Mi Maestro No Solo Es Mi Maestro

Mateo se encontraba en su dormitorio, acurrucado en su cama, cuando escuchó que llamaban a la puerta. Con el corazón aún dolido por la noticia que le había dado el profesor Castillo, se levantó lentamente y abrió.

Para su sorpresa, se encontró con el mismo Sebastián Castillo parado frente a él, con una expresión calmada pero seria.

"Profesor Castillo, ¿qué...? ¿Qué está haciendo aquí?" preguntó Mateo, sin poder ocultar su confusión.

Sebastián lo miró con una mezcla de empatía y determinación. "Mateo, lamento presentarme aquí sin previo aviso, pero es importante que hablemos".

Mateo sintió cómo su corazón se aceleraba. "¿Hablar? ¿Sobre qué?"

Sebastián hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas. "Sobre la decisión que he tomado con respecto a tu asignación para la próxima materia de Naturopatía".

Mateo tragó saliva con dificultad, temiendo lo peor. "¿Qué decisión, profesor?"

Sebastián lo miró con una expresión serena. "He hablado con el director, Mateo. Y hemos acordado que sería lo mejor si fueras reasignado a otro profesor para esa asignatura".

Mateo sintió como si le hubieran quitado el suelo debajo de sus pies. "¿Qué? Pero, ¿por qué? ¿Hice algo mal?"

Sebastián levantó una mano, tratando de calmarlo. "No, Mateo. No has hecho nada malo. Esto se trata únicamente de mantener los límites apropiados entre un profesor y su estudiante".

Mateo lo miró con ojos llorosos. "Pero, profesor Castillo, usted ha sido un mentor tan importante para mí. ¿Cómo voy a seguir avanzando sin su guía?"

Sebastián se acercó un poco más, con una expresión comprensiva. "Entiendo que esto no sea fácil, Mateo. Créeme que tampoco ha sido una decisión sencilla para mí. Pero creo que es lo mejor para que puedas concentrarte en tu aprendizaje sin distracciones".

Mateo sintió cómo las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. "Profesor, yo... Yo no quiero perder esa conexión que hemos construido. Usted es tan importante para mí".

Sebastián lo miró con una mezcla de pesar y determinación. "Mateo, sé que es difícil, pero debes entender que nuestra relación debe mantenerse en un nivel estrictamente profesional. No puedo permitir que nuestra conexión personal interfiera con tu educación".

Mateo se aferró al marco de la puerta, sintiendo cómo su mundo se desmoronaba. "Pero, profesor, yo... Yo pensé que teníamos algo especial. ¿Acaso no significa nada para usted?"

Sebastián lo miró con una expresión serena, aunque Mateo pudo notar un brillo de dolor en sus ojos. "Por supuesto que significa mucho para mí, Mateo. Pero mi deber como profesor es anteponer tu bienestar y tu educación a cualquier otra consideración".

Mateo se secó las lágrimas con la manga de su camisa, sintiéndose impotente. "¿Entonces eso es todo? ¿Va a dejarme ir así, sin más?"

Sebastián se mantuvo firme, aunque Mateo pudo ver cómo la culpabilidad se reflejaba en su mirada. "No es una decisión que haya tomado a la ligera, Mateo. Créeme que me duele tanto como a ti. Pero es lo mejor para ambos".

Mateo lo miró con desesperación. "¿Lo mejor? ¿Cómo puede ser lo mejor si me está quitando algo que era tan valioso para mí?"

Sebastián suspiró con pesar. "Mateo, entiendo tu dolor. Pero debes entender que mi responsabilidad como tu profesor es velar por tu educación y tu desarrollo. Y en este momento, creo que la mejor forma de hacerlo es alejándome de ti".

Mateo se mordió el labio inferior, sintiendo cómo su corazón se partía en pedazos. "Entonces, ¿eso es todo? ¿No hay nada que pueda hacer para convencerlo de lo contrario?"

Sebastián lo miró con una expresión serena, pero Mateo pudo ver el conflicto interno que lo atormentaba. "Lo siento, Mateo. Pero mi decisión está tomada. Espero que puedas entenderlo y aceptarlo, por el bien de tu educación".

Mateo se quedó en silencio por unos instantes, sintiendo cómo la realidad de la situación lo golpeaba con fuerza. Finalmente, asintió con resignación, derrotado.

"Entiendo, profesor Castillo. Si esa es su decisión final, entonces la respetaré", dijo Mateo, con la voz impregnada de dolor.

Sebastián lo miró con una expresión que reflejaba su propio sufrimiento. "Gracias por tu comprensión, Mateo. Sé que no es fácil, pero confío en que podrás seguir avanzando con la misma dedicación y excelencia que te caracterizan".

Mateo asintió en silencio, sin saber qué más decir. Sentía como si le hubieran arrancado una parte de sí mismo, y no podía evitar preguntarse si alguna vez volvería a tener una conexión tan valiosa como la que había construido con Sebastián.

Cuando Sebastián se despidió y se alejó por el pasillo, Mateo cerró la puerta de su dormitorio y se dejó caer en la cama, abrumado por una ola de emociones. Lloró en silencio, sintiéndose perdido y desolado.

En los días siguientes, Mateo intentó adaptarse a la idea de tener un nuevo profesor para su clase de Naturopatía. Sabía que debía ser profesional y enfocarse en su aprendizaje, pero le resultaba cada vez más difícil.

Durante las lecciones, Mateo se esforzaba por mantener la atención en el nuevo profesor, pero su mirada inevitablemente se desviaba hacia el lugar que Sebastián solía ocupar. Cada vez que escuchaba su voz, un nudo se formaba en su garganta, recordándole todo lo que había perdido.

Emma, su mejor amiga, se esforzaba por apoyarlo y ayudarlo a superar esta difícil transición. Entendía cuánto significaba el profesor Castillo para Mateo y lo mucho que le dolía tener que alejarse de él.

"Mateo, sé que esto no es fácil, pero debes ser fuerte. Eres un estudiante excepcional, y tu educación es lo más importante ahora", le decía Emma, con una mirada llena de empatía.

Mateo asentía, tratando de convencerse a sí mismo de que Emma tenía razón. Pero en el fondo, sentía que una parte de él se había apagado desde que Sebastián lo había alejado de su vida.

Una tarde, mientras Mateo caminaba por el campus, se encontró con Ander, que lo miraba con preocupación.

"Mateo, ¿estás bien? Te ves... diferente", dijo Ander, acercándose a él.