Me Casé Con El Duque Cruel

El duque había ido a dar una vuelta por la casa, y cuando regresó quiso hablar conmigo, seguramente ya sabía lo que hice anteriormente, pero no me importaba mucho. Él estaba serio como siempre, incluso parecía no saber cómo iniciar la charla.

—Emilia…

—¿Qué sucede? —Ambos estábamos sentados en la cama, aunque él mantenía la distancia. Sus ojos violetas se centraron en mí, me observó varios segundos antes de volver a hablar.

—¿Por qué le quemaste el rostro a esa sirvienta? —Ah, era eso como lo pensaba. Solté un suspiro algo aburrida, no quería darle una explicación seriamente. Pero de la nada me calmé, era como tener a dos almas compartiendo un cuerpo, era extraño ese sentimiento. No sabría cómo explicarlo pero últimamente me sentía con dos personalidades completamente distintas.

—Ella no me tuvo respeto.

Él sostuvo mi mano haciendo que sintiera una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Miré nuestras manos juntas con interés, de la nada sentí una gran plenitud, era como si por arte de magia no me hiciera falta nada en ese momento, ¿qué estaba sucediéndome?

—Entiendo, pero debes recordar que eres la duquesa ahora, si se escucha sobre esto llevaría a muchos chismes en la sociedad.

La verdad él tenía razón en eso, simplemente debería contratar a alguien para hacer el trabajo sucio, era muy buena idea.

—¿Por qué estás sonriendo de esa manera?

El duque interrumpió mis pensamientos tocando mi rostro suavemente, sus manos estaban frías. Luego paseé mi vista por su atuendo, vestía más casual, seguramente porque no estaba trabajando en su escritorio, ¿qué tanto hacía en esa oficina?

—Nada, solamente tuve una idea divertida.

—¿Quieres ir conmigo a la biblioteca de la capital? Necesito recoger unos documentos importantes allí. —Asentí en respuesta. —Como estás interesada en el diseño de prendas deberías visitar algunas tiendas, así tendrías una idea de lo que quieres realizar.

—Oh, suena interesante. ¿Conoces algún fabricante, no?

De esa manera hablamos casi todo el día, me pareció increíble la manera en como fluía la conversación, simplemente con tranquilidad y eso se sintió agradable.

Al día siguiente, temprano en la mañana el duque y yo partimos a la biblioteca de la capital, Targen. Ese día había más comercio de esclavos que los anteriores días y me tocó observar varias razas inferiores siendo sometidas.

—¿Aquí existe la magia? —El duque levantó la vista observándome, en sus manos estaba el periódico del día. Se acomodó mejor en su asiento y luego contestó.

—¿Tu maestra no te habló de eso? —Negué con la cabeza, él dejó salir un suspiro. —La magia es principalmente para los nobles, para obtener ese poder debes tener muchas influencias o conocidos que puedan ayudarte.

Él dejó el periódico a un lado, extendió su mano hacia arriba e hizo una demostración. Desde su palma apareció una luz azul que rápidamente se convirtió en un cristal del mismo color, la cual quedó suspendida a centímetros por encima de la mano.

Miré con fascinación el cristal, era tan perfecto que podía ver mi reflejo en el.

—Quiero aprender magia — su mirada se volvió más fría de lo normal y deshizo el cristal en fragmentos tan pequeños como el polvo.

—Es difícil, no hay una orden que permita a las mujeres aprender, además la mayoría tiene poca afinidad con la magia.

Arrugué las cejas, ¿a qué se refería con eso? Chasqueé la lengua y giré mi rostro para observar las calles a través de la ventanilla.

—Emilia, ¿Por qué quieres aprender?

—Para ser fuerte, porque quiero protegerme a mi misma. —Él me observó unos segundos y luego asintió.

—Te puedo enseñar si quieres, también en mi oficina hay varios libros sobre la magia.

Sonreí muy contenta, el duque no era una mala persona, ¿por qué lo llamaban cruel?

—Gracias.

Al llegar a la biblioteca el guardia de la puerta hizo una reverencia ante el duque, y a mi me saludó con un leve asentimiento de cabeza, supongo que eran las costumbres de ese reino. Dentro de la biblioteca era impresionante, no pude evitar pasear mi vista por todas esas columnas de libros que recorrían en línea vertical el salón. Mientras el duque conversaba con el bibliotecario, yo me adentré por los pasillos llenos de libros, con extrema curiosidad.

De esa manera fui a parar frente a un libro bastante enorme, la carátula era de cuero, con un ojo cerrado en la portada y un cáliz derramando lo que parecía ser vino.

—¿Qué haces? —Me sobresalté un poco. Allí había un hombre de cabello plateado, era un noble, se notaba con solamente mirarlo. Su cabello era bastante largo y vestía un traje blanco que combinaba perfectamente con sus ojos dorados.

—Nada, ¿Usted es?

—Oh, disculpe. Mi nombre es Bran Louisette, un gusto conocerla.

—Un gusto también, Emilia Bernade. —Por el apellido debía ser familiar del conde o incluso su hijo, pero no tenían parentesco en nada.

—¿Es usted la duquesa?, jamás pensé que el mocoso de Iruen se fuera a casar, ¿cómo pude olvidarla? Estuve el día de su boda, mi error. —Me quedé pasmada unos segundos, quién era Iruen? Mierda, nunca me aprendí el nombre del duque. —Felicidades por el matrimonio, ¿él se encuentra aquí?

—¿El duque?, se encuentra con el bibliotecario.

—¿Y cómo la está tratando Iruen? ¿Sigue con ese carácter amargado?

Sonreí un poco mientras asentía, él negó con la cabeza como si estuviera decepcionado de algo.

—En todo caso, les deseo lo mejor a ambos. Si en algún momento ese mocoso hace algo malo, no dude en contactarme y lo reprenderé como un padre.

—¿Cómo un padre? —Bran no parecía alguien viejo o mayor, más bien se veía cerca de la edad del duque.

—Sí, nuestras familias son cercanas, lo cargué varias veces cuando era así de chiquito. —Bran me contó mucho sobre la familia del duque, me sorprendía lo hablador que era. El duque al parecer heredó esa frialdad de su padre, y como hijo único era más presionado en esa parte. Y también me enteré sobre la edad de Bran, no podía creerlo él estaba en la cuarta edad, era impresionante que se mantuviera tan joven, pero eso era gracias a su magia. En serio hablaba demasiado.

Al final llegó el duque y me sacó con prisa de allí, claro llevándose el libro que antes estaba observando, parecía tenerle odio a Bran por alguna razón.

—No pensé que estaría cerca ese demente. —El carruaje recorría las calles de la capital lentamente. Se me hizo interesante ver al duque de esa manera, estaba tratando de no mostrar su mal humor pero era bastante obvio. —Sigues callada, ¿Te contó algo extraño?

—¿Qué tan extraño?, simplemente habló de que te ve como si fueras un hijo para él. ¿Lo odias?

—No, solamente no me agradan las personas que hablan demasiado. —Él suspiró sentándose en una posición más cómoda. —El libro, es sobre la magia de control, lo leí una vez hace mucho tiempo.

—Hablas como si tuvieras cincuenta años. —Me reí y él también lo hizo, lo miré desconcertada, eso hizo que él arqueara las cejas confusas.

—¿Qué sucede?

—Nada, es la primera vez que escucho tu risa.