Una noche. Un desconocido. Y un giro que cambiará su vida para siempre.
Ana, una joven mexicana marcada por las expectativas de su estricta familia, comete un "error" imperdonable: pasar la noche con un hombre al que no conoce, huyendo del matrimonio arreglado que le han impuesto. Al despertar, no recuerda cómo llegó allí… solo que debe huir de las consecuencias.
Humillada y juzgada, es enviada sola a Nueva York a estudiar, lejos de todo lo que conoce. Pero su exilio toma un giro inesperado cuando descubre que está embarazada. De gemelos. Y no tiene idea de quién es el padre.
Mientras Ana intenta rehacer su vida con determinación y miedo, el destino no ha dicho su última palabra. Porque el hombre de aquella noche… también guarda recuerdos fragmentados, y sus caminos están a punto de cruzarse otra vez.
¿Puede el amor nacer en medio del caos? ¿Qué ocurre cuando el destino une lo que el pasado rompió?
NovelToon tiene autorización de Rosali Miranda para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 5 – Lo reconocí
punto de vista de ana
Sentí que el mundo se me vino encima en el momento en que lo vi.
Lían Hunter.
Ese nombre ya me había puesto nerviosa desde que lo escuché, pero jamás pensé que…
Jamás imaginé que sería él. Él.
El aire en la sala de conferencias se volvió más denso, más pesado. Como si todas las paredes se cerraran sobre mí y el suelo quisiera tragarse mi secreto. Mi corazón latía con tanta fuerza que juré que los demás podían oírlo.
Ahí estaba, parado al frente, con esa presencia imponente, con ese rostro que, aunque borroso en mi memoria por meses, ahora aparecía con nitidez. Su mirada… era la misma que me atrapó aquella noche. La que me hizo olvidar todo lo correcto, lo prohibido. La mirada que me arrastró sin remedio.
Él era el hombre con el que pasé la noche más desconcertante y confusa de mi vida.
El hombre que no recordaba del todo… hasta ahora.
Y sí, estoy segura. Es él. Lo supe en cuanto nuestros ojos se encontraron. Fue como si una corriente eléctrica me recorriera el cuerpo. Mis manos sudaban. Mis piernas temblaban. No sé cómo logré mantenerme en pie.
Me presentaron como si nada, como si este momento no estuviera arrancándome la piel desde dentro.
Él me estrechó la mano, y ese simple contacto me quemó.
Sus ojos se quedaron sobre los míos un segundo más de lo que sería profesional.
Yo apenas pude murmurar:
—Un gusto…
Mentí. No era un gusto. Era un terremoto.
Mi mente no paraba de repetir: ¿Qué hago ahora? ¿Me reconoció? ¿Lo sabe?
Y luego venía la pregunta más importante de todas:
¿Le digo que va a ser papá?
Mis gemelos.
Nuestros gemelos.
Él no lo sabe.
Y yo no estoy lista para que lo sepa.
---
Después de la presentación formal, me senté junto al decano y comenzamos a explicar la propuesta de diseño para la renovación de espacios públicos en la ciudad. Mis labios se movían, mis palabras salían, pero mi mente no estaba allí. No podía evitar mirar de reojo a Lían cada pocos segundos.
Él estaba atento, tomando notas, haciendo preguntas. Todo muy profesional… demasiado.
¿Y si no me reconoció?
Esa posibilidad me daba un pequeño respiro, pero también me dolía.
Porque yo lo recordé.
Yo lo sentí.
Y si él no lo hizo… ¿fue para él una noche más? ¿Un error insignificante?
Me dolía pensar que mientras yo cargaba con este secreto, él había seguido su vida sin saber que dejó una huella enorme. Que me dejó a mí con dos vidas creciendo dentro. Que cada patada, cada latido de esos pequeños corazones me recordaban lo que pasó.
Intenté mantener la compostura. Apreté los puños bajo la mesa. Necesitaba salir de ahí antes de quebrarme.
Cuando la presentación terminó, todos comenzaron a levantarse. El decano nos felicitó. Yo asentí, sonreí como pude, recogí mis cosas lentamente, esperando que nadie notara mi apuro por escapar.
Pero justo cuando iba a salir, lo escuché detrás de mí.
—Ana Camargo…
Me detuve. Cerré los ojos por un segundo. Respiré hondo. Me di la vuelta.
Él estaba ahí. Más cerca de lo que imaginé.
Su voz… su acento firme, elegante, me estremeció.
—Sí —respondí, fingiendo normalidad—. ¿Necesita algo más sobre el proyecto?
—Solo quería felicitarte personalmente. Tu propuesta es impresionante.
Parpadeé.
—Gracias. Ha sido… un esfuerzo intenso.
Me miró de nuevo. Esa mirada suya parecía querer atravesarme, buscar algo dentro de mí.
¿Estaba buscando recuerdos también?
¿Sentía algo…?
No pude más.
—¿Nos… hemos visto antes?
Fue más fuerte que yo. La pregunta salió sola, temblorosa, con miedo.
Lían entrecerró los ojos un segundo.
—No lo sé… Tu rostro me resulta familiar. ¿Tú crees que sí?
Quise mentir. Quise decirle que no.
Pero solo asentí débilmente.
Él no dijo nada más. Solo me sonrió, y esa sonrisa fue tan dolorosamente cálida que me rompió por dentro.
—Tal vez el destino nos hizo coincidir más de una vez —dijo finalmente.
El destino…
Sí. Eso parecía.
Cuando por fin me despedí y salí de la sala, caminé directo al baño y me encerré en un cubículo. Mis piernas dejaron de sostenerme y me dejé caer. Las lágrimas me ganaron sin permiso.
No sabía qué hacer.
Él estaba aquí.
Él era real.
Y no tenía idea de que yo llevaba a sus hijos en mi vientre.
Mis manos se posaron sobre mi abdomen.
—No se preocupen —susurré—. Mamá los va a cuidar. Aunque papá aún no sepa que existen.
Pero por dentro… ya no estaba tan segura.
Porque el destino claramente tenía otros planes.