Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
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Capítulo 24 Intrigas
Las semanas habían pasado, y el taller de escritura creativa se había convertido en uno de los pocos momentos de auténtica distracción y satisfacción para Sophie. En el aula iluminada por la luz tenue de una tarde de otoño, los alumnos estaban sentados en círculos, algunos revisando sus escritos mientras otros intercambiaban ideas en voz baja. Sophie, inmersa en un cuaderno donde había comenzado a trazar algunas líneas de su nueva historia, apenas notó cuando la nueva maestra, Jessica Hertley, se le acercó con una sonrisa discreta.
—Sophie, ¿tienes un momento? —preguntó Jessica, inclinándose ligeramente hacia ella con un tono de voz suave pero insistente.
Sophie levantó la vista, sorprendida, y asintió, sonriendo un poco. Jessica siempre había tenido un aire misterioso, pero al mismo tiempo, había logrado que la clase se sintiera especial desde que ella había tomado el cargo.
—Claro, Jess. —Le respondió, usando el nombre informal que ella había insistido en que usaran. Jess se sentó a su lado, cruzando las piernas elegantemente y manteniendo una expresión de interés genuino.
—He notado tu talento —dijo Jessica con una mirada evaluadora—. Tienes una sensibilidad especial para los detalles y el diálogo. Hay algo en tus palabras que me hace pensar que tienes mucho por decir, y me preguntaba… ¿qué tipo de historias te gustaría escribir?
Sophie sintió un destello de emoción; a pesar de que Jessica era en cierta forma una extraña, sus palabras eran justamente lo que necesitaba escuchar. Cerró su cuaderno, mirando a Jess con un entusiasmo renovado.
—Me encantaría escribir algo que mezcle lo real con lo fantástico —explicó Sophie—. Algo que hable de lo difícil que es encontrar el propio lugar en el mundo, y de la fuerza que uno tiene dentro para luchar.
Jessica asintió, escuchando atentamente, y añadió con una sonrisa:
—Eso suena fascinante, Sophie. ¿Sabes? A veces nuestras mejores historias se inspiran en nuestra propia vida, en las relaciones que tenemos… —hizo una pausa, observando la reacción de Sophie—. Por ejemplo, he visto que tienes un vínculo interesante con tu madre. ¿Crees que esa relación inspira en algo tus historias?
Sophie dudó un segundo antes de responder, pero la naturalidad de Jessica la hacía sentir segura, como si realmente quisiera escucharla.
—Bueno… —comenzó, jugando nerviosa con su lápiz—. Mi mamá es… complicada. Ella siempre intenta ser fuerte para nosotros, y aunque ha hecho todo lo posible, a veces siento que se aleja. —Sophie hizo una pausa, sus pensamientos visiblemente desordenados—. Supongo que siempre estoy buscando la forma de entenderla a través de mis historias.
Jessica asintió lentamente, como si comprendiera perfectamente. Su voz se suavizó aún más, y colocó una mano de forma casual en el hombro de Sophie.
—Debe ser difícil para ti, especialmente si ella está tan ocupada. ¿Y tu papá? —preguntó, su tono dejando ver una mezcla de curiosidad y empatía calculada—. Me imagino que él debe estar muy presente, apoyándote.
Sophie frunció ligeramente el ceño, mordiéndose el labio antes de responder.
—Bueno, mis padres… están separados. No es que mi papá no esté presente, pero… no es lo mismo. Él siempre intenta ayudarnos, pero… —hizo una pausa, evitando la mirada directa de Jessica—. Supongo que a veces siento que estoy entre los dos.
Jessica captó cada matiz en la voz de Sophie y asintió lentamente, dejando que la pausa tomara peso en el ambiente. Sus ojos chispearon de interés, y con una sonrisa comprensiva, volvió a inclinarse hacia ella.
—Debe ser complicado, querida. Y… ¿crees que tu mamá y él aún tienen una buena relación?
Sophie miró hacia otro lado, incómoda, como si la pregunta le recordara algo que había intentado evitar. Tomó aire y respondió con voz baja:
—Intentan llevarse bien por nosotros, pero… no siempre es fácil. A veces, mamá es muy reservada y parece tener su propia forma de manejarlo todo, y eso incluye a papá. No siempre lo entiendo.
Jessica asintió, captando cada detalle con una precisión calculada. Su mano se apretó un poco más en el hombro de Sophie.
—Eres muy madura, Sophie. No muchos chicos de tu edad son capaces de entender lo complicado que es ser adulto. Seguro que tu mamá se siente muy orgullosa de ti. —Le sonrió, y Sophie sintió una pequeña conexión con ella, una calidez inesperada.
Jessica continuó, casi en un susurro:
—Y estoy aquí para ti. Si alguna vez necesitas hablar… de tus ideas o incluso de lo que ocurre en casa, puedes confiar en mí.
Sophie sonrió levemente, sorprendida por la simpatía y apoyo que Jessica le estaba mostrando. Sentía que había encontrado a alguien que la comprendía, aunque no estaba segura de por qué esa conexión le resultaba tan repentina.
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Mientras tanto, en la imponente oficina del congresista Fairfax, Hartford esperaba a Turner, uno de los secuestradores que había fallado en el intento de capturar a Alice en el estacionamiento del hospital. Turner se acercó al escritorio, los hombros tensos y el rostro endurecido, una expresión que dejaba ver la incomodidad de estar allí.
Hartford lo miró con una mezcla de impaciencia y desdén, cruzando los brazos y examinando cada movimiento nervioso de Turner.
—Escucha bien, Turner —le dijo, con una frialdad calculada en su voz—. Necesito que mantengas la compostura y sigas mis instrucciones al pie de la letra. Nada de improvisaciones. ¿Entendido?
Turner asintió, mordiéndose la lengua, intentando ocultar su resentimiento. Los últimos encuentros no habían salido como él y su equipo esperaban, y la reprimenda de Hartford no hacía más que añadir tensión a una situación ya de por sí peligrosa.
—Sí, lo entiendo, señor. —respondió Turner, con una voz que intentaba sonar controlada.
Hartford lo miró con escepticismo, acercándose hasta que solo un par de pasos los separaban. Con un gesto brusco, enderezó el cuello de Turner, ajustando su apariencia para que proyectara una imagen de profesionalismo que Hartford esperaba.
—Escucha —continuó en un tono casi susurrante—, esta vez no hay margen de error. Te estoy presentando como guardaespaldas, y te aseguro que si vuelves a fallar, no habrá segundas oportunidades. El congresista no es alguien con quien se pueda jugar.
Turner asintió, tragando saliva mientras se acomodaba. Sabía perfectamente lo que implicaban esas palabras. Hartford retrocedió, observando su obra, y con una sonrisa aprobatoria, asintió.
—Bien. Vamos a conocer al congresista.
Se dirigieron al despacho principal, donde el congresista Fairfax estaba revisando algunos documentos importantes. Hartford llamó a la puerta y luego hizo una señal a Turner para que entrara junto a él. Cuando el congresista alzó la vista, Hartford esbozó una sonrisa de cortesía, mostrando a Turner con un gesto.
—Congresista, le presento a Turner. Considero que sería una excelente elección para reforzar su seguridad personal.
El congresista examinó a Turner de arriba abajo, con ojos calculadores y fríos, como si tratara de ver más allá de la fachada que Hartford había pulido.
—Turner, ¿verdad? —preguntó el congresista, sin expresar aún su aprobación—. Hartford me habla bien de ti, pero espero ver resultados inmediatos. Mi seguridad y la de mi familia es primordial, y no me conformaré con menos que la excelencia.
Turner inclinó ligeramente la cabeza, asumiendo la postura de alguien profesional y seguro de sí mismo.
—Puede contar conmigo, congresista. Haré todo lo necesario para asegurar su bienestar.
El congresista mantuvo la mirada fija en Turner por unos segundos antes de asentir lentamente. Se volvió hacia Hartford y le dio una leve señal de aprobación.
—Confío en su juicio, Hartford —dijo finalmente, con un tono de voz que dejó clara la expectativa de que todo funcionara sin problemas—. Y Turner, espero que se gane mi confianza en cada detalle de su labor.
Turner asintió, sabiendo que su oportunidad pendía de un hilo. Mientras el congresista volvía a sus documentos, Hartford lanzó una mirada de advertencia a Turner antes de abandonar la oficina juntos. El mensaje era claro: cualquier fallo sería su última oportunidad.
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De regreso en el taller de escritura, Jessica continuaba hablando con Sophie, observando cada expresión, cada respuesta sutil de la joven. Estaba satisfecha de lo mucho que había logrado sacar de Sophie en tan poco tiempo, y en su mente ya comenzaban a tomar forma algunos planes.
—Entonces, Sophie, cuando estés lista para compartir más de tus escritos, me encantaría leerlos —le dijo Jessica, dándole una palmadita en el hombro—. Las historias personales son siempre las más fuertes. Nunca subestimes el poder de lo que tienes dentro para inspirarte.
Por otra parte está Aristóteles....wao, todo en él grita "soy Griego", hasta el nombre
sugiero que coloques imágenes de tus personajes. gracias, ánimo