Sinopsis:
Reon, un joven aventurero, siempre sintió que su vida tenía un propósito mayor. Cuando descubre un amuleto mágico, es transportado a Elaria, un mundo fantástico lleno de misterios y peligros. Acompañado por una poderosa hechicera, un valiente guerrero, y una astuta ladrona, Reon emprende una épica misión para convertirse en el mejor aventurero y proteger a Elaria de una amenaza oscura. Pero en este nuevo mundo, el mayor desafío será descubrir su verdadero poder y enfrentar su destino.
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Capítulo 13: El Santuario de los Fragmentos
La luna llena brillaba en lo alto, bañando el mundo en una luz plateada mientras Reon y Lysandra avanzaban por el sendero hacia el Santuario Central. El aire era fresco y limpio, una agradable tregua después del intenso calor que habían soportado en la prueba del fuego. Aunque el paisaje era sereno, Reon no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Sabía que lo que estaba por venir sería decisivo.
El Santuario Central se encontraba en el corazón del Valle de las Sombras, un lugar que, según las leyendas, solo revelaba su verdadera forma a aquellos que portaban los fragmentos de los cuatro elementos. A medida que se acercaban, el valle parecía cambiar ante sus ojos, revelando colinas onduladas y antiguos árboles cuyas ramas se entrelazaban, formando arcos naturales sobre el camino.
"Este lugar es... diferente," comentó Reon, observando cómo la naturaleza parecía vibrar con una energía única, casi palpable.
Lysandra asintió, con una expresión solemne. "El Valle de las Sombras está lleno de poder antiguo, Reon. Aquí, los elementos se encuentran en equilibrio perfecto. Es el único lugar en el mundo donde el artefacto puede ser restaurado."
Siguieron adelante hasta llegar a un claro donde la vegetación parecía detenerse, cediendo el paso a un círculo de piedras monolíticas que se alzaban hacia el cielo. En el centro de ese círculo, un pedestal de piedra reluciente parecía esperarlos. Su superficie estaba tallada con símbolos arcanos que brillaban con un resplandor suave, casi como si estuvieran vivos.
Reon avanzó con paso firme, sintiendo cómo los fragmentos que llevaba en su bolsa parecían vibrar al acercarse al pedestal. El aire alrededor se volvió denso, cargado de una energía que le erizaba la piel. Sabía que este era el momento por el que había estado luchando: unir los fragmentos y liberar el verdadero poder del artefacto.
"Coloca los fragmentos en el pedestal, Reon," instruyó Lysandra, manteniendo una distancia prudente. "Debes estar preparado para lo que venga. Este santuario no solo es un lugar de poder, sino también de prueba."
Reon asintió y, uno por uno, sacó los fragmentos de su bolsa. El primero era el del aire, que brillaba con un tenue resplandor azul. Lo colocó con cuidado en el primer espacio del pedestal, y al hacerlo, una suave brisa comenzó a soplar, envolviéndolo en un manto de aire fresco. Luego, sacó el fragmento del agua, que relucía como una gota de rocío bajo la luz de la luna. Al colocarlo en su espacio, escuchó el murmullo de un río distante, y el sonido le trajo una paz interior que lo preparó para el siguiente paso.
El tercer fragmento era el de la tierra, sólido y pesado, emanando una energía tranquilizadora. Reon lo colocó en su lugar y sintió una conexión profunda con el suelo bajo sus pies, como si de repente entendiera la fortaleza que había en las raíces ocultas bajo la superficie. Finalmente, llegó el turno del fragmento del fuego, el más vibrante de todos, irradiando calor. Al colocarlo en su espacio, una chispa saltó del pedestal, encendiendo brevemente el aire a su alrededor.
Con los cuatro fragmentos en su lugar, el pedestal comenzó a vibrar suavemente. Los símbolos arcanos que lo cubrían se iluminaron en una danza de colores, y una luz cegadora emergió de su centro. Reon se retiró un paso, protegiéndose los ojos con el brazo, mientras la energía acumulada en el santuario se concentraba en el artefacto que estaba a punto de revelarse.
De la luz, un objeto comenzó a materializarse. Era un amuleto, sencillo en su diseño, pero con un aura de poder que era innegable. Flotaba en el aire sobre el pedestal, rodeado por los fragmentos que ahora giraban en torno a él, como planetas alrededor de un sol.
"El Amuleto de los Cuatro Elementos," susurró Lysandra, con una reverencia que Reon no había visto antes en ella. "Este es el corazón de tu misión, Reon. Con este amuleto, puedes canalizar el poder de los elementos, pero también conlleva una gran responsabilidad."
Reon sintió el peso de esas palabras mientras extendía la mano hacia el amuleto. Al tomarlo, una corriente de energía recorrió su cuerpo, conectándolo con cada uno de los elementos en una sinfonía de sensaciones: la ligereza del aire, la fluidez del agua, la firmeza de la tierra y el calor del fuego. Era como si cada uno de esos elementos viviera dentro de él, dándole una comprensión más profunda de la naturaleza misma.
Sin embargo, justo cuando Reon se sentía más en sintonía con el amuleto, una sombra se extendió por el valle. El cielo, que había estado despejado y brillante, se oscureció repentinamente, y un frío inusual comenzó a filtrarse en el ambiente. Lysandra, quien hasta entonces había observado con calma, dio un paso adelante con una expresión de alarma en su rostro.
"Algo está mal," dijo, su voz temblando ligeramente. "Este no es el equilibrio que debería traer el amuleto. Hay una fuerza oscura que intenta corromper su poder."
Reon apretó el amuleto con fuerza, sintiendo cómo su energía comenzaba a desestabilizarse. Las luces que antes giraban en armonía alrededor del artefacto se volvieron caóticas, como si una fuerza invisible las estuviera manipulando. Una ráfaga de viento helado barrió el claro, apagando el resplandor de las piedras monolíticas.
"Debemos actuar rápido," exclamó Lysandra, sacando un cristal que brillaba con un tono pálido desde su túnica. "Reon, el amuleto está atrayendo algo que no debería estar aquí. Si no lo controlamos, podría desencadenar un desastre."
Antes de que pudiera preguntar qué debían hacer, un sonido retumbante emergió del suelo bajo ellos, y una grieta comenzó a abrirse en el centro del círculo de piedras. De la grieta emanaba una oscuridad que parecía absorber la luz a su alrededor, una presencia malévola que se manifestaba en la forma de una sombra densa y pulsante.
Reon sintió un escalofrío recorrer su columna mientras la sombra tomaba forma, convirtiéndose en una figura humanoide con ojos rojos brillantes que lo observaban con una intensidad aterradora. La criatura habló con una voz que parecía provenir de lo más profundo de la tierra, llena de odio y resentimiento.
"Así que tú eres el portador del amuleto," siseó la sombra, con un tono gélido. "Has traído los fragmentos, y ahora su poder será mío."
Antes de que Reon pudiera reaccionar, la sombra se lanzó hacia él, su cuerpo deformándose y alargándose como tentáculos de oscuridad. Reon alzó el amuleto instintivamente, tratando de canalizar el poder de los elementos para protegerse, pero la energía del amuleto estaba inestable, como si la sombra la estuviera corrompiendo desde dentro.
Lysandra, viendo la situación crítica, comenzó a recitar un conjuro en un idioma antiguo, su voz resonando en el aire mientras el cristal en su mano brillaba con una luz intensa. Al hacerlo, una barrera de energía surgió alrededor de Reon, bloqueando momentáneamente el ataque de la sombra.
"¡Reon, tienes que concentrarte!" gritó Lysandra, su voz cargada de urgencia. "El amuleto aún responde a ti. Debes estabilizar su poder antes de que sea demasiado tarde."
Reon respiró profundamente, cerrando los ojos y tratando de ignorar la sensación de frío que se extendía desde la sombra. Sabía que el amuleto era la clave, pero su poder estaba dividido, fragmentado. Debía unir los elementos dentro de él, armonizarlos de la misma manera que lo había hecho durante las pruebas.
Imaginó el aire, el agua, la tierra y el fuego, cada uno con sus cualidades únicas, y comenzó a guiarlos hacia un centro común dentro de su mente. Lentamente, sintió cómo las energías caóticas del amuleto comenzaban a calmarse, uniéndose en una única fuerza cohesiva.
La sombra, sintiendo que estaba perdiendo su control, lanzó un grito agudo y se abalanzó sobre la barrera de Lysandra, tratando de romperla. Pero justo en ese momento, Reon abrió los ojos, y una explosión de luz emanó del amuleto, dispersando la oscuridad con una fuerza arrolladora.
La sombra gritó, su forma comenzando a desintegrarse bajo la intensa luz. "No puedes... destruirme..." susurró con un odio profundo mientras su cuerpo se disolvía en el aire.
Cuando la luz finalmente se disipó, el valle volvió a quedar en silencio. La grieta en el suelo se había cerrado, y el aire frío había desaparecido. Reon se quedó de pie, respirando pesadamente, con el amuleto aún brillando suavemente en su mano.
Lysandra se acercó a él con una sonrisa tranquila, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y alivio. "Lo has hecho bien, Reon," dijo suavemente. "Has controlado el poder del amuleto y enfrentado la oscuridad que intentó corromperlo. Pero esto es solo el principio. El amuleto es tanto una bendición como una carga, y su verdadero potencial aún está por descubrirse."
Reon asintió, sintiendo el peso de las palabras de Lysandra. Sabía que lo que acababa de enfrentar era solo una prueba más en su camino, y que muchas más vendrían. Pero también sentía una nueva confianza, una certeza de que, con el amuleto a su lado, tenía el poder necesario para superar cualquier obstáculo.
"Entonces, ¿qué sigue?" preguntó Reon, guardando el amuleto con cuidado.
Lysandra miró hacia el horizonte, donde el primer destello del amanecer comenzaba a teñir el cielo de tonos rosados y dorados. "El camino hacia la verdad siempre está lleno de desafíos, pero ahora tienes la fuerza para enfrentarlos. Debemos prepararnos, porque lo que viene será aún más difícil. Pero sé que, juntos, podemos hacerlo."
Reon sonrió, sintiendo una nueva determinación de crecer en su interior. Estaba listo para lo que viniera, listo para continuar su viaje en Elaria y descubrir los misterios que aún quedaban por revelar. Con Lysandra a su lado y el amuleto en su poder, sabía que no estaba solo en esta aventura. Y eso le daba el coraje para seguir adelante.