Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
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Un protector para Violeta.
Violeta se fue a sentar a una plaza abandonada y se quedó un buen rato llorando hasta que ya no tuvo lágrimas.
Un hombre mayor, de aproximadamente unos 45 años la vio llorar y se acercó a ella.
¿Qué te pasa niña, te puedo ayudar en algo?, dijo el hombre muy amable.
Violeta levantó la cara y vio a ese hombre, aunque no era guapo, era un poco atractivo, tenía buen porte y se veía que estaba forrado en dinero.
No me pasa nada, gracias.
¿Y lloras por nada, entonces?
Déjeme en paz, por favor, no tengo ganas de hablar con nadie, este problema es mío y punto.
Perdón, no quiero molestarte, pero puedes contar conmigo para lo que sea, te escucharé.
Fue entonces cuando Violeta no aguantó más y abrazó a ese hombre llorando a mares en su hombro.
Eso, muy bien, llora niña, llora hasta que te desahogues completamente y, después me pláticas tu historia.
El hombre logró calmar a Violeta, y entonces, Violeta le contó toda su historia.
Vaya sí que has sufrido bastante, mira, yo soy viudo perdí a mi esposa hace algunos años.
Te ofrezco techo, comida y todo lo que necesites a cambio de amor, no es necesario que me ames, simplemente, que me cumplas como mujer. Al fin y al cabo ya no tienes nada que perder, estás sola, ¿a dónde más podrías ir?
Violeta vio los pros y los contra, ella estaba luchando muy duro para tener todo lo que necesitaba. Además, ya estaba perdida, ¿qué más podría esperar de la vida?, ¿acaso un hombre se iba a fijar en ella aún a sabiendas de la vida que llevaba?
Ese hombre sería su protector, además, tendría todo lo necesario para vivir bien, joyas, dinero, ropa cara y fina...
Está bien, acepto irme con usted. Pero, ¿qué va a pasar con mi universidad?
Mira, niña, no es necesario que salgas a estudiar. Yo te puedo pagar una maestra para que te enseñe en la casa. Según lo que quieras estudiar. Y si ya decidiste irte conmigo, pues entonces, vámonos; ahí terminarás de crecer a mi lado. Y a todo esto, ¿cómo te llamas?, Yo me llamo Pablo Juárez.
Me llamo Violeta Cruz García.
Pues entonces, vámonos. No te preocupes por todo lo que dejaste no necesitarás nada de eso, yo te proveeré de todo lo necesario.
Pablo la llevó a su casa que en realidad no era una casa, era una mansión, los criados pululaban de un lado a otro en sus respectivas labores.
Pablo reunió a todos los criados en la sala de estar.
Les presento a Violeta, desde hoy en adelante ella será la señora de esta casa y ustedes tendrán que obedecerla en todo lo que les diga. Y otra cosa les pido que la respeten como si fuera yo mismo, ¿estamos?
Sí, señor, dijeron casi al unísono los criados, que eran cinco.
Bueno, retírense a sus labores. Rosa, arréglame por favor el cuarto principal, ahí viviremos la señora y yo. (Ese cuarto principal era donde vivía con su esposa, al morir esta se cambió a otro cuarto y jamás se volvió a meter a ese cuarto, pero ahora era distinto porque ya tenía con quién compartirlo).
Eso no quería decir que Pablo no hubiera estado con otras mujeres, pero nunca en su casa, las veía en otros lados.
Violeta sería algo así como su compañera de cama. En su mente no estaba casarse con ella algún día.
En cuanto estuvo lista la recámara Pablo la llevó ahí.
Mira, esta será nuestra recámara, aquí dormiremos los dos, ¿te gusta?
Es muy linda y acogedora, gracias. Sí me gusta.
Mañana mismo iremos a comprarte todo lo que necesites para tu estancia aquí, te aseguro que serás feliz. Por lo pronto, en el clóset hay ropa de mi antigua esposa, toda está casi nueva, puedes usar lo que te guste.
La cocinera llamó a su puerta.
Pablo abrió, ¿qué sucede María?
La comida ya está lista, señor.
Gracias, enseguida bajamos.
Poco después, en el comedor.
Violeta comía con mucha avidez, se veía que tenía un hambre atroz.
Tranquila, mi amor, la comida no se va a ir de ahí.
Violeta no dijo nada solamente lo vio y siguió comiendo.
Pablo pensó que Violeta lucía muy bien los vestidos de su antigua esposa. Es más, hasta llegó a pensar que se le veían mucho mejor a ella.
Por la lencería no te preocupes, mi amor. Por el momento no la vas a necesitar, de todos modos no vas a salir de esta casa hasta que te compre lo que necesitas de ropa interior. Puedes sentirte libre en esta casa nadie se atreverá a mirarte siquiera, a menos que tú se lo permitas. Hasta puedes andar desnuda sin ningún problema.
Gracias, Pablo, pero no es necesario. Por lo pronto, me quedaré con la que ya tengo puesta.
Está bien como quieras, siéntete libre en esta casa de hacer lo que tú quieras, de ahora en adelante tú eres la que mandas, ¿ok?
Esa misma noche, Pablo tomó a esa chica que no tenía a dónde ir. Violeta, acostumbrada a todo tipo de hombres hizo todo lo que Pablo le pedía. Ya no le quedaba más remedio, tenía que salir adelante a costa de lo que fuera, no le importaba perder su dignidad. Al fin y al cabo ya lo había perdido todo en esa casa.
Pablo la poseyó hasta que estuvo completamente saciado.
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Violeta había escogido la carrera de derecho, que es lo que le gustaba mucho.
Pablo había encontrado a la maestra ideal para que la instruyera en todo lo que ella necesitaba.
Aunque ya no necesitaba estudiar porque Pablo la llenaba de tantas cosas que ni ella misma sabía cuándo las podría usar.
Pero al menos era el único sentimiento noble que le quedaba a Violeta, estudiar una carrera.
Faltaba poco para que ella cumpliera los 18 años, Pablo le estaba organizando una gran fiesta. Además, le tenía una sorpresa preparada.
En la fiesta de cumpleaños que se celebró varios días después, Pablo le llevó una carpeta que le entregó como regalo principal de cumpleaños.
Violeta quiero decirte que te doy las gracias por haberme dado lo que me faltaba en la vida, una una ilusión para vivir. Te tengo este que es el primer regalo que te voy a dar en esta noche quiero que lo leas detenidamente.
Estaba sorprendida por la fiesta en sí, jamás imaginó que tendría una fiesta. En su vida nadie le había preparado ninguna fiesta.
Así que, emocionada, agarró la carpeta que le dio Pablo y la abrió. Empezó a leer, su cara denotó una gran sorpresa a leer cada línea.
Entonces, ¿están detenidos todos ellos?, Violeta no sabía ni qué pensar.
Sí, pequeña, están detenidos, la casa fue cerrada, tanto Jairo como Patricia y las demás chicas que trabajaban ahí están detenidas, solamente lograron salvarse las que tenían allí a la fuerza; las ubicaron en diferentes casas a cada una de ellas.
Y ahora, ven conmigo, falta lo mejor de esto.
Pablo la llevó por el pasillo a un salón que tenía la casa, todo estaba perfectamente adornado acorde a la edad de ella, y en cuanto entraron una banda de música empezó a tocar.
Al fondo había una gran mesa para los regalos y estaba llena hasta el tope.
Por alguna extraña razón José Luis estaba en dicha fiesta.
Aunque él no contaba con una posición privilegiada, fue invitado.
Pablo supo que ese hombre amaba a Violeta, y aunque no quería que su hermosa Violeta se fuera de su casa le daría la oportunidad de elegir a ese hombre.
La fiesta se celebró de lo más ameno, Violeta reía feliz como una niña a la que le habían robado su infancia.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?