Volverá... y los que la hicieron sufrir lloraran
Estoy corrigiendo los errores de los capítulos de a poco. Si encuentran algún fallo, me avisan, por favor. Gracias por la paciencia.
Te invito a pasar por mi perfil y leer mis otros escritos. Esos ya están terminados.
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11 - EL DIRECTOR DE MANTENIMIENTO
El Director de Mantenimiento era un hombre grande. Ya estaba próximo a la jubilación, por eso creía haber visto todo en la vida. Pero se dio cuenta de que estaba equivocado cuando vio llegar al auxiliar de Presidente de la empresa con la chica hasta su despacho.
- Buenos días, Señor Vázquez.
- Buenos días, Señor Ordóñez. ¿Qué lo trae por aquí?
El asistente señaló a la mujer parada a su lado y contestó:
- Órdenes de Jefe. La Señorita Giménez pasará a formar arte de su staff a partir de este momento.
Las palabras de Guillermo estaban pensadas maliciosamente para causar una mala impresión en el anciano. Conocía el carácter machista de la mayoría de las personas de su edad y la mala predisposición del personal más antiguo hacia los nuevos. Máxime si estos entraban por la puerta de atrás.
El anciano se quedó mirando a la chica fijamente. Delgada como un palo, con unos brazos como ramitas. ¿Qué podría hacer en el sector mantenimiento?
- No entiendo… ¿Se la va a asignar a la limpieza? ¿Será mi secretaria, tal vez?
Katrina observaba la interacción divertida. No era estúpida y había captado el sentido exacto de las palabras del auxiliar. Decidió no decir nada y ver como se seguía desarrollando el drama.
- No, señor Ordóñez. La señorita ha sido contratada como conserje.
El anciano largó una estruendosa carcajada.
- ¿Está de broma? ¿Conserje? ¿Con ese físico?
- Ya le dije: son órdenes del jefe.
Con eso se dio vuelta y abrió la puerta del despacho para retirarse. Pero no desaprovechó la oportunidad de arrojar su último dardo de veneno.
- Recuerde: son órdenes del Jefe. Así que debería fijarse bien adónde la acomoda.
Dicho esto se retiró sonriendo con malicia. Estaba seguro de que al hombre mayor le caería mal la muchacha y le haría a vida a cuadritos.
Al cerrarse la puerta quedaron solos. Un incómodo silencio se instaló entre ambos por un momento. El hombre miraba a la mujer como evaluándola. Esta le devolvía la mirada impasible.
- Así que recomendada del Gran Jefe…
Katrina sonrió a su superior y respondió:
- No se si tanto como “recomendada”. Digamos que él me dio la oportunidad, nada más. Ahora debiera ser yo la que mantenga el puesto.
- ¿Es así realmente?
Katrina resopló divertida.
- Sé lo que está pensando. Pero nada más lejos de la realidad. Imagínese que si el Jefe tuviera algún interés en mí no me mandaría a maestranza. Me pondría como secretaria para que estuviera cerca de él. ¿No le parece?
- Lo que decís parece razonable.
- Yo le voy a contar cómo sucedieron las cosas y usted saque sus propias conclusiones. ¿De acuerdo?
- A ver: ¿Qué tenés para contarme?
La chica se rio mentalmente. Había logrado que la curiosidad pique al hombre y, con eso, había ganado la mitad de la batalla.
- Yo le hice un favor al Señor Gómez y él me lo retribuyó dándome un empleo. Fin de la historia.
- ¿Y por qué te envió a mantenimiento?
- Yo elegí este sector. Me gusta mucho reparar cosas.
- Ah. ¿Sí? ¿Y sabés algo de eso?
¡Claro! Mire: le propongo una cosa: Pruébeme un tiempo. Si después de eso ve que no sirvo, vamos los dos a hablar con el Gran Jefe y le pedimos que me cambie de sector. ¿Le parece?
El encargado dudó un momento. Le había caído mal la chica por las palabras del auxiliar de Eduardo. Trabajaba en esta empresa desde sus comienzos y tenía un gran sentido de pertenencia a ella. Por eso no le gustaba la gente que entraba por la puerta trasera, sin méritos. Pero ahora, la propuesta de esta mujer le parecía razonable. Si no le convencía su rendimiento laboral, podría deshacerse de ella con facilidad.
- Es una idea buena. Pero tengo miedo de que no cumplas con tu palabra y que no te pueda sacar de encima aunque seas una inútil.
Katrina se rio con ganas. Le gustaba la frontalidad de este viejito gruñón.
- ¿Quiere que se lo firme? No hay problema con eso.
El hombre decidió que no sería necesario. De todos modos no serviría de nada si el jefe realmente la estaba apañando.
- No hace falta eso. Pero te aviso que no voy a ser suave con vos solo porque seas amiga del Jefe.
La chica sonrió nuevamente. Cada vez le caía mejor el viejito.
- Es un trato, entonces.
Extendió la mano para estrecharla con su superior y así cerrar el acuerdo. Este hizo lo mismo y, de esta manera, se dio por terminado el asunto.
El resto de la jornada la pasaron recorriendo las instalaciones. El encargado quería mostrarle a la chica el alcance de sus obligaciones y las cosas a las que tendría que prestar atención. También pasaron por el sector de Insumos para obtener el uniforme y una caja de herramientas para ella.
- Las cosas estarán listas en dos días. Mientras no tengas los elementos de seguridad no podés empezar a trabajar. Así que estos dos días vas a seguirme y, de paso, voy a ver tus habilidades. Empieza tu evaluación desde ya.
- ¡Genial! De paso, seguro que aprenderé uno o dos trucos de la profesión si lo sigo.
Katrina se sobó las manos, emocionada. El anciano no pudo evitar reírse del gesto.
- ¿Vos pensás que te voy a aflojar mis secretos así como así? ¡Ni lo sueñes!
- No hará falta que me los diga. Voy a prestar mucha atención a todo lo que hace. de esa manera aprenderé.
Ambos rieron a las carcajadas.
Casualmente, pasaba Guillermo por el lugar y escuchó as risas. ¡No podía creer que la mendiga se haya ganado al viejo! No importaba. Ya encontraría la forma de sacársela de encima al Jefe.
Continuó su camino exasperado con la situación.
Ajenos a este suceso, los compañeros de trabajo tomaban una pausa al tiempo que conversaban animadamente.
- Decime, vos: ¿De dónde sos?
La mujer cebó un mate y se lo alcanzó a su superior.
- De acá nomás, de Capital.
- ¡Ah! ¡Mirá vos! ¿De qué barrio?
- Nací en Moreno.
- ¿Vivís ahí ahora? Está lejos de acá. Creo que son dos o tres combinaciones.
- No. Vivo cerca. Estoy cuidando un departamento por un tiempito cerca de la empresa.
- ¡Qué bueno! La pegaste, entonces. Te queda cerca el laburo.
- Sí. La verdad es que en los últimos días mi suerte mejoró un poco.
- ¿Y tu familia?
La chica le arrojó al anciano una sonrisa neutra. No quería seguir respondiendo, pero no quería ofenderlo.
- No tengo. Estoy sola.
El hombre se dio cuenta de que había tocado un tema sensible y cambió la dirección de la conversación.
- Yo vengo de Entre Ríos. De Gualeguaychú.
Katrina, agradecida por el cambio, siguió la conversación con entusiasmo.
- ¿De Gualeguaychú? ¿No es ahí donde se hace el Carnaval?
-¡Sí! ¿Estuviste alguna vez?
- ¡No! Nunca salí de la ciudad. Pero vi videos. Parece divertido.
- ¡Sí que lo es! Tenés que ir algún día.
Así siguieron conversando, entre mates, un rato más antes de retomar sus obligaciones.