Sara García siempre fue la "oveja negra" de su familia, una joven callada y tímida que creció entre las humillaciones de sus padres y las burlas de sus compañeros. Mientras el resto de la prestigiosa familia García brillaba en los eventos sociales de España, Sara era relegada a las sombras, ridiculizada incluso por su propia madre, quien le repetía que jamás sería más que una chica "fea y torpe".
Pero todo cambió cuando conoció a Renata, una joven rebelde y brillante en la universidad, quien le enseñó a confiar en sí misma. Juntas, desarrollaron NeuroLink, una tecnología revolucionaria capaz de conectar mentes humanas para compartir pensamientos y emociones en tiempo real. Decididas a demostrar su valía, patentaron el proyecto en secreto y amasaron una fortuna que mantuvieron oculta para protegerse de quienes siempre las subestimaron.
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El Robo del Proyecto
La vida de Sara y Renata parecía estar tomando un rumbo prometedor. Con el respaldo de Carlos Montero y el entusiasmo de su equipo, NeuroLink avanzaba a pasos agigantados. Sin embargo, los grandes logros atraen tanto aliados como enemigos, y pronto descubrirían que el éxito no siempre es motivo de celebración para todos.
Un día, mientras trabajaban en la oficina, Renata recibió un mensaje inesperado de Jorge, el chico más guapo de la universidad. Había oído hablar del proyecto y, aunque siempre había ignorado a Sara, ahora mostraba un repentino interés.
—¿Te das cuenta de lo raro que es esto? dijo Renata mientras le mostraba el mensaje a Sara. ¿Desde cuándo este tipo se preocupa por algo que no sea el gimnasio o las fiestas?
Sara, que aún albergaba una ligera admiración por Jorge, intentó justificarse.
—Tal vez solo quiere saber más sobre el proyecto.
Renata arqueó una ceja.
—Sara, por favor. Este tipo no ha mostrado interés en ti nunca, y ahora de repente le importa nuestro proyecto. ¿No te parece sospechoso?
A pesar de la advertencia de Renata, Sara accedió a encontrarse con Jorge. Decidieron reunirse en la cafetería del campus, un lugar donde Sara solía refugiarse con sus libros. Jorge llegó con su encanto habitual, pero detrás de su sonrisa se escondía algo más.
—He oído que estás trabajando en algo revolucionario dijo Jorge mientras tomaba un sorbo de café. Me sorprende que no hayas hablado de esto antes.
Sara, aún insegura, se encogió de hombros.
—No pensé que fuera algo que te interesara.
Jorge sonrió de manera encantadora.
—Bueno, ahora sí. Tal vez podamos trabajar juntos. Podría ayudarte a conectar con más gente importante.
Mientras hablaban, Sara notó que Jorge hacía preguntas demasiado específicas sobre NeuroLink. Intentaba disimular, pero era evidente que quería detalles sobre el funcionamiento del dispositivo y el código detrás de él. Aunque Sara no dijo nada en el momento, algo en su interior le hizo dudar de sus intenciones.
Días después, Renata irrumpió en la oficina con el rostro lleno de furia.
—¡Sara! ¿Sabías que alguien intentó acceder a los archivos del proyecto anoche?
Sara se levantó de golpe.
—¿Qué? ¿Cómo es eso posible?
Renata le mostró los registros del sistema. Alguien había intentado hackear el servidor donde guardaban toda la información de NeuroLink, pero gracias a las medidas de seguridad que habían implementado, no lograron acceder.
—Y no solo eso continuó Renata. Escuché rumores en el campus de que Jorge está hablando sobre nuestro proyecto como si fuera suyo.
Sara sintió un nudo en el estómago. Había confiado, aunque fuera mínimamente, en Jorge, y ahora parecía que él estaba detrás del intento de robo.
—Tenemos que actuar rápido dijo Renata con firmeza. No podemos permitir que alguien más se lleve el crédito por nuestro trabajo.
Esa noche, Sara y Renata decidieron reforzar aún más la seguridad de sus archivos. Pasaron horas configurando nuevas contraseñas y sistemas de autenticación. Además, instalaron un software que rastrearía cualquier intento futuro de acceso no autorizado.
Pero Sara no estaba satisfecha. Necesitaba pruebas de que Jorge estaba detrás de todo esto, y decidió enfrentarlo.
Al día siguiente, Sara se dirigió al gimnasio donde sabía que Jorge pasaba la mayor parte de su tiempo. Lo encontró hablando con algunos amigos, luciendo despreocupado como siempre.
—Necesito hablar contigo dijo Sara con un tono firme que sorprendió a Jorge.
Él la miró con una mezcla de curiosidad y molestia.
—Claro, ¿qué pasa?
Sara lo llevó a un rincón apartado y lo enfrentó directamente.
—Sé que intentaste robar nuestro proyecto. ¿Por qué lo hiciste?
Jorge intentó negarlo al principio, pero la determinación en los ojos de Sara lo desarmó. Finalmente, confesó a medias.
—Mira, solo quería echar un vistazo. Tuve una idea parecida hace tiempo y pensé que tal vez podríamos combinar esfuerzos.
Sara no podía creer lo que escuchaba.
—¿"Combinar esfuerzos"? ¿Eso es lo que llamas intentar hackear nuestro sistema y robar nuestra información?
Jorge trató de suavizar la situación.
—Está bien, tal vez me pasé un poco. Pero vamos, Sara, ¿realmente crees que puedes manejar esto sola? Este proyecto necesita a alguien como yo.
Sara sintió cómo la ira reemplazaba cualquier inseguridad que pudiera quedarle.
—No necesitamos a alguien como tú. Renata y yo hemos llegado hasta aquí por nuestro propio esfuerzo, y no vamos a permitir que alguien como tú arruine todo.
Sin esperar respuesta, Sara se dio la vuelta y se marchó, dejando a Jorge detrás.
Esa misma tarde, Sara y Renata informaron a Carlos Montero sobre el incidente. Montero, siempre cuidadoso, sugirió tomar medidas legales para proteger aún más el proyecto. Además, recomendó que presentaran una patente completa lo antes posible, asegurando que nadie más pudiera reclamar la autoría de NeuroLink.
—Esto no es solo un proyecto les dijo Montero. Es su sueño, y tienen que protegerlo con todo lo que tengan.
Sara, por primera vez, sintió que tenía el control de su vida. El intento de robo, en lugar de derrumbarla, le dio una nueva fuerza. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero estaba dispuesta a enfrentarlo con la misma determinación que había mostrado al enfrentarse a Jorge.
Renata, como siempre, la animó con su humor característico.
—Bueno, al menos ahora sabemos que NeuroLink es tan increíble que hasta los idiotas quieren robárnoslo.
Sara rió, agradecida por tener a Renata a su lado.