TE ENSEÑARÉ A AMAR

Días Después...

Un nuevo amanecer ha llegado, y traía consigo muchos retos y aventuras.

Malena se despierta y se levanta de la cama. Un delicioso aroma inunda sus fosas nasales y ella sabe que esa es la señal. Su chef favorito está preparando su desayuno.

Ella entra rápidamente al baño, se asea y baja corriendo las escaleras.

—No corras Milena ¿Cuántas veces te lo voy a decir? Eres una señorita y serás la señora Peñalver, debes suprimir todos esos comportamientos salvajes e infantiles. —le reclamó la señora Dennise y Malena solo bajó la cabeza y se disculpó.

Fabián solo veía y se divertía con la escena.

Denisse solo asintió y le señaló a Malena su lugar, para que se sentara.

Fabián le sirvió su desayuno favorito y ella comenzó a comer lentamente, ante la mirada inquisitiva de su suegra.

Denisse le estaba enseñando a convertirse en toda una dama y vigilaba que usara correctamente todos los cubiertos.

A los pocos minutos, Denisse se disculpó y se retiró de la mesa. Fabián seguía observando a Malena y contaba mentalmente los números de manera regresiva. 3,2,1.

Malena escuchó el sonido de la puerta al cerrarse y soltó los cubiertos, para comer solo con las manos su desayuno.

Fabián no podía dejar de mirarla. Ella era una hermosa ardilla salvaje.

Verla meter comida en su boca hasta llenar ambas mejillas, chuparse los dedos y sonreírle a la vez, era para él lo más hermoso del día.

Fabián amaba a esa pequeña revoltosa. Era una niña ante sus ojos, pero se convertirá en una hermosa mujer, fuerte y refinada.

Y estará para siempre a su lado.

—¿Por qué me ves, con esa cara de idiota? No te enamores de mí, porque aún no he decidido, si me gustan los hombres viejos. Eres diez años mayor que yo y eso te hace, un viejo ante mis ojos. —le dijo Malena, tomando su malteada de chocolate, mientras suprimía sus ganas de reírse.

Fabián por su parte, tragó grueso y fijó su mirada en ella, entrecerró los ojos y la señaló con el cubierto.

—No tienes opción, mocosa. Por ahora, tú tampoco me interesas. Eres una tabla de surfear. Ja, ja, ja.

—Eres un viejo decrépito. —Le dijo Malena molesta, ella intentó pararse de la mesa, pero Fabián se lo impidió.

—Termina de desayunar y vamos a comenzar con tu entrenamiento. Ya deseo ver esas hermosas curvas —le dijo Fabián mientras relamia sus labios y le guiñaba un ojo.

—¡¡Cállate idiota!!. ¡¡Asqueroso!!, ¡¡Pervertido!!. —le gritaba Malena, mientras se terminaba de comer el último bocado.

Los dos terminaron de desayunar, entre risas y bromas. Malena se encargó de recoger la mesa y salieron juntos al jardín.

Fabián la atrajo hacia él y la sentó a su lado.

—Esperemos un rato aquí. Mientras hacemos la digestión. Pero, dime Malena ¿Qué quieres preguntarme?

—¿Eres adivino?

—No, soy muy observador.

—¿Cumpliste tu promesa?

Fabián sabía que ese momento llegaría. Él estaba tratando de retrasarlo, pero necesita a Malena cien por ciento concentrada y si no saca eso de su mente no lo logrará.

—Si la cumplí, los dos están muertos. Tengo los vídeos, cuando estés lista, los verás. Ahora ten paz, ya ellos pagaron todo el mal que nos hicieron.

—Me alegra —Fue lo único que dijo Malena, tratando de disimular el nudo que se formó en su garganta, al enterarse de la muerte de su madre.

Fabián la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Está bien llorar. No te guardes nada... —aún Fabián no había terminado de hablar cuando, las lágrimas de Malena habían comenzado a salir a cántaros de sus ojos.

—¿Porvqué me hizo eso Fabián? Yo siempre la amé, la cuidé y la ayudé.

—No todos, somos ángeles como tú. Pero no debes dejar que nadie apague tu luz. Debes luchar por tu felicidad Malena. La vida es un precioso regalo de Dios, debemos cuidarla y tratar de conservarla.

—Gracias Fabián por aparecer en mi vida. Gracias por cuidar de mí. —le dijo Malena limpiando sus lágrimas y dándole un beso en la mejilla.

—Ya cálmate, llorona. Vamos a comenzar a entrenar.

Un año después...

En la Residencia Peñalver, una madre reprendía a su hijo.

—Fabián, yo sé que eres un hombre y que tienes necesidades, pero lleva a tus zorras a otro lugar. No seas tacaño, paga un hotel. No quiero que hagas sufrir a Milena. Tú sabes que ella te ama.

—Lo se mamá, yo también la amo. Pero no hay nada entre nosotros aún. Además, ella no va a darse cuenta, siempre llegó de noche y ya ella está dormida y la mujer se va muy temprano, antes de que ella se despierte.

—¡¡Paga un maldito hotel!! —le gritó su madre furiosa.

—Mamá no quería preocuparte, pero Bizarro regresó y no puedo darme el lujo de bajarme los pantalones fuera de mi casa. Eso podría costarme la vida.

—¡¡Entonces, Haz lo que te dé la gana!!.

Denisse se marchó furiosa y Fabián se quedó sentado en su despacho, se acariciaba el rostro con ambas manos.

Malena no toleraba que ningún hombre se le acercara. Solo él podía tocarla y luchar con ella. Pero eso lo afectaba. Malena había desarrollado un hermoso cuerpo y aunque se vestía con ropa holgada. Él sabía perfectamente lo que escondía detrás de ese atuendo y eso lo prendía.

Él había prometido esperarla hasta casarse, pero aún faltaba un año, para eso.

Por eso, él se desahogaba cada quince días con una zorra. Pero hace un mes, regresó su peor enemigo y sabía que el hombre lo estaba cazando. Entonces Fabián ha optado por traer a la zorra a la casa y follarla en una de las habitaciones de las servidumbres, que están en la planta baja.

Pero hoy su madre lo pilló, sacándola temprano, por eso lo regaño como a un niño pequeño.

Malena entró al despacho y le sonrió a Fabián.

Él en ese momento, se olvidó del mundo. Indudablemente, ella era el amor de su vida. Su precioso ángel.

Malena se acercó hasta él y lo abrazó por detrás.

—¿Que hiciste ahora? Mi madrina está que echa chispas.

Fabián trago grueso, no confiaba en la discreción de su madre y menos cuando le daban sus lagunas mentales.

—¿Te dijo algo? —le preguntó tratando de ocultar sus nervios.

—Sí, dijo. Que ella y yo nos marcharemos lejos y que te quedarás, solo en tu porquería. Algo así. Pero dímelo tú.

Fabián soltó el aire que tenía retenido y le sonrió.

—No le hagas caso, ya sabes cómo se pone.

—¿Será por la zorrita, que has traído a la casa?

Fabián sintió el piso abrirse debajo de él y tuvo la sensación de haber caído en un abismo.

Fabián comenzó a sudar y comenzó a tartamudear.

—Malena, puedo explicarlo. Yo...

—No, no y no. A mí no me interesan tus cochinadas. Pero mientras yo estoy en entrenamiento. Tú estás en evaluación, Fabián no le entregaré mi corazón a quien no lo merezca y punto. Ahora quita esa cara de idiota y vamos a comer.

—Pero ¿tú no me amas?

—Si te amo, pero de la boca para afuera como tú, me amas a mí y dale gracias a Jesucristo. Porque si estuvieras en mi corazón. Ya te hubiese cortado las joyas de la corona. Ahora camina tonto. —le respondió Malena, mientras dejaba a Fabián con un amargo sabor de boca.