hace mucho que no salimos los tres juntos, mamá.
Carolina forzó una sonrisa mientras seguía manejando.
—Ya veremos, hija. Ya veremos...
Miguel tomó su teléfono con manos temblorosas. Marcó el número de Emely y esperó, con la mente revuelta por lo que acababa de saber. Al tercer tono, ella respondió con su voz suave y seductora.
—Amor, ¿qué sucede? ¿Por qué me llamas?
Miguel tragó saliva, consciente de la mirada fija de Jorge, quien estaba sentado frente a él en su oficina. El hombre mayor lo observaba con seriedad, levantando una mano para indicarle en voz baja:
—No le digas nada de lo que hablamos.
Miguel asintió discretamente, obligándose a hablar con tranquilidad.
—Nada, amor, solo quería saber cómo estás —dijo, forzando una sonrisa que no se reflejaba en su tono.
—Estoy bien, aunque algo aburrida —respondió Emely, dejando escapar una pequeña risa—. ¿Tú cómo estás?
—Bien, con muchas cosas en la oficina. Ah, y quería decirte algo —añadió, intentando sonar casual—. Hoy iremos a esa fiesta. Es importante, así que ponte hermosa.
—¿Iremos juntos a esa fiesta? ¿Juntos? —preguntó ella, sorprendida—. ¿Y Carolina?
Miguel apretó los labios, buscando las palabras adecuadas.
—No te preocupes por eso. Solo prepárate. Te recogeré a las nueve.
Emely guardó silencio un instante, luego respondió con entusiasmo:
—Está bien. Me arreglaré para ti.
—Eso quiero —dijo Miguel, intentando sonar convincente.
Colgó la llamada y dejó el teléfono sobre el escritorio. Suspiró profundamente y se llevó las manos al rostro.
—Está más tranquila al saber que iremos juntos a la fiesta.
El hombre cruzó los brazos, su expresión impenetrable.
—Solo te pido que pienses bien lo que harás, Miguel. Mi hija te ama, pero ahora necesita algo más que palabras bonitas. Necesita estabilidad, alguien que esté realmente con ella en estos momentos.
Miguel no respondió. En el fondo, sabía que las palabras de Jorge eran ciertas, pero el peso de sus mentiras lo ahogaba cada vez más.
Jorge se levantó de su asiento con una firmeza calculada, tomando su portafolio antes de dirigirse a la puerta de la oficina.
—Miguel, confío en que tomarás la decisión correcta. Pero recuerda, el tiempo no está de tu lado.
Miguel lo miró en silencio, incapaz de responder. Apenas logró asentir con la cabeza. Jorge salió de la oficina, dejando un silencio incómodo en el aire, como si el peso de su advertencia hubiera quedado flotando en el ambiente.
Miguel se recostó en su silla, pasando las manos por su rostro. Su mente era un torbellino de pensamientos.
"¿Cómo es posible? Emely... enferma. ¿Un tumor? Y no mucho tiempo..."
Apoyó los codos en el escritorio, enterrando el rostro en sus manos. La noticia lo había golpeado como un balde de agua helada. Por más que intentara enfocar su mente en lo que debía hacer, las emociones lo desbordaban.
Miró su teléfono sobre el escritorio. La imagen de Emely, sonriendo en la pantalla de inicio, lo llenó de una mezcla de culpa y dolor.
—¿Qué voy a hacer? —murmuró para sí mismo.
El rostro de Carolina apareció fugazmente en su mente, pero lo apartó de inmediato. No quería enfrentarse a las implicaciones de lo que estaba haciendo. No ahora. No con todo lo que acababa de descubrir.
"Tengo que mantenerme firme. Por Emely... y por esta maldita deuda con Jorge. Pero, ¿hasta cuándo puedo mantener este equilibrio sin que todo se venga abajo? "Carolina, mi hija, ¿qué les voy a decir? ¿Cómo pude hacerles esto? Pero me enamoré de Emely sin darme cuenta.
Con un suspiro, Miguel se levantó y caminó hacia la ventana de su oficina, mirando las calles llenas de vida. La ironía de todo aquello lo golpeó de nuevo: afuera, el mundo seguía como si nada, mientras su vida personal parecía tambalearse al borde del abismo.
Finalmente, regresó a su escritorio, tomó su teléfono y lo dejó caer sobre la superficie con un golpe seco.
—Necesito pensar... —Susurró, aunque sabía que las respuestas no llegarían fácilmente.