Romina una mujer que se enfrenta a un cambio en su vida después de un accidente que la deja postrada en una sillas de ruedas busca venganza del culpable que le arrebató todo llegando a los límites para recuperar lo que un día le perteneció sin medir consecuencias.
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Nuestra primera noche juntos.
Romina estaba furiosa por su arrogancia, encima esa mirada que le daba la estaba poniendo peor.
Comenzó a forcejear para quitarse el vestido sin prestarle más atención.
- Déjame que te ayude.
- No me toques. Crees que soy una pobre mujer inútil que depende de alguien más para poder hacer algo verdad... Pues déjame decirte que yo no necesito nada de nadie.
_ Solo quería ayudar Romina, también quería disculparme por esos malos comentarios.
- ¿Fuiste tú quien lo dijo?
- No.
- Entonces no te disculpes por los demás. Me voy a bañar.
- Te estaré esperando aquí. (Lautaro le regala una sutil sonrisa pícara) No estarás pensando en escapar desde la primera noche o si querida.
- Que quieres decir exactamente Lautaro.
- Que está boda fue tu idea y que yo espero que cumplas con tus obligaciones como mi mujer.
- Ja Ja Ja Que bueno que lo mencionas porque espero que al menos me sirvas como hombre en la cama, ya que pague demasiado dinero para que solo seas un esposo de mentiras.
Esas palabras le destrozaron el ego. Lo pude notar en su mirada confundida con una mezcla de odio. Sabía que le estaba dando en un punto sensible y eso me gustaba demasiado.
- No se a lo que quieres jugar, pero luego no te quejes.
- Ya me dejaste en sillas de ruedas, que más puedes hacer. No lo olvides Lautaro Andreani te vendiste a mí cuál prostituta así que será mejor que me complazcas como se debe.
Luego de terminar de pisotear su patético ego de hombre me desplace al baño en donde corte ese maldito vestido en pedazos para poder meterme a la tina y darme un largo y merecido baño.
Aunque esperaba que al salir Lautaro ya no se encontrará en la habitación. Estaba rogando para que se sintiera tan mal por mis humillaciones como para abandonarme en nuestra primera noche.
Maldición si todavía no se va no me quedará de otra que acostarme con ese desgraciado. No le dejaré ver que me afecta el hecho de compartir nuestros cuerpos.
Luego de meditarlo mucho Romina por fin sale del cuarto de baño y para su mala suerte estaba Lautaro sentado en la cama solo en una bata.
- Por poco y pensé en entrar a checar que no te estuvieras ahogando.
En este punto ninguno de los dos quería ceder, su orgullo era mucho más grande que su racionabilidad y propios deseos.
Romina pasa por su lado y acaricia su pierna con delicadeza.
- ¿Vamos a la cama?
Lautaro se para enfrente de ella y la levanta en el aire robándole un ligero suspiro, la deja con delicadeza sobre la cama y se acerca a sus labios peligrosamente.
Pero en el último momento se detiene y baja a su cuello besándolo lentamente. Deslizando su mano por debajo de su camisón acariciando sus piernas.
Sus besos también comienzan a bajar llegando a sus pechos que ya se encontraban erectos.
Sin pensarlo dos veces baja la parte superior dejando sus senos expuestos para su disfrute.
- Dijiste que debía de demostrar que valía la pena cada centavo que pagaste por mí. Ahora verás que compraste un marido de lujo.
Sin decir más la lengua áspera de Lautaro comienza a jugar con sus pechos, lamiendolos y chupandolos. Romina intentaba con todas sus fuerzas ahogar esos gemidos que pedían salir a gritos de su garganta.
De un solo jalón la deja completamente desnuda y comienza a besar su abdomen llegando a su parte íntima en donde se pierde por completo.
Coloca cada pierna de ella a sus costados para poder entrar mejor en ella.
Romina se asombra al ver como se quita la bata dejando libre su erección frente a sus ojos. Abre el paquete del preservativo y sin más la penetra con fuerza.
- Ja Ja Ja ¿Acaso pensaste que era una virgen? Querías hacerme daño, pero el truco te salió mal esposo mío.
Lautaro muerde sus labios para no perder la poca compostura que le quedaba y comienza a moverse de manera brusca.
Cada estocada que daba era posesiva y sin consideración intentando hacerla gritar de placer.
Quería que Romina gritara su nombre entre gemidos, pero ella se mantenía en calma.
Esos labios pedían ser besados con desesperación aun así no estaba dispuesto a caer en su juego.
De un solo movimiento la dejo boca abajo y volvió a embestirla con más profundidad escuchando por fin ese tan deseado gemido que ya no pudo contener.
- MMM
Eso fue suficiente para perder la poca compostura que guardaba.
- Esta noche no te dejaré ir esposa mia así que prepárate para disfrutar de mi servicio Premium.
Romina no podía evitar perderse en todo el placer que estaba sintiendo. Aunque brusco y sin consideración la sensación era demasiado buena como para reprimir sus instintos más profundos.
- Sii. Así me gusta.
- Claro que te gusta. Lautaro comienza a dejar besos por su espalda mientras juega con sus pechos haciéndola gritar más.
Fueron largas horas llenas de lujuria que juntos vivieron. No fue hasta la llamada de la sirvienta al día siguiente que recién reaccionaron del tiempo y su paso que nunca se detuvo.