"El lío de Carlos" es una novela inspirada en una historieta escolar que narra las aventuras de Carlos, un joven carismático, despreocupado y amante de la diversión. Con su espíritu libre, disfruta explorando sus relaciones, coqueteando sin límites tanto con las chicas, pero tal parece que el destino cambiara el rumbo de su vida.
Por otro lado, se encuentra Janeth una joven trabajadora y determinada que enfrenta una lucha personal por encontrar una cura para su abuelo. En medio de los enredos y dramas que rodean la vida de Carlos y Janeth, sus caminos se cruzarán de formas inesperadas. ¿Logrará el amor triunfar entre tantas dificultades? Acompaña a estos personajes en una historia llena de emociones, retos y descubrimientos.
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Capítulo 14: Un camino forzado
Carlos no podía dejar de dar vueltas a lo que había hablado con Sebastián en el parque. Las palabras de su amigo resonaban en su cabeza: "No puedes seguir huyendo." Y, aunque las entendía, se sentía atrapado. Una parte de él quería rebelarse, desafiar todo lo que su padre le había impuesto, pero otra parte de él, la parte que se preocupaba por su familia, le decía que debía aceptar el trato y salvar todo lo que había construido.
El sonido de su celular lo sacó de sus pensamientos. Miró la pantalla. Era un mensaje de su madre.
"¿Cómo estás, hijo? Sabes que siempre puedes contar conmigo. Te extraño mucho. Cuando regrese, quiero que hablemos de todo."
Carlos suspiró, sintiendo una oleada de culpa. No quería cargar a su madre con más preocupaciones, pero la idea de mantener este secreto sobre el matrimonio lo carcomía por dentro. No sabía cómo podría mirarla a los ojos sabiendo lo que estaba a punto de hacer. Sin embargo, si no cumplía con las expectativas de su padre, no solo perdería su relación con él, sino también su herencia.
—Tienes que tomar una decisión, Carlos. —se dijo en voz baja, como si hablara con su reflejo en el espejo.
Decidido a no quedarme atrapado en su mente, Carlos salió de la habitación y se dirigió a la sala. Cuando llegó al comedor, vio que Sebastián estaba allí, tomando un café como siempre.
—¿Qué tal? —preguntó Sebastián, levantando la vista cuando escuchó los pasos de Carlos.
—Ya no sé qué hacer. —Carlos se dejó caer en la silla con un suspiro pesado—. Estoy a punto de perderlo todo.
Sebastián lo miró con seriedad. Sabía que su amigo estaba pasando por algo mucho más grande que una simple elección. Le puso una mano en el hombro.
—Lo que decidas, no va a ser fácil. Pero lo que sí sé es que no puedes vivir toda tu vida bajo la sombra de tu padre. Tienes que encontrar tu propio camino, aunque sea complicado.
Carlos lo miró, sintiendo un nudo en el estómago. Las palabras de Sebastián le llegaron, pero aún no encontraba la fuerza para hacer lo que tenía que hacer.
En ese momento, el timbre de la puerta interrumpió el silencio incómodo que se había instalado entre los dos. Carlos se levantó de inmediato, pero Sebastián se adelantó.
—Voy yo. —dijo, notando el estado de ánimo de Carlos—. Quédate aquí, yo abro.
Carlos asintió, mientras veía a Sebastián marcharse hacia la puerta. Cuando volvió, traía un sobre en la mano.
—Es de parte de tu padre. —le dijo, extendiéndole el sobre.
Carlos lo miró con desconfianza. Sabía que este tipo de cartas nunca traían buenas noticias. Lo abrió lentamente y comenzó a leer.
"Carlos, sé que estás confundido, pero es hora de que tomes una decisión. El matrimonio con la mujer que he elegido es esencial para nuestra familia y para asegurar el futuro de todos. No me hagas perder la paciencia. Tienes hasta el final de la semana para darme tu respuesta. No olvides que todo lo que tienes, y todo lo que eres, depende de esta elección.
Tu padre.
Carlos dejó caer el papel sobre la mesa. Un sentimiento de impotencia lo invadió, y sus manos comenzaron a temblar.
—Esto ya no es solo una cuestión de familia, es una cuestión de control. —dijo con voz baja, sin saber si hablaba consigo mismo o con Sebastián.
Sebastián, sin decir una palabra, lo observó en silencio, sabiendo que lo que Carlos necesitaba ahora era tiempo y espacio para procesar.
Carlos se levantó de la silla y comenzó a caminar hacia la ventana. Miraba hacia fuera, como si buscara alguna señal, algo que lo guiara en la decisión que tenía que tomar. Pero nada llegó.
Finalmente, se giró y miró a Sebastián.
—Voy a hacerlo. —dijo con determinación, aunque sus ojos seguían reflejando dudas.
Sebastián asintió, sin saber si su amigo había tomado la decisión correcta, pero comprendiendo que, al menos, Carlos ya había tomado una decisión.
Después de la decisión que Carlos había tomado, solo quedaba esperar el regreso de su padre. Mientras tanto, los días parecían arrastrarse lentamente. Carlos había elegido lo que sabía que debía hacer, pero no por eso la ansiedad desaparecía. Sabía que había traicionado sus propios sentimientos, pero la realidad le había dejado pocas opciones. Ahora solo quedaba enfrentar las consecuencias de su decisión.
Finalmente, el fin de semana llegó, y con él, el regreso de su padre. Carlos estaba en la sala cuando escuchó el sonido familiar del coche en el camino de entrada. Su corazón empezó a latir más rápido mientras esperaba en silencio. Sabía que este momento definiría su futuro.
La puerta principal se abrió, y el señor Miller apareció en el umbral, con su maletín de trabajo y una expresión relajada en el rostro.
—Hijo, ya regresé —dijo el señor Miller con una sonrisa, como si no pasara nada. Carlos, con pasos decididos, bajó las escaleras.
—¿Cómo estás, hijo? ¿Cómo estuvo tu semana sin mí? —preguntó su padre con un tono ligero, como si no fuera consciente de la enorme presión que su hijo llevaba encima.
Carlos respiró profundamente, sintiendo el nudo en su estómago. Lo había decidido, pero aún no podía librarse de la sensación de estar tomando el camino equivocado.
—Ya tomé una decisión —respondió Carlos con la voz un poco tensa.
El señor Miller dejó caer su maletín en la mesa y se dirigió al bar. Tomó un vaso y sirvió un whisky con calma, sentado en el sofá, esperando. No lo miró directamente, pero la tensión en el aire era palpable. Sabía que su hijo había estado lidiando con mucho, y ahora era el momento de escuchar la respuesta.
—¿Qué decidiste? —preguntó, con una ligera sonrisa, como si ya supiera la respuesta, pero quería escucharla de boca de Carlos.
Carlos se sentó frente a él, mirándolo fijamente. Respiró hondo, como si tuviera que sacarlo de lo más profundo de su ser.
—Lo haré... —dijo Carlos con voz frustrada, como si cada palabra costara una eternidad. Su padre levantó una ceja, pero no dijo nada, esperando a que su hijo continuara.
Carlos lo miró, y la frustración se reflejó en sus ojos. No podía evitar sentirse atrapado, como si estuviera renunciando a su libertad y sus deseos.
—Me casaré —dijo finalmente, bajando la cabeza, como si esa palabra lo aplastara.
El señor Miller sonrió satisfecho, sin mostrar ninguna sorpresa.
—Sabía que elegirías sabiamente, hijo —respondió con tono cálido, levantándose para abrazar a su hijo.
Carlos sintió un vacío en su pecho mientras su padre lo abrazaba con fuerza, como si todo estuviera bajo control. Pero por dentro, Carlos no podía dejar de sentirse aún más ahogado.
—Me encargaré de todo, tú no te preocupes. Cuando llegue el momento adecuado, tú y la chica se conocerán —dijo el señor Miller, con una seguridad inquietante.
Carlos asintió en silencio, sin decir nada más. Solo quería que todo eso terminara. Ya no sabía ni qué pensar.
—Por ahora, evita escándalos con otras mujeres —añadió su padre, con tono firme—. Y si es necesario, ya no tengas esos encuentros con ellas. Todo será más sencillo si lo haces por respeto a tu futura esposa.
Carlos no pudo evitar levantar la mirada con desdén. Pero no dijo nada. Se levantó de la silla y se fue sin decir una palabra más. Sabía que no había nada que pudiera cambiar. Lo que él deseaba no tenía cabida en el mundo de su padre.
El señor Miller, por su parte, no mostró ninguna inquietud. Sacó su teléfono móvil y marcó un número con una sonrisa en el rostro.
—Hola, Joaquín —dijo al teléfono, mientras observaba la copa de whisky en sus manos—. Quiero que me consigas a una organizadora de bodas, la mejor que puedas encontrar. Necesito hablar con ella cuanto antes.
Colgó la llamada y se recostó en el sofá, sonriendo de oreja a oreja.
Todo estaba saliendo tal como lo había planeado.