Un Encuentro Accidentado

Conor

–¿Qué le pasa? –pregunta mi abu cuando ambos vemos por uno de los ventanales de la sala, a una Mel sentada bajo un árbol, abrazando sus rodillas y mirando el césped.

–No lo sé –miento.

Sé que debe sentirse culpable porque la besé, y no solo por eso, porque lo disfrutó, sé que lo hizo. Por unos segundos Lenny desapareció de sus pensamientos y se entregó a mí, y que perfecto fue.

La sentí mía y eso es algo que nunca me había pasado, y mucho menos con solo un beso.

–Ve hablar con ella –me ordena mi abu mientras me empuja hacia la puerta–. No me gusta verla así.

Camino indeciso hacia ella. Probablemente yo sea la última persona que quiere ver en este momento.

Mi pecho duele al verla tan sola y triste bajo la sombra del tulipero.

Me siento a su lado y golpeo mi hombro con el suyo.

–Lo siento –me disculpo–. No debí besarte. Si alguien debiese sentirse culpable ese soy yo.

Levanta su mirada hacia la mía y sonríe con tristeza.

–¿De verdad lo sientes?

Sonrío y niego con la cabeza. –Ni un poco.

Suelta una risita, que llena mi pecho con calor.

–No es justo que te sientas culpable –digo molesto–. Él te engañó…

–Lo sé –me corta–, pero yo no soy así. No quiero que pienses que voy por la vida engañando a las personas, porque no lo hago.

La abrazo y la pego a mi costado. –No podría pensar eso de ti, Mel.

–Lo llamé, ¿sabes?

–¿A Lenny?

Asiente. –Le dije que quería terminar la relación, pero me ignoró como solo él sabe hacerlo.

–Por supuesto que lo hizo –mascullo molesto con el imbécil ese–. Pero ya lo notificaste, Mel.

–Esto no es una orden judicial, Conor. No basta con notificarlo y ya.

–Tampoco es tan distinto. No puedes estar esperando toda la vida para que él esté de acuerdo contigo. Deja de sufrir por su culpa.

–No estoy sufriendo, estoy furiosa –suelta con fuerza–. Los odio, te juro que los odio, haré que se arrepientan de todo esto.

–Hablando de eso, ya le dije a Alex que iría a Ginebra.

Su rostro se ilumina con una sonrisa. –¡Eso es genial!

–Hay algo que no estamos considerando. No puedes ir como mi invitada porque todos te reconocerían.

Mel ríe. –No soy tan famosa, Conor. Además, usaré una peluca, nadie me reconocerá.

Miro sus hermosos ojos celestes y golpeo su barbilla con mi dedo índice.

–Esos ojos no son fácil de olvidar.

Pone los ojos en blanco. –¿Cuándo partiremos?

–Tengo que dejar algunas cosas listas en la finca, pero creo que podemos partir mañana. La reunión es en una semana, pero me gustaría recorrer el lugar e inspeccionar la habitación del hotel. Nowak es conocido por desconfiar de todo lo que le rodea.

–Tiene sus motivos –dice haciendo una mueca de asco–. Si es verdad todo lo que sé, ¿qué podemos hacer para ayudar a todas esas mujeres y niños?

–Cuéntame todo lo que sabes –exijo. Quiero saber si Mel sabe hasta dónde llega la perversión de Adam.

Suelta un suspiro tembloroso y luego vuelve a hacer una mueca.

–Sé que recorren países con alto índice de pobreza y secuestran a mujeres jóvenes. Si son vírgenes las venden o las subastan a grandes empresarios, y si no lo son, las prostituyen hasta que son mayores.

–¿Y luego qué hacen con ellas?

–Las matan –dice y sé que sabe más de lo que debería saber–. Pero lo que hacen con los niños es peor. Los venden a pederastas y graban estos asquerosos vídeos, que solo un enfermo podría ver. Son niños, Conor, deben extrañar a sus padres –susurra con lágrimas en sus ojos.

–Lo más triste es que muchos de esos niños probablemente fueron vendidos por sus propios padres, Mel –digo al recordar una conversación con Adam, que todavía estoy tratando de olvidar–. Muchas mujeres y hombres harían lo que fuera por conseguir el dinero suficiente para comprar lo que sea que estén consumiendo.

–Y sé que también está vendiendo órganos. Mata a personas pobres para que gente con dinero puedan sobrevivir.

Mierda. Sabe más de lo que esperaba.

–¿Y qué mas sabes de las personas que van a esa reunión? –pregunto asustado. ¿Sabrá qué hacemos mis amigos y yo?

–No sé cuántas personas están involucradas, solo sé que Nowak es quien dirige su negocio, pero imagino que encontraremos lo peor de la clase humana en esa reunión.

Sonrío tenso.

–Lo siento –se disculpa de inmediato–. Sé con seguridad que tú no estás dentro de ese desagradable grupo de personas –agrega sonriente y golpea mi hombro con su cabeza tiernamente.

Mierda. Si se entera me matará, y si no lo hace, mis amigos lo harán.

Mel me odiará si descubre a qué realmente me dedico. No solo eso, probablemente acabará conmigo.

Pero sabiendo eso, sé que no me alejaré de ella. Mel está tejiendo a mi alrededor una telaraña que, con cada hora que pasa, me atrapa más y más. Y la verdad no quiero liberarme.

No todavía.

Me giro al escuchar relinchar a Niki.

Mel sigue mi mirada y ambos vemos como Niki golpea el piso con su pata delantera, furiosa.

–¿Qué tiene esa yegua contigo? –pregunta alarmada–. Eres su novio y no lo sabía.

–Muy graciosa –digo y golpeo la punta de su nariz–. Niki es…–callo al recordar a mi hermano–. Niki era la yegua de mi hermano. Él la ayudo a venir a este mundo. La mamá de Niki necesitó asistencia y Colin y un veterinario la ayudaron. Fue amor a primera vista, creo.

Cierro lo ojos y me dejo caer al césped. Mel se acuesta a mi lado y ambos miramos el cielo, que hoy por fin está despejado.

–Eso no explica por qué te cela tanto –dice después de un rato.

–Niki seguía a mi hermano a todos lados. De hecho, muchas veces prefería tomar leche del biberón que directo de su mamá, ya que así podía pasar más tiempo con Colin. Un día lo siguió al colegio –digo y rio al recordar–. El director del colegio mandó a llamar a mi hermano para que controlara a su yegua, la cual lloraba fuera del colegio como si se le estuviera rompiendo el corazón.

–Oh, pobrecita.

–La siguiente vez que lloró de esa forma fue cuando mi hermano murió.

–¿Estaba con él?

–Siempre estaban juntos –susurro y juro que todavía puedo ver a mi hermano tirado en el piso sangrando, a mi papá llorando a su lado, culpándome por lo que acababa de hacer y a Niki casi aullando de dolor–. Cuando enterramos a mi hermano, Niki pasó una semana en el cementerio al lado de su tumba. Tratamos de traerla a casa, pero escapaba y volvía al lado de Colin. Al séptimo día volvió a la casa de mis padres y comenzó a seguirme a mí como lo hacía con mi hermano. Imagino que soy el reemplazo de Colin para ella.

–¿Qué pasó con tu hermano? –pregunta en un susurro y sin verla sé que sus ojos están abnegados en lágrimas.

–Fue mi culpa –declaro–. Debería haber sido yo.

–¿Por qué dices eso? –pregunta indignada.

–Quería ir a una fiesta. La estúpida fiesta de Alan –maldigo–. Ni siquiera me agradaban esas personas, pero imagino que a los dieciséis años creía que mi vida terminaría si no iba. –Rio con amargura–. Nunca pensé que la vida de mi hermano sería la que terminaría –suelto con amargura–. Mi papá me odiaba. Sé que probablemente muchos niños dicen que sus padres los odian, pero el mío de verdad lo hacía. Todo en mí le molestaba. No podía tolerar tenerme alrededor. Imagino que le recordaba demasiado a él mismo y no podía tolerarlo. En cambio, adoraba a mi hermano, porque Colin era todo lo que una persona debería ser. Bueno, leal, aplicado, talentoso y tantas cosas más que yo nunca seré.

–No digas eso, Conor –me regaña recostándose sobre mi pecho–. Eres eso y mucho más.

Puedo sentir como una grieta, en mi corazón destrozado, desaparece lentamente con las palabras de Mel.

–Estaba castigado, siempre lo estaba, y mi hermano decidió que debería salir, que al menos uno de los dos debería hacer las cosas que se supone que un chico haga a nuestra edad. Dijo que me cubriría. Siempre cambiábamos de lugar cuando el otro lo necesitaba, pero esta vez me dijo que le diría a nuestro padre que yo estaba enfermo, no dijo que me suplantaría. No lo dijo –insisto con rabia–. Si lo hubiese dicho no hubiese salido de la casa, no con el loco de nuestro padre en ella.

–Le hizo a creer a tu padre que eras tú –dice Mel y yo asiento.

–Lo hizo. Y papá enloqueció esa madrugada porque…–callo.

Mel no necesita saber que mi padre estaba furioso conmigo porque sus segundo al mando querían que yo fuera el sucesor de él y no mi hermano. Querían que su nuevo Capo fuera yo y no Colin, porque decían que le faltaba carácter, pero no era verdad. Colin hubiese sido el mejor Capo para los Kinahan.

–No importa ya por qué estaba enojado –continúo–. Había bebido mucho, y supongo que ya no podía soportar que siguiera respirando y mató a Colin.

–Oh –susurra–. No puedo creer que tu papá quiso matarte.

Cierro los ojos al recordar el terror en la mirada de mi papá cuando grité el nombre de Colin mientras corría con todas mis fuerzas para llegar a su lado.

–Tu papá está en prisión, ¿verdad?

Niego con mi cabeza. –Está muerto. Se disparó en la cabeza cuando se dio cuenta que había matado a su hijo favorito –miento.

La verdad es que yo, cegado por la ira, le quité el arma y lo maté.

La primera persona que asesiné fue mi padre y no me arrepiento de haberlo hecho, sino de no haberlo hecho antes. Si lo hubiese matado antes Colin estaría vivo.

Mel me abraza y esconde su rostro en mi cuello.

–Siento mucho que hayas pasado por eso, Conor –susurra.

Nos quedamos abrazados, acostados en el césped, y sé que esta es la primera vez que me alegra haber sido yo el que sobrevivió, porque si no lo hubiese hecho, no estaría aquí, ahora, con esta hermosa mujer.

La vida puede ser buena.